¿Qué habría ocurrido si E.T. hubiese aterrizado en Estambul en lugar de California? ¿Y si un icono de la cultura pop estadounidense, como Superman, hubiese combatido el crimen en el mundo otomano? Todo esto, y mucho más, fue posible gracias al Turksploitation, un conjunto de adaptaciones fílmicas no autorizadas, de serie B, que versionaron éxitos cinematográficos americanos, y que surgieron en el seno de la Turquía post-Atatürk, jugando un papel crucial durante veinte años.
Estos mockbusters por antonomasia aparecieron como consecuencia de la censura impuesta por el fundador de la República de Turquía, Mustafa Kemal Atatürk. Si bien este régimen estableció las bases del moderno estado laico de mayoría musulmana, tal como lo conocemos actualmente, el pueblo turco tuvo que pagar el precio de renunciar al visionado de grandes clásicos del cine. Y así, entre los años 60 y parte de los 80, la proyección de filmes estadounidenses estuvo prohibida en este país.
No obstante, ello no fue óbice para que los turcos pudieran disfrutar de los grandes éxitos cinematográficos del momento. Un conjunto de directores de cine desafiaron a la censura cultural mediante una serie de limitados recursos técnicos. Para ello, se desplazaron a países donde sí estaban autorizadas, para luego realizar sus propias versiones en turco. Sin embargo, el resultado no fue ni remotamente cercano al producto que buscaban imitar. Y es que, la falta de medios hizo que sus películas destacaran por resultar versiones vulgares de tan ínfima calidad que no eran otra cosa que imitaciones, tan patéticas como ridículas, de algunos de los filmes más icónicos del siglo XX.
Uno de los plagios más famosos del cine turco fue Badi (Zafer Par, 1983), adaptación libre de E.T. el extraterrestre (E.T.: The Extra-Terrestrial, Steven Spielberg, 1982). Esta barata imitación del clásico de Spielberg constituiría un éxito de taquilla en Turquía, a pesar de su paupérrima producción. La clave de su popularidad fue que el público turco carecía de referentes para valorar su calidad. Por ello, mientras que en el resto del mundo triunfaba E.T., en Turquía el simpático Badi conmovía a generaciones enteras.
Otra esperpéntica versión turca fue El hombre que salvó al mundo (Dünyayi kurtaran adam, Çetin Inanç, 1982), adaptación de la primera entrega de la saga Star Wars. En lo que a plagios se refiere, esta cinta fue aún más lejos que Badi, ya que en su realización, se usaron imágenes originales de la película de George Lucas, intercalándolas en el montaje original. Además, para simular el vuelo de los pilotos estelares, filmaron a los actores en primeros planos proyectando a sus espaldas las imágenes espaciales de Star Wars.
Pero, no solo fueron imágenes lo que robaron para la realización de este filme, sino también bandas sonoras. En una escena de acción se oye el tema principal de Indiana Jones, compuesto por John Williams. Por supuesto, esta pieza musical se usó sin pagar un solo céntimo de derechos de autor. A este expolio hay que añadir escenas de acción carentes de realismo, cargadas de interpretaciones de tercera y vestuarios ridículos. Especialmente hilarante es la escena en la que el protagonista se entrena con dos rocas atadas a sus botas.
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Actualmente, este filme está considerado una de las peores películas de la historia jamás filmadas. Tras el estreno de Star Wars en Turquía, quedó más patente todavía su falta de calidad. No obstante, su nefasta realización supuso que hoy sea considerada una obra de culto del cine basura. De hecho, los fans de esta película se refieren a ella con un título alternativo: Turkish Star Wars. Tal ha sido su popularidad, que veinticuatro años después se estrenaría una secuela-homenaje de similar calidad llamada El hijo del hombre que salvó al mundo (Dünyayı Kurtaran Adam’ın Oğlu, Kartal Tibet, 2006). A nivel internacional sería conocida como Turks in Space o Turkish Star Wars II.
