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Cultura

Los otros «anti-sistema»: Cioran por Savater

En Hermosos y malditas, Cultura martes, 15 de noviembre de 2016

Jesús García Cívico

Jesús García Cívico

PERFIL

Hay una idea tan peligrosa como extendida según la cual, los libros actuales son aquellos que se acaban de publicar. Yo creo, más bien, que hay libros que resultan actuales porque algún pensamiento en ellos permite comprender (y pensar) algo inteligente y distinto acerca del presente: una forma de escapar eventualmente de los credos y ortodoxias dominantes.

La semana ha sido terrible en términos de esperanza, la elección de Trump parece ser al pensamiento político lo que la ubicación de una refinería de petróleo en el corazón del Ártico al cambio climático. Todo el mundo grita, la gente abusa del término “normal”, hay racistas en la tele, ostentación de la bajeza, narcisismo sin belleza y la Universidad emite sin control Papers de 15 páginas en Times New Roman con una prolijidad y uniformidad tal que provocan en una parte de mi corazón, muy contradictoria para mí, un extraño efecto invernadero.

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La gente resulta vehemente en grado sumo, todos parecen asumir la imposibilidad de discernir con argumentos sencillos, por ejemplo, las diferencias entre una candidata sensible al derecho y un vendedor de prejuicios sin escrúpulos. Como si no fuera posible asumir los distintos grados de indecencia, distinguir lo peor de lo menos bueno o diferenciar entre Dylan y Leonard Cohen, a uno mismo le cansa escuchar diariamente al odio, ese desgaste de energía. Lo siento por mucha gente a la que aprecio, pero me aburre por igual la homilía rancia en la que se ha convertido RTVE que una jornada asamblearia.

En circunstancias así, hay quienes nos refugiamos en la vida que habría sucedido en el pasado: el teatro irrepresentable de Karl Kraus, Hope Sandoval, filmes de Jacques Tourneur, discreción, libros que nos mostraron, en el deslizamiento del mundo que provocan de súbito los recuerdos, una forma de decir a la parte vehemente de la Tierra: «No». Es por ello, por el tipo de «No» como forma de no asumir los muros de un sistema, que, según lo veo, el librito con el que Savater introdujo en España al filósofo rumano Emil Cioran, es un libro de plena actualidad: ejercicio de admiración, alternativa valiente y posible a las rigideces de los estados tradicionales de las cosas, lucidez… «anti-sistema».

Sí, fue casualmente ayer, en un teatro de Barcelona, al debatir con el imprescindible responsable de Ajoblanco (feliz regreso), al escuchar a los jóvenes (a algunos jóvenes, pero justamente a los jóvenes que más hablaban) que la victoria de Trump era una señal (esperanzadora, me temo que querían decir) de las posibilidades de la lucha anti-sistema, cuando me vino incidentalmente a la cabeza  que era en la carta que Cioran envió para suavizar (para hacerle digerible a la Academia) la tesis que Fernando Savater le había dedicado, donde el rumano veía posible subtitular aquel trabajo sobre él mismo con una descripción de sí: «Del anti-sistema».

Cioran © Sophie Bassouls

Cioran © Sophie Bassouls

¿En qué sentido se consideraba Cioran un anti-sistema? En primer lugar, como ejercicio de humildad (lo contrario de las monumentales expectativas que tanto los seguidores de Trump, como los anti-capitalistas depositan en sí mismos). En segundo término, como reivindicación de la contradicción: Emitir, sobre cualquier cosa, incluso sobre la muerte, juicios irreconciliables, es la única manera de no jugar sucio. En tercer lugar, acepción bien conocida (de Nietzsche a Kierkegaard), pero no menos importante, como forma sensible de acercarse y decir el mundo: estudiar bien el pasado (los sistemas filosóficos perfectos, luego acabados) para separarse de él.

Lección de humildad y comedimiento, enseñanza del insomne. Tanto aquellas primeras obras de Savater como el espíritu juguetón de Cioran me parecen, insisto, de extraordinaria actualidad: No poseer nada en común contra el Todo y preguntarse en virtud de qué desajuste formamos parte de él.

Me he dado cuenta, estos años, de que son pocos los lectores de Cioran que saben que fue Savater quien tradujo del francés El aciago demiurgo o Breviario de podredumbre. Savater es el autor del Panfleto contra el todo y de uno de mis diccionarios filosóficos preferidos, aquel en el que junto a la entrada sobre la «Igualdad» (ligada, por cierto, a la noción de «Justicia») aparecía una invitación a… Peter Cushing, carne enjuta de Sherlock Holmes, metonimia del pensar.

sherlock

Peter Cushing

Esas obras, de autores insomnes, son valientes por el tamaño de sus enemigos: una filosofía, una institución secular, un… universo.

Tengo amigos que piensan que Cioran es pesimista, yo suelo contestarles que es justo al revés. Savater se refirió a él en su tesis doctoral (publicada en Taurus como Ensayo sobre Cioran) como un gnóstico contemporáneo, archimandrita desesperado e irónico de la inviabilidad de nuestra existencia, nostálgico del decadentismo pagano, pero también señaló la vivacidad de su estilo, prueba de la misma negación de lo mortecino.

La enorme mayoría de estudiantes de filosofía política y del derecho (que es a lo que me dedico) no ven, no pueden ver la relación de Historia y Utopía ¡o Ese maldito yo!, con la materia. Es por ello que la labor de unir los Silogismos de la amargura con las irresponsables apelaciones a las revelaciones divinas, los derechos naturales, el desencanto por las revoluciones, el procés y todos y cada uno de los sacrificios diarios de la vida en el altar de la identidad colectiva y las esencias culturales, me parece cada vez más ardua, pero también más necesaria. Hoy hay estudiantes que opinan que la tortura es permisible en casos de terrorismo: viejo –aunque actual– discurso de la excepción, la emergencia y la ticking-bomb.

Encuentro actuales las páginas de Cioran (tantas son) dedicadas a la lucidez, pues nadie me ha podido convencer de que no estamos en un tiempo de idolatrías narci-tontas, convicciones obtusas y modos economicistas (y por tanto reducidísimos) de pensar las cosas.

Conozco, sobre todo, a personas a las que el universo no les parece descabellado, personas, sin embargo, esas mismas, a las que cualquier medida de redistribución de la riqueza, se les antoja una afrenta al orden cosmológico.

Annie Hall (Woody Allen, 1977)

Annie Hall (Woody Allen, 1977)

Veo pocos seres humanos salirse de sí mismos, adentrarse en la humilde aventura de conocer y hablar del mundo más allá de su limitada experiencia personal (casuística del «yo» que se presenta modesta, pero que funciona como blindaje desagradable de lo debatible): no conozco muchas personas que hablen o voten como teniendo en cuenta lo general, la evolución en la historia de conceptos que permiten, precisamente, la contradictoria libertad de la que algunos gozamos.

Hay un chiste de Woody Allen, al final de Annie Hall, muy semejante a la aparente contradicción de Cioran y del Savater de las obras que he nombrado: Mi hermano está loco, se cree una gallina, Pues, llévelo a un manicomio, No puedo, necesito los huevos. Y Cioran: Todo el mundo me exaspera. Pero me gusta reír. Y no puedo reír solo.

Hermosos: pensamientos sin dogma

Malditas: expectativas perversas

Foto de cabecera: Vasco Szinetar

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