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7 claves para descifrar a Indiana Jones

En Cine y Series 4 julio, 2023

Javi Cózar

Javi Cózar

PERFIL

Ahora que acaba de estrenarse la quinta (¿y última?) iteración de las aventuras de Indiana Jones, parece apropiado realizar un breve repaso por algunas de las claves que atraviesan toda la saga y que, al fin y al cabo, terminan por definirla, desde luego no por completo, pero sí de manera bastante elocuente. Me referiré exclusivamente a las cuatro primeras películas, y no porque esté en mi ánimo excluir de la saga Indiana Jones y el dial del destino (Indiana Jones and the Dial of Destiny. 2023, James Mangold). Al contrario, la de Mangold me parece una muy buena película. Pero, ya que de lo que aquí se trata es de trazar un pequeño mapa de intenciones de sus creadores, creo que es más conveniente limitarnos a las películas cuya paternidad pertenece de manera directa a Steven Spielberg y George Lucas. De todos los padres de la criatura, y aquí podríamos incluir desde Lawrence Kasdan hasta el propio Harrison Ford pasando por Douglas Slocombe o John Williams, por poner algunos ejemplos, Spielberg y Lucas son los dos en los que recae sin duda más cuota de responsabilidad. La quinta parte, además, ya está magníficamente reseñada en El Hype y no tendría sentido entrar mucho en ella.

1. Serpientes (y otros bichos bastante desagradables)

Las serpientes son usadas por Spielberg y Lucas con una insistencia casi irritante para incordiar a Indiana Jones. El arqueólogo odia a las serpientes, y es esta la razón por la que le enfrentan una y otra vez a toda variedad de estas. La imponente cobra de En busca del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981, Steven Spielberg), con la que Indy casi se da de bruces al caer en el Pozo de las Almas, es quizás el ejemplo más famoso, pero hay que recordar que ese mismo pozo estaba infestado de cientos de áspides, un espectáculo no muy agradable para los que sienten pánico ante dichos reptiles.

Indiana Jones

Indiana Jones, compartiendo tiempo con sus amigas favoritas: las serpientes.

En Indiana Jones y el templo maldito (Indiana Jones and the Temple of Doom, 1984, Steven Spielberg), Indy se libra personalmente de enfrentarse con una serpiente, y aun así hay dos que tienen divertidos cameos. La primera, en la escena de la acampada nocturna en mitad de la selva, cuando Willie se quita una de encima creyendo que es la trompa de un elefante que no para de incordiarle, ante el aterrorizado gesto de Indy que sí que puede ver que se trata en realidad de una serpiente. La segunda aparece en la no menos hilarante secuencia de la cena con el maharajá de Pankot, cuando sirven como plato una serpiente “con sorpresa”, revelándose pronto esta “sorpresa” cuando rajan con un cuchillo al animal y de su interior salen docenas de pequeñas serpientes negras que se esparcen por la mesa.

Pero de nuevo las serpientes cobran un protagonismo decisivo en la tercera entrega, Indiana Jones y la última cruzada (Indiana Jones and the Last Crusade, 1989, Steven Spielberg), ya que en el prólogo, protagonizado por un joven Indiana Jones interpretado de manera inolvidable por River Phoenix, se nos desvela (entre otras muchas señas de identidad del personaje, como su cicatriz en la barbilla o el uso del sombrero y el látigo) de dónde le viene la aversión a las serpientes.

Incluso en el Reino de la Calavera de Cristal, que es probablemente la más urbanita de las cuatro películas, hay un gag bastante tonto, pero efectivo, con una serpiente como protagonista: cuando Indy se está hundiendo en arenas movedizas su hijo no tiene nada más a mano para que el arqueólogo pueda evitar seguir hundiéndose… que una enorme serpiente, a la que no tiene más remedio que agarrarse para salvar la vida.

Spielberg y Lucas no se detienen aquí. Son dos niños traviesos, y disfrutan provocando en el espectador (y en sus personajes) sensaciones de repugnancia usando toda clase de insectos desagradables. La célebre secuencia del Templo Maldito en la que Willie Scott (fabulosa Kate Capshaw) descubre que está en un pasadizo secreto infestado de insectos que le suben por las extremidades y por el pelo, es sin duda el cénit de este tipo de escenas. Pero también están las ratas de la Última Cruzada, cuando Indy y la doctora Elsa Schneider investigan en otro túnel secreto en Venecia, o el ataque de hormigas gigantes de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull, 2007, Steven Spielberg). También cabe recordar las tarántulas sobre la espalda del personaje que interpreta Alfred Molina en el prólogo del Arca Perdida, escena punteada con unos tenebrosos golpes de violín cortesía de Williams.

