A través de la figura del recientemente fallecido Zaratustra Vázquez, amigo y artista genial al frente del combo mexicano Sonido Changorama, convocamos a los espíritus pasados presentes y futuros de la música tropical y latinoamericana más experimental y juguetona, que poblará este blog utópico y trópico.
La idea es empezar, y esta vez será por el final. No se trata de un truco literario. Fue literalmente el final de alguien: amigo, músico, poeta, escritor, performer, canalla, gentleman, que redescubrió a esta que escribe eso precisamente de lo que va a hablar en este blog que arranca: la pasión por los caminos floridos e inescrutables de la música tropical, de ayer, de antesdeayer, de hoy y de mañana. Zaratustra Vázquez (1975-2013), que encendió en mí la chispa del gran incendio tropical y que fue alma mater de uno de los más vigorosos combos de la ola de cumbia nueva, los incendiarios Sonido Changorama (México).
Haber nacido en Veracruz y llamarse Zaratustra impone, como mínimo, un gesto excéntrico sobre la vida. Y así era. Ejercía con tino y generosidad la cábula, el juego de la palabra, el chiste poético. Vestía con chaleco y sombrero, hablaba y vivía con exageración. Los años que viví en Ciudad de México los viví con él, y con David Somellera, su amigo y cómplice, muy cerca. Ellos me enseñaron, además de las bondades milagrosas del mezcal, la cualidad revolucionaria del baile, la naturaleza insurgente de la cumbia. Por aquellos años, pongamos 2005, arrancaban con su proyecto Sonido Changorama y lo hacían con aquel primer tema que unía política, ironía, baile y revolución y que marcaría su identidad: la Cumbia del informe. Años más tarde seria pieza principal de su disco Los padres de la patria.
Lo que empezó como otro juego de esta pareja que comandaba un insólito programa de radio experimental de nombre Triscerable en la mexicana Radio Ibero, acabó siendo uno de los grupos más enérgicos y agitadores del panorama internacional de reformulación de la cumbia, ese género surgido en Colombia y de enorme plasticidad, que recorre Latinoamérica de punta a punta y que muta como cepa vírica. Por aquellos años, una nueva oleada de grupos jóvenes rescataba con espíritu lúdico la música tropical que quizás habían repudiado durante décadas, para modelar lo que se ha convertido en uno de los grandes fenómenos musicales del siglo XXI surgido desde las periferias de la cultura occidental: un acercamiento nuevo a la música de raíz y al folklore latinoamericano desde la experiencia urbana y digital y desde la periferia de los discursos culturales hegemónicos.
Desde el blog Música en la mochila, el crítico César Estabiel escribió sobre el concierto de los Changorama en la primera edición del Festival Chico-Trópico en la Casa de América de Madrid, allá por septiembre de 2010: “Acudí al festival en la Casa de América con curiosidad y la obligación de escribir una reseña para Rockdelux. Iba con la idea de estrechar la mano de Dick [El Demasiado] y acabé con el deseo de hacerme una foto para la posteridad con los mejicanos Sonido Changorama. Y digo para la posteridad porque fue uno de los conciertos que más he disfrutado últimamente. Puesta en escena brutal: una especie de chamán aguerrido y alborotador político, el hermano pequeño de James Ellroy –bigotito, sombrero y camisa hawaiana- y un tipo alterable con pintas de dealer cantoso. Cómicos y poderosos, no sé si lo que hacen es cumbia electrónica o entretenimiento politizado, pero diré que pocas veces me he encontrado con un grupo que mezclara tan bien las arengas con el sudor de la música. Cuento los días para que vuelvan.”
Desde este blog, queremos, como dice Estabiel y como hemos querido hacer con el Festival Chico-Trópico, poner a las gentes a sudar y a arengar, porque pocas dudas nos caben de que nada más ardiente y subversivo que el baile rotundo y colectivo. Seguro que Zaratustra estaría de acuerdo y lo afirmaría con gesto exagerado y aquella manera de decir las cosas excesiva y añeja.
En Utrópico encontrarás las visiones menos edulcoradas de la nueva música tropical, también los experimentos más arrebatados del pasado y del presente, los caprichos más psicodélicos que la menda tenga a bien mostraros y, en definitiva, toda esa música que os hará quitaros los prejuicios que la radio fórmula y la basura cultural os inoculó. Esta es una invitación a la Latinoamérica underground, a la vida feliz y subterránea de una música a años luz de la de Juanes o Shakira y más allá de la hegemonía de Chavela Vargas, Celia Cruz o Caetano Veloso, por ejemplo.
Como Zaratustra nos dijo: “Es importante recordar: El ritmo corre, nosotros caemos”. Así que bailemos. Bienvenidos.
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