Por otro lado, el cine de superhéroes no se quedó exento del plagio turco. Numerosos héroes enmascarados fueron presa de estas grotescas versiones cinematográficas. Pero si debemos destacar una adaptación turca de este subgénero, esta sería Süpermen dönüyor (Kunt Tulgar, 1979), versión libre de Superman (Richard Donner, 1978). Este filme, al igual que sus predecesores, rebosa de escenas absurdas y carentes de credibilidad. Las secuencias de acción son menos verosímiles que un combate de lucha libre y, además, el homólogo turco de Christopher Reeve mete tripa con la patética intención de parecer más atlético.
Pero esto no fue todo. Al igual que en Turkish Star Wars, en este film, la música de Williams fue nuevamente objeto de uso fraudulento. Por suerte, en esta ocasión, eligieron sabiamente la banda sonora a plagiar, ya que la pieza empleada fue el tema principal de Superman de 1978. Esto haría que, a pesar de la más que evidente falta de calidad de este filme, el pueblo turco estuviera lo más cerca posible de ver la película original del hombre de acero.
Con la apertura de las fronteras a la cultura extrajera, el Turksploitation desaparecería a finales de los ochenta. A partir de entonces Turquía podría, por fin, visionar las películas americanas, antaño prohibidas. Fue entonces cuando, al fin, se dieron cuenta de la pésima calidad de las versiones turcas que antaño disfrutaban. Consecuentemente, la popularidad de la que gozaron estos mockbusters, acabó decayendo. El rechazo del público fue tal, que la mayor parte de sus copias en celuloide fueron quemadas para extraer la plata de su contenido. Pocos rollos se conservan actualmente de estas obras de cuarta división. Hoy, cinéfilos coleccionistas, amantes de lo extravagante, compran y venden copias originales de estas obras a un elevado precio. Son muchos los aficionados que reivindican estas cintas como obras de culto incomprendidas.
Es evidente que estas películas no han envejecido bien y, si bien antaño podían emanar alguna épica, hoy desprenden hilaridad. Actualmente el Turksploitation es concebido como un subgénero de comedia, en el que lo cutre se convierte en un reclamo para las carcajadas. No obstante, no puede igualarse en modo alguno al filme The Room, de Tommy Wiseau, si bien ambas obras son iconos de lo esperpéntico, los directores turcos consiguieron provocar el efecto deseado en el público. Wiseau, sin embargo, nunca pudo transmitir la tensión dramática que deseaba inspirar en el espectador.
Por muy ridículas que nos parezcan estas películas, el Turksploitation goza de un gran valor histórico-artístico. Los directores responsables de estas bazofias audiovisuales buscaban compensar a su público, privado de grandes maravillas audiovisuales. Si bien su calidad no era ni una milésima parte de las obras que les inspiraron, su efecto fue equivalente. Sus películas hicieron soñar a sus espectadores y estimularon la imaginación de varias generaciones de turcos.
Las cintas del Turksploitation son muy similares a los fan films actuales. Son, en definitiva, películas inspiradas en obras de gran calado realizadas por fans aficionados. Actualmente, muchos directores amateurs, con los recursos de que disponen, realizan filmes ambientados en sus universos cinematográficos favoritos. Internet rebosa contenido de este tipo. Pequeñas películas de Star Wars, El señor de los anillos o Harry Potter —hechas por fans y para fans— invaden todos los años las plataformas de vídeo y las redes sociales. Muchas de ellas están llenas de ingenio, creatividad y talento. Pero, sobre todo, son un claro indicio del amor que estos aficionados sienten por sus sagas favoritas.
Los directores del Turksploitation llevaron a cabo una labor muy similar. Eran fans enamorados de Hollywood, empeñados en transmitir la emoción que vivieron con su visionado al público. Los filmes del Turksploitation son, en definitiva, los primeros fanfilm de la historia. Sería interesante pensar cómo serían estas cintas de haber dispuesto de los programas de efectos especiales o de edición de vídeo que existen actualmente.
Pese a lo cutres (o extraordinarias) que puedan resultar, estas rancias imitaciones baratas jugaron un papel trascendental dentro del cine turco: vencieron a la censura y atiborraron con cuantiosas dosis de imaginación a millones de mentes. Algunos dirán que estas películas son obras de culto, otros que son basura cinematográfica. El tiempo determinará si el Turksploitation se puede considerar, o no, cine de culto. Mientras tanto, deben reivindicarse sus logros, por encima de su escasa o nula calidad.
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