2. Nazis

Ya en el Arca Perdida queda establecido que el archienemigo oficial de Indiana Jones va a ser el ejército nazi. Es cierto que los nazis únicamente aparecen en dos de las cuatro películas (aunque reaparecen en la quinta), la primera y la Última Cruzada, pero el odio que el personaje expresa hacia los nazis es proverbial, literalmente volcado en una de las líneas de diálogo más memorables de la saga, la que pronuncia Indy no sin cierta sorna cuando, en la Última Cruzada, descubre una base secreta alemana en las entrañas de un castillo en Austria: Nazis, I hate these guys.

El papel de villanos de los nazis alcanza un nivel directamente paródico en la Última Cruzada, cuando Indy se ve atrapado en una multitud de gente que quiere acercarse a Adolf Hitler para que les firme un libro y, de repente, se ve empujado hasta casi chocar con el mismísimo Führer. Indy ha de disimular y, como lleva en la mano el diario de su padre, Hitler se lo firma no sin antes intercambiar una mirada de extrañeza.

Indiana Jones

Indiana Jones, conociendo personalmente a su más grande y mayor enemigo

En la importancia como enemigo por excelencia de Indy, claro, subyace una referencia directa al propio Spielberg, judío que, aunque en los años 80 optó por acercarse al universo nazi desde una óptica jocosa, luego en los 90 decidió dar un golpe en la mesa y acometió la que seguramente es la película definitiva sobre el nazismo, La lista de Schindler (Schindler’s List, 1993). Hasta esa inolvidable película, Spielberg sólo fue capaz de hablar del nazismo a través de la caricatura. Pero Schindler lo cambió todo de tal manera que, en el Reino de la Calavera de Cristal, ya fue incapaz de volver a acercarse a los nazis desde una óptica satírica (confesión propia que, en su día, el director hizo pública). No después de haber rodado La lista de Schindler. De todos modos, la ambientación en plena Guerra Fría aconsejaba, como así fue, usar a los rusos como enemigos, una decisión mucho más consecuente con la época que se retrataba.

3. Acantilados

Siempre hay uno a mano para complicar las cosas. Seguramente el más célebre de ellos es el acantilado que hay bajo el puente colgante del Templo Maldito donde Indy, Tapón y Willie son acorralados. Es esta una de las mejores secuencias de toda la saga, un prodigio de montaje y encuadre fotográfico que revela al Spielberg más inspirado.

Indiana Jones

El puente colgante, después de dejar de ser colgante (al menos por dos puntos).

También uno de los villanos de la Última Cruzada, el brutal coronel de las SS Ernst Vogel, encuentra su fatídico final cuando se despeña a lomos de su tanque por un acantilado. El plano que usa Spielberg, un contrapicado en el que el rostro de Vogel gritando se precipita al vacío hasta casi colisionar con la cámara, está planteado con una irresistible comicidad que acerca el momento a los cartoons de Warner Bros, más concretamente al personaje de Wyle E. Coyote que en incontables ocasiones terminaba igual que Vogel, gritando mientras se precipitaba por un acantilado fracasando una vez más en su eterna misión de capturar al Correcaminos.

Indiana Jones

Un nazi cayendo por un acantilado. Sueño ideal de Indiana Jones, primera parte.

En el Reino de la Calavera de Cristal, en la extraordinaria secuencia de la persecución por la jungla, la amenaza de caer por un acantilado es constante. Pero, por primera vez en la saga, un acantilado aquí no sirve como tumba para algún personaje, sino que, al contrario, funciona como vía de escape cuando Marion Ravenwood despeña el coche en el que los protagonistas huyen de los rusos: el vehículo cae sobre una gran rama que sale de la roca que, al doblegarse por el peso, permite al coche caer con suavidad en las aguas de un río. Es quizás la capitulación del asunto de los acantilados en esta saga: en vez de quitar la vida, la otorga, en un curioso reflejo con la escena final de la Última Cruzada, en la que Indy ha de escoger el Santo Grial verdadero que usó Jesucristo (el que da la vida) y no cualquiera de sus réplicas (que la quitan).

