Considerada como una de las mejores películas de Alfred Hitchcock, Con la muerte en los talones (North by Northwest) 1959, es un clásico de culto entre las películas de espionaje.
Su argumento es sencillo, una red criminal confunde a Roger O. Thornhill (Cary Grant), publicista de Nueva York, con un agente secreto. A partir de esa confusión, la película desarrolla un divertido y elegante juego de persecución que combina humor y tensión a la perfección. No faltarán los engaños y la traición. Nada es lo que parece. Estos elementos servirán de ejemplo e inspiración para películas posteriores del mismo género, como la del personaje creado por el escritor y periodista Ian Fleming, el agente secreto británico James Bond.
La película es una muestra constante del lujo y la sofisticación de finales de los años 50, que no sólo se reflejan en el vestuario de la espía Eve Kendall (Eva Marie Saint) y en los diferentes coches que aparecen en la película, sino también en los escenarios, Nueva York, hotel Plaza, edificio de las Naciones Unidas, etc. Y entre ellos, la casa del villano Philip Van Damme (James Mason), situada en el monte Rushmore (Dakota del Sur), que aparece en el tramo final de la película. Una casa de aspecto modernista, muy acorde con la estética de la época, en la línea de los trabajos de Frank Lloyd Wright quien, por aquel entonces, era uno de los arquitectos más reconocidos del mundo gracias, sobre todo, a una de sus obras maestras, Fallingwater (la casa de la cascada).
Inicialmente, Hitchcock pensó en Wright para que fuese el diseñador de la casa Vandamme. Por desavenencias económicas se desestimó esta posibilidad y, finalmente, el diseño y la construcción se encargaron al arquitecto Robert F. Boyle, dibujante de la Metro Goldwyn Mayer. El objetivo era recrear una mansión al más puro estilo de Wright. Pero no se llegaría a construir, porque su ubicación y difícil orografía no lo permitieron, al tratarse del monte Rushmore, (Dakota del Sur), un Parque Natural. La mayoría de materiales utilizados fueron paneles de cartón–yeso, a excepción de las zonas que aparecen en primer plano, en las que se construyeron muros de fábrica de piedra caliza natural.
La casa Vandamme ha sido repetidamente comparada con la casa de la cascada de Frank Lloyd Wright, porque recoge algunos elementos representativos de su obra: la horizontalidad de plataformas, vuelos exagerados, empleo de la piedra caliza etc. Pero existen algunas diferencias conceptuales entre ellas. La más notable son las vigas de acero que soportan el voladizo. En la Fallingwater, al igual que en el resto de sus obras, Wright oculta los soportes para conseguir una mayor integración en el entorno.
Pero dejamos de lado a Frank, para hablar de otro arquitecto cuya obra también podría ser el escenario de una película de acción y espías. Él es el arquitecto, diseñador y profesor valenciano, Fran Silvestre y una de sus obras más emblemáticas, la casa del acantilado en Calpe.
Sus proyectos muestran influencias del arquitecto Álvaro Siza, con quien trabajó, y del escultor Andreu Alfaro. Aunque parte de su trabajo comparte algunos de los elementos característicos de la obra de Wright, como son la horizontalidad de plataformas e increíbles y desafiantes voladizos.
Si analizamos las tres casas, vemos que el elemento común es su localización. Una complicada topografía y una parcela con una fuerte pendiente y un enorme voladizo. Pero si bien es cierto que las plataformas de la Fallingwater intentan adaptarse e integrarse en el entorno, la casa del acantilado se exhibe como un gran volumen blanco, puro que se erige entre las montañas, en el Toix de Mascarat, un impresionante desfiladero que divide de forma natural Altea y Calpe, estableciéndose entre ella y su emplazamiento una relación muy especial.
La casa está dotada de una gran belleza y simplicidad formal. Su estructura monolítica, compuesta por pantallas y losas de hormigón armado, emerge y se erige como una protagonista más del entorno, anclándose a la roca y generando una plataforma horizontal, en la cota de acceso desde la calle, en la que se ubica la vivienda, desarrollada en una única planta. Sus estancias principales disponen de amplios ventanales con salida directa a una terraza cubierta desde la que contemplar la magnífica vista del mar.
Emplazada en un nivel inferior, una zona plana de la parcela, una cala privada de hormigón blanco donde se ubica la piscina. A ella se accede a través de una sutil abertura realizada en el muro macizo de hormigón que señala el acceso a la vivienda y a la zona de relax, mediante una escalera exterior adosada a dicho muro.
El revestimiento exterior de la estructura de hormigón es un estuco de cal liso, flexible y blanco que destaca entre el paisaje. En su interior, el resto de materiales, paredes, pavimentos, grava de la cubierta… mantienen el mismo color blanco enfatizando el carácter unitario de la misma.
© Fran Silvestre arquitectos. Fotografías de Diego Opazo.
© Photography c/o Fallingwater.org
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