En los años sesenta, la India era uno de los países menos roqueros de Asia. Sorprende la escasa influencia que ejerció sobre el país un movimiento, la contracultura norteamericana (y, en menor medida, europea), que hizo de él poco menos que la meca de una generación. Un caso de amor apasionado, y nunca correspondido. Durante la década fueron peregrinando a India figuras clave de la contracultura, como Ralph Metzner (1964), Timothy Leary (1965) o Allen Ginsberg (1962-63), que vivió un año entre Benarés y Calcuta con su pareja Peter Orlovsky. Y en 1968 aterrizarían sus invitados estrella, los Beatles, estrechamente asociados con el país en el imaginario popular y pioneros en introducir el sitar en la música occidental.
Empujados por George Harrison, los Fab Four viajaron con toda su corte a la ciudad sagrada de Rishikesh, para purificar sus mentes en el centro donde el Maharishi Mahesh Yogi, apodado cariñosamente “el gurú de las risitas”, enseñaba la técnica que le había hecho mundialmente conocido: la Transcendental Meditation®. Una de las formas de meditación más populares aún hoy, que consiste en la repetición de un mantra en silencio y afirma conducir a estados superiores de conciencia.
El objetivo de los Beatles al asistir a aquel curso era básicamente meditar, y algunos asistentes se lo tomaron muy en serio: se recuerda que uno de los estudiantes meditó durante cuarenta y dos horas seguidas y Pattie Boyd, esposa de George Harrison, consiguió empalmar siete. Entre este exigente programa, la diarrea del turista, el jet lag, la comida vegetariana y los omnipresentes insectos, los Beatles hallaron sobradas razones para abandonar el curso antes de lo previsto, en orden quizá inverso a sus inquietudes espirituales: Ringo duró unos diez días, McCartney un mes y Lennon y Harrison seis semanas. La gota que colmó el vaso fueron algunos detalles por parte del gurú risueño, quien aparentemente sugirió que ingresaran en su cuenta bancaria el 25% de los beneficios de su próximo disco a modo de donativo, y rumores sobre avances con algunas alumnas.
Esto último, que enfurecería a Lennon e inspiraría su clásico “Sexy Sadie”, pudo deberse a un malentendido cultural: es habitual que un santón hindú realice la imposición de manos en señal de bendición, lo que tal vez fue interpretado de otra forma por las señoritas o por sus cónyuges…
La cacareada TM, que ha pasado a la historia como sinónimo del Maharishi, es sólo una de las muchas técnicas y disciplinas que el gurú desarrollaría con los años, entre las que se cuentan una Maharishi Vedic Science (MVS) e incluso un programa de entrenamiento en el Vuelo Yóguico (TM-Sidhi Program), aunque tras la Década Prodigiosa su popularidad en Occidente perdió fuelle.
Lo cierto es que George, Paul y Ringo elogiaban la Meditación Trascendental décadas después, y celebrarían conciertos en su apoyo en 1992 o 2009. Los seguidores del Maharishi tienen su propia versión de los acontecimientos de 1968. Según ellos, algunos visitantes sin escrúpulos propagaron rumores maliciosos contra el santón en busca de excusas para huir de la incomodidad o el tedio del áshram (centro espiritual). Ciertamente, nos gustaría haber visto cómo observaban el abstemio código de conducta estos roqueros irredentos…
Pues los Beatles no estaban solos allí dentro: coincidían con otras celebridades de la contracultura que habían visto la luz en el Maharishi, como Mia Farrow, Donovan, Mike Love o Gyp Mills. Se ha escrito mucho sobre las influencias musicales mutuas a lo largo del retiro (pese al rigorismo de Harrison, que los exhortaba a meditar) y se fantaseó sobre un concierto en Delhi presentando a los Beatles, los Beach Boys y Donovan en ese rincón del mundo, el cual no llegó a materializarse.
Abbey Marg, por Abhishek Choudhury (2010)
Sólo los Harrison viajaron un poco, tras el retiro, por el sur de un país que ya conocían (George había pasado seis semanas aprendiendo el sitar en 1966). Los otros Beatles llegaron y se fueron, del aeropuerto al centro de yoga y vuelta al aeropuerto. Así lo hicieron muchos viajeros espirituales de aquella década, lo cual ayuda a explicar el pobre recuerdo que dejaron en la India y su cultura… aunque es posible que el indio promedio comprendiera mejor las letras de John Lennon que la Maharishi Vedic Agriculture (MVA).
Si la influencia de los Beatles sobre la India fue inapreciable, sus canciones sí consiguieron infiltrarse. En aquellos años se apreciaban las versiones de grandes hits del pop “orientalizadas” con sitar (Big Jim Sullivan, Balsara And His Singing Sitars, Ananda Shankar…), un producto que hoy puede sonarnos fácil o forzado, pero que encontró un nicho de mercado, sobre todo en el mundo anglosajón. La India, por su parte, nunca ha sido melindrosa a la hora de absorber novedades: los hombres sagaces de la industria cinematográfica solían rebuscar en la escena internacional melodías que adaptar (o directamente copiar) para un público tentadoramente ignorante de lo que se cocía en las radios de los bárbaros occidentales.
Janwar, un musical romántico de 1965, nos presenta una divertida interpretación de “I Want to Hold Your Hand”, una de las canciones más versionadas del momento. Los vestidos y pases de baile (con un aire al vídeo del inmortal single de Conchita Velasco de aquel mismo año) serían todavía un escándalo fuera de algún local chic de Bombay o Bangalore. Al menos el argumento no nos engaña, como en otras películas hindi, pretendiendo que se trata de gente ordinaria.
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