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La danza en la Edad de Plata

En Escenas lunes, 19 de febrero de 2018

Sara Esteller

Sara Esteller

PERFIL

Taconeaba sobre el tronco de un árbol para ejercitar el equilibrio o en las tapas de las alcantarillas, porque amplificaban el sonido del golpe. Hacía sonidos con su propio cuerpo, buscando un ritmo propio que surgía del baile y lo alimentaba. La Curva (Théâtre de la Courbe) fue el simbólico nombre que ostentaba el pequeño teatro que, en los años 20 del siglo pasado, Vicente Escudero regentó en París, lugar de experimentación y encuentro de los protagonistas de las vanguardias pictóricas, literarias y artísticas (André Breton, Paul Eluard, Man Ray, Louis Aragon…), en las que el bailarín y coreógrafo español torcía los rectos caminos que marcaba la ortodoxia para ir añadiendo a la ruta nuevos aires de modernidad. Vicente Escudero, quien tras esta etapa parisina regresó a España, es una de las figuras que reivindica la exposición Poetas del cuerpo. La danza de la Edad de Plata, muestra que hasta el próximo mes de abril se puede visitar en la Residencia de Estudiantes de Madrid.

Aunque Escudero es uno de los nombres destacados del primer tercio del siglo XX, período conocido como La Edad de Plata de la cultura en España, Idoia Murga, comisaria de la exposición destaca el papel de las mujeres, ya que en la danza su protagonismo es indiscutible y sus aportaciones inmensas. Antonia Mercé La Argentina, Tórtola Valencia, Àurea de Sarrà, Pastora Imperio, Encarnación López La Argentinita, Laura de Santelmo y muchas otras son artistas de un tiempo en el que a la tradición balletística y a la propia del flamenco y la escuela bolera se sumaron nuevas interpretaciones de lo popular, que intentaron poner en valor la cultura del pueblo. Llegaron además influencias externas que ensancharon la senda de lo nuevo y convirtieron la danza en una abanderada de la cultura española también el exterior.

Vicente Escudero fotografiado por Man Ray

Vicente Escudero fotografiado por Man Ray

Uno de los estímulos que espolearon esta apertura fue la presencia constante de los Ballets Rusos de Diáguilev en las principales ciudades de país. Invitados por primera vez por Alfonso XIII en 1916, el famoso empresario ruso aprehendió referentes culturales españoles que incorporó en su repertorio. Pablo Picasso, Manuel de Falla, Josep Maria Sert o Joan Miró firmaron colaboraciones con Diaguilev en Las Meninas, El sombrero de tres picos o Cuadro flamenco, esta última obra estrenada en París con María de Albaicín y el Mate sin pies, bailaor que tenía las dos piernas amputadas hasta las rodillas. La compañía, precursora en la apertura del ballet a las contaminaciones, dejó su impronta en los profesionales de la época.

Actuaciones como las de la compañía de Loie Fuller y los Ballets Suédois de Rolf de Maré o el papel de entidades como la propia Residencia de Estudiantes, catalizadoras de nuevas relaciones e hibridaciones, sembraron el terreno para que la creatividad se disparara y alimentara el talento existente.

Tórtola Valencia en la Danza del incienso

Tórtola Valencia en la Danza del incienso

El lugar de La Argentina

Las más de 300 piezas que recoge la exposición sirven para ofrecer un recorrido por estos lustros de fructífera actividad dancística y dan cuenta del interés de sus protagonistas por enredarse con otras artes, de confluir con otras disciplinas y hacer crecer la danza en territorios no conocidos hasta esa fecha.

La Argentinita protagoniza El maleficio de las mariposas, primera obra dramática de García Lorca; Pastora Imperio destaca en la gitanería de El amor brujo; Escudero realiza exitosas giras internacionales con sus Bailes de Vanguardia, consigue un éxito apabullante en Nueva York y baila con Ana Paulova en Londres; Àurea de Sarrà exhibe sus artes de inspiración helénica, a lo Isadora Duncan, y llena el Teatre Grec de Barcelona con una creaciones muy plásticas en la línea del noucentisme, que algunos círculos profesaban (su baile llega también a Grecia y Egipto); Tórtola Valencia triunfa con un nuevo vocabulario, una danza de influencia y estética orientales; Joan Magrinyà busca a Miró para los figurines de Arlequin… son innumerables los ejemplos del magma creativo que se expandía durante esos años en el país, pero también desde España hacia el resto del mundo. El amor brujo de Falla, con coreografía e interpretación de La Argentina se convierte en un referente artístico de esos años.

Vicente Escudero y La Argentina en El amor brujo

Vicente Escudero y La Argentina en El amor brujo

La artista cosechó en vida un reconocimiento unánime. Renovadora, pero respetuosa con el patrimonio español, la clave de su trayectoria nos la ofrece la comisaria de la exposición: Ella buscó, como Diaguilev, la obra de arte total. Consiguió asociar lo español con un nuevo imaginario gracias también a la colaboración de intelectuales y artistas que ayudaron con posturas modernas a consolidar este imaginario.

Si ya en 1916 actuaba en Nueva York con la Danza de los ojos verdes, que Enrique Granados compone para ella, famosas son las giras por Europa, América y Asia de sus Ballets Espagnols (véase el parecido con Ballets Russes) unos años más tarde. La compañía llegó a Vietnam o Filipinas y fue en el Teatro Imperial de Tokio donde el maestro y fundador de la danza Butho, Kazu Ohno la vio actuar, causándole tal impacto que se inspiró en su danza para crear Admirando a La Argentina, pieza que tuvo muchos años en repertorio.

Fue García Lorca el encargado de escribir y leer el Elogio que la artista recibió como homenaje en Nueva York en 1929: (…) Esa española seca, enjuta, nerviosa, mujer en vilo que está ahí sentada, es una heroína de su propio cuerpo; una domadora de sus deseos fáciles, que son los más sabrosos, pero ya ha conseguido el premio de la danza pura, que es la doble visión. Quiero decir que sus ojos no están en ella mientras baila, sino enfrente de ella, mirando y rigiendo sus menores movimientos al cuidado de la objetividad de sus expresiones, ayudando a mantener las ráfagas ciegas e impresionantes del instinto puro.

La exposición da a conocer al público a estas grandes figuras del baile que rompieron esquemas, en ocasiones influidos por las tendencias foráneas, pero muchas veces por una voluntad propia que queda recogida en citas como esta pronunciada por Tórtola Valencia en 1915: Nunca debería encerrarse la danza en los estrechos límites de un tema preciso y definido. Hay un estilo que puede llamarse natural ya que no es fruto ni de la ciencia ni de la reflexión, sino de la inspiración que brota desafiando todas las reglas, todos los convencionalismos.

Como dice Murga, es un reto hablar de la danza sin poder mostrarla, -apenas hay material filmado-, pero se han recuperado unas grabaciones de unos 40 minutos en los que se puede ver bailar a La Argentina. Diversas piezas de vestuario como el traje de El fandango del candil de La Argentina, figurines de Julio Romero de Torres para María Esparza, pinturas, carteles de espectáculos, bocetos escenográficos como el que hizo Dalí para Bachanale, fotografías de artistas, dibujos firmados por Escudero, quien además de bailar y pintar escribió tres libros sobre el baile y su famoso Decálogo del buen bailarín, o los bocetos de Sorolla de Bailando sevillanas, son algunas de las piezas que ayudan a conformar una idea de la riqueza de esos años.

De lo que vino después de la Edad de Plata da idea la repentina muerte de La Argentina, en Bayona, el mismo 18 de julio de 1936.

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