2017 es el año 0 de la nueva época. Dansa València intenta reflejar el pulso de la creación coreográfica valenciana y nacional con un programa que incluye 13 espectáculos y una serie de actividades complementarias. Oxígeno para un panorama, el de la danza, que si durante un lejano tiempo fue frondoso hoy agoniza entre la indiferencia de los políticos y la irrelevancia social.
Hubo un tiempo en que las cosas eran distintas, años de explosión de creatividad, de intercambios, de crecimiento, de futuro. Dansa València, cuya primera edición fue en 1988 contribuyó al florecimiento de la danza en España. Fue un punto de exhibición y de encuentro clave, de las primeras citas que programaban lo desconocido, lo emergente combinado con los nombres que ya despuntaban, Cesc Gelabert, Àngels Margarit, Vicente Sáez, Ananda Dansa, Vianants y un largo etcétera de creadores que en los 80 se habían ido fuera y regresaban a sembrar semillas en sus ciudades.
Se produjo hace pocos meses un encuentro propiciado por la Asociación Española DmásI, Danza e Investigación y el Centre de Documentació del IVC en el que coreógrafos y gestores de esa época (Ramón Baeza, Lipi Hernández, Ana Extremiana, Cesc Gelabert, Toni Pastor, uno de los ideólogos del primigenio festival, o Manel Chaqués) repasaron con añoranza una década irrepetible. Objetivo, ver qué aciertos del pasado podrían aplicarse en el presente, bajo el lema Repensant Dansa València.
En tres décadas, los diferentes gobiernos y personas al frente de las instituciones llevaron al inevitable cambio de rumbo. De cita profesional y fiesta para el público, pasó a ser un festival de exhibición anual, después una temporada internacional esparcida en el calendario hasta, finalmente, desaparecer sin que nadie fuera del propio sector implicado reclamara su regreso.
Parte del equipo de Culturarts que ha retomado Dansa València en 2017 formaba parte del grupo responsable del festival en sus orígenes. La insistencia del tejido profesional valenciano ha conseguido que se despierten las sensibilidades dormidas y que con un exiguo presupuesto (para las pretensiones explicadas en rueda de prensa) comience, es el propósito, una nueva etapa que convierta Valencia en un epicentro dancístico (al menos una vez al año).
Ya sabemos que los festivales suelen ser un empacho de contenidos que ayudan a que determinadas manifestaciones artísticas tengan su cuota de presencia en las programaciones culturales de las instituciones. El resto del año esas disciplinas se diluyen, asomando con cuentagotas en las carteleras, aunque en el caso de Valencia hay que señalar que nuevas salas municipales como Las Naves y TEM demuestran sensibilidad hacia la danza y sus hibridaciones. Festivales como 10 sentidos o Tercera Setmana también la acogen sin reparar en etiquetas.
Tras los años de deriva y los de “parón biológico”, Dansa València vuelve pues a la primera plana de la actualidad cultural para ofrecer del 6 al 9 de abril un programa que, aunque bastante convencional en cuanto al formato de las propuestas (espectáculos de danza-danza que apenas traspasan límites disciplinarios), sí da cabida al flamenco, el contemporáneo, el neoclásico, las piezas de calle y a variados acentos creativos.
De las 13 compañías programadas seis provienen de las tres provincias valencianas: Titoyaya, Taiat Dansa, Maduixa y Ballet de la Generalitat de Valencia, Otra Danza de Alicante y A Tempo Dansa de Castellón.
El Rialto y el Principal acogen tres montajes cada uno, se incorpora el teatro El Musical, la sala Matilde Salvador y la plaza del Patriarca como escenario para las propuestas de calle que quieren acercar la danza a los transeuntes.
De las 13 obras, cuatro son estreno: Still Life de Taiat, Naufragio Universal de Marco Vargas y Cloé Brûlé, Siempre, en algun lugar de Paula Quintana y #DeTraca de A Tempo Dansa. Otra Danza celebra sus diez años de trayectoria revisitando Sacra, una de las piezas que más proyección dio a Asun Noales; y Titoyaya también celebra una década con la puesta en escena de Lluita, programa triple con piezas de Daniel Abreu, Eduardo Zúñiga y Gustavo Ramirez Sansano, quien combina la dirección de la compañía con un intenso trabajo en formaciones internacionales.
Lo nuevo de Sharon Fridman, Antonio Ruz, Roser López Espinosa y Elias Aguirre; Mulïer, el exitoso montaje de Maduixa; El cant del cos a cargo del Ballet de la Generalitat (esta formación merece un post aparte) y Voronia, el viaje de Marcos Morau a la cueva más profunda del mundo, completan el cartel de piezas.
Entre las actividades complementarias las clases magistrales de Asun Noales y Gustavo Ramirez Sansano anotan un tanto formativo, mientras que el diálogo entre Morau y Antonio Ruz promete ser tan interesante como la charla de Antonio Najarro, director del Ballet Nacional de España.
En resumen, un Dansa València (de nuevo) de transición que mucho se tendrán que trabajar sus gestores para que llegue a tener una entidad propia y, sobre todo, duradera.
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