El reciente premio Max al mejor espectáculo de danza de 2014 para Free Fall confirma lo evidente, que Sharon Fridman es uno de los talentos más activos en la escena actual. Esta temporada celebra sus diez años en España e inicia unos cuantos proyectos estimulantes.
El bailarín y coreógrafo de melena rizada, ojos azules y trato amable derrocha energía y equilibrio; Energía que Sharon Fridman desarrolló primero en grupos folclóricos de su Israel natal (Hadera, 1980), que amplió formándose en ballet clásico y en técnica contemporánea antes de ingresar en compañías de prestigio de su país como la Ido Tadmor Dance Company, Vertigo o la Kibutz Contemporany Dance Company.
Como coordinador artístico de Mayumaná, formación que ha hecho de la danza y la percusión con objetos reciclados su seña de identidad, recaló en Madrid en 2006, momento en el decidió instalarse en la ciudad y dar un giro a su carrera profesional. Inició entonces una serie de proyectos de pequeño formato (como el dúo Carlos & Me, ese mismo año) que pronto encontraron el favor del público y de los programadores de salas y festivales.
Su movimiento basado en el contact, el acercamiento a diferentes estados vitales o anímicos, una sensibilidad especial en el uso de las músicas y del espacio y una vitalidad virtuosa pero muy natural, le han ido abriendo puertas en una carrera ascendente en la que, junto al citado Max, destacan varios premios en el Certamen Coreográfico de Madrid o el de mejor espectáculo de danza de la Feria Internacional de Teatro y Danza de Huesca en 2011 y en 2014 por Al menos dos caras y Caída libre respectivamente.
Siempre abierto a las colaboraciones, sus creaciones suman esfuerzos, bien sean de otros creadores como Carlos Fernández, Janet Novas, Natxo Montero, Silvia Gribaudi o de colectivos, profesionales o no. Q-Project en 2008, Shakuff en 2010, Al menos dos caras y un extracto para calle de esta, Hasta dónde…? en 2011, fueron consolidando su propuesta artística y su nombre, convirtiéndolo en uno de los coreógrafos más programados y con gran proyección también el exterior.
La primera muestra de Rizoma (2012), que se define como una macro performance ecológica, reunió al amanecer en el patio de Matadero Madrid a 70 voluntarios y 10 violoncelistas para hablar de los procesos naturales y su escucha. Dos meses más tarde, hasta 800 personas se acercaron a las 6:30 de la mañana a la representación parisina de la plaza de Trocadero.
Natural es también el instinto de supervivencia que escogió como tema central para Free Fall/Caída libre (2014). La pieza, inicialmente creada para seis bailarines, ha ido creciendo hasta el punto de convocar a una veintena de voluntarios en muchas de las ciudades en que se exhibe, intérpretes que dan forma a un cuerpo único que ayuda a apuntalar y contextualizar los constantes vuelos y caídas de los seis protagonistas, metáfora con mensaje esperanzador.
El mes de junio pasado participó en la Biennale de Danza de Venecia con Vástagos y un mes después ofrecía en Bassano del Grapa y Asiago, Italia, In Memorian, una creación site specific en conmemoración del centenario de la Gran Guerra. En esta pieza participaron 100 bailarinas, todas mujeres, y 300 miembros, solo hombres, de coros alpinos de la zona. La solemnidad del tema, el recuerdo y la puesta en escena en las calles y lugares históricos resultaron muy emotivos para participantes y público.
En esta nueva temporada que ahora empieza, Sharon Fridman se pone al frente de la dirección artística de dos nuevos festivales: el Gvanim de Tel Aviv y el Caminos del C.C Conde Duque de Madrid. Mientras, Free fall sigue de gira por España con paradas en la Fira de Tàrrega, el teatro Circo de Albacete o el teatro del Paraninfo de la Universitat Jaume I de Castellón.
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