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Cine y Series

La Dimensión desconocida

En Placeres y berrinches, Cine y Series viernes, 6 de marzo de 2015

Rafa Marí

Rafa Marí

PERFIL

Hay una quinta dimensión más allá de la que conocemos. Tan vasta como el universo e intemporal como el infinito. Existe entre la luz y la sombra, entre la ciencia y la supersticiónThe Twilight Zone unas veces nos asusta y otras nos da esperanzas. Todo es posible en la Dimensión desconocida.

Es el reino de la imaginación existe una zona a la que llamamos… la Dimensión desconocida. No se alteren ni se escondan. Estas palabras, recitadas en off con voz de ultratumba, se pronuncian en el inicio y la conclusión de los capítulos de The Twilight Zone, serie ideada y presentada por Rod Serling y conocida en España como La Dimensión desconocida. L’Atelier 13 publica las temporadas completas, reunidas cada una en un pack, en el que se adjunta un excelente libreto informativo (con la letra muy pequeña, eso sí).

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Lo sobrenatural irrumpiendo en la vida cotidiana. Pocas personas, a veces solo una, son beneficiarias o víctimas de la súbita aparición de lo extraordinario en el ámbito machacado de lo “normal”. Pese al enorme éxito de audiencia de la primera temporada de The Twilight Zone (1959-1960), Serling tuvo problemas para realizar nuevas entregas, ya que James T. Aubrey, jefe de programas de la CBS, consideró excesivo el coste de cada episodio (unos 65.000 dólares, cantidad alta en aquella época).

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Me pasé cuatro días enganchado a la tele viendo los 29 capítulos (25 minutos cada uno) de la segunda temporada (1960-61). El recorte presupuestario se deja notar. Muchas de las historias, todas en blanco y negro, discurren en un único escenario, lo que confiere un pesadote aire teatral a las peripecias de los normalmente angustiados –y sobre todo estupefactos- protagonistas.

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Apenas hay efectos especiales en estas inmersiones inesperadas en lo fantástico. Esa contención se agradece a veces –en el cine actual hay un exceso de digitalización-, pero otras el espectador percibe que no se trata de elegancia narrativa y capacidad de sugerencia, sino de ahorro económico. Eso también se nota en los repartos. En esta segunda temporada no hay estrellas. En aquellos años la televisión se consideraba un refugio para profesionales en decadencia. Si dejamos aparcada la mitomanía, podemos disfrutar del trabajo de solventes actores y actrices de serie B o en horas bajas: Robert Montgomery, Richard Haydn, William Shatner, Inger Stevens, Brian Aherne, Fred Clark, Jack Carson, Agnes Moorehead, Dick York, Barbara Nichols, Burgess Meredith, Cliff Robertson, Franchot Tone… Los nombres más relevantes los encontramos en el apartado de la música (Bernard Herrmann y Jerry Goldsmith, en varios episodios) o el guión (casi todos del eficaz Rod Serling, pero dos de ellos del siempre imaginativo Richard Matheson, que en el conjunto de las cinco temporadas de The Twilight Zone fue autor de 16 guiones). Los directores tampoco son de gran renombre (en la quinta temporada, sin embargo, encontramos entre los realizadores nada menos que a Don Siegel -dos veces-, Jacques Tourneur, Richard Donner -cuatro veces-, Elliot Silverstein, Robert Enrico, Ida Lupino…).

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Superando las estrecheces de la producción, hay capítulos muy interesantes. “El ojo del observador” es una tenebrosa reflexión sobre la belleza (director, Douglas Heyes; música, Bernard Herrmann; guión, Rod Serling);  “Justo a tiempo” (director, Richard L. Bare; guión, Richard Matheson) te sumerge en un resbaladizo crescendo narrativo; “La tardanza de las horas” (director, Jack Smight; guión, Rod Serling) es terror del bueno, sin necesidad de monstruos; “Los invasores” (director, Douglas Heyes; guión, Matheson; música, Goldsmith) tiene como protagonista absoluta y única a la brava Moorehead en el papel de una mujer que vive sola en una cabaña perdida en cualquier sitio. Prepárense para pasar miedo antes de la sorpresa final.

Una de las curiosidades de esta segunda temporada: la aparición de un jovencito Sidney Pollack (el realizador de ‘Memorias de África’) como director teatral despótico en el capítulo titulado ‘El problema con Templeton’, episodio nada desdeñable firmado por Buzz Kulik.

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