4. Secuencias iniciales (y el logo de Paramount)

Comenzar cada película de Indiana Jones con el logo de Paramount disolviéndose en la primera imagen real de la película no es ningún chiste redundante. Es una decisión creativa que revela mucho acerca de las intenciones juguetonas de Spielberg y Lucas: una imagen corporativa se transforma en un elemento real y nos indica que la realidad termina en el logo y que a partir de ahí comienza la fantasía, el divertimento. El desafío fue encontrar en cada película una nueva manera de disolver el logo de la montaña, una proeza que consiguieron replicar cuatro veces: primero se convierte en una montaña real, luego en una montaña grabada en un gong, después en una formación rocosa del Parque Nacional Arches, en Utah, y por último en un pequeño montículo de tierra del cual emerge un topo.

Indiana Jones

La cuatro transiciones del logo de Paramount en Indiana Jones (Imagen: twitter de @CinemaGrids)

El logo de Paramount disuelve, pues, en una imagen real que es siempre la primera de un trepidante prólogo, marca de la casa con el que se abre cada una de las películas de Indiana Jones. El Arca Perdida estableció esta tradición con dos de las imágenes más icónicas de la saga (algo de lo que, por cierto, va bastante sobrada la tetralogía): la de Indy cambiando el ídolo por una bolsa de arena y, sobre todo, la de la gigantesca roca esférica persiguiendo al arqueólogo.

A partir de ahí la apuesta no podía hacer otra cosa que subir, y la secuencia inicial del Templo Maldito no solo excede con creces los ya de por sí elevados límites de tensión del prólogo del Arca Perdida, sino que deviene por derecho propio una de las mejores secuencias de toda la saga. En efecto, el caos desatado y el cruce de líneas argumentales, con Indy persiguiendo el antídoto para el veneno que acaban de inocularle y Willie persiguiendo el diamante, configuran una demencial secuencia de acción, divertidísima y con sus propios giros argumentales incorporados como el momento en el que el diamante está al alcance de la mano de Willie y alguien derriba una cubitera esparciendo docenas de cubitos que convierten al diamante prácticamente en un objeto invisible.

Indiana Jones

Willie no encuentra el diamante… pero sí el antídoto.

El prólogo de la Última Cruzada nos devuelve un poco al sentido de la aventura más clásico de la primera parte, y en este sentido es toda una declaración de intenciones porque, en realidad, esa es justamente la pretensión de toda la película. Comenzar con el joven Indiana Jones y explicar, con las típicas dos pinceladas que le bastaban a Spielberg para explicar muchas cosas, la peculiar relación entre el arqueólogo y su padre fue una decisión sorprendente teniendo en cuenta de dónde veníamos en materia de prólogos.

Quizás por eso para el inicio de la cuarta aventura la cosa, definitivamente, se fue de madre con una explosión nuclear de la que Indy escapa encerrado en una nevera. Escena criticada y odiada por la práctica totalidad de la gente que la vio (como el resto de la película), encierra sin embargo una profunda conexión con la mejor entrega de la saga, el Templo Maldito, y su absoluta falta de vergüenza a la hora de orquestar imaginativas e imposibles aventuras. Tanto este prólogo como el Templo Maldito son quizás los dos momentos que más conectan con la esencia pulp que habita detrás del origen de este aventurero, con esos seriales con los que crecieron Spielberg y Lucas que dejaban al héroe colgado en situaciones de las que estaba claro que era imposible que escapara con vida, para revelar en el siguiente episodio que, de manera que rozaba la fantasía, sí que había conseguido salir vivo.

5. Drew Struzan

No me detendré mucho aquí. Drew Struzan es el dibujante que creó los posters de las cuatro películas y, como es bien conocido, los posters de incontables blockbusters de los años 80, producidos y no producidos por Spielberg y/o Lucas. Suya es la responsabilidad, no menor precisamente, del primer impacto visual sobre el espectador, el del cartel (al menos así era en la época pre-Internet, quiero decir). Un impacto que no sólo sirve, obviamente, para vender el producto, sino también para transmitir unas determinadas emociones (la aventura, el riesgo, lo exótico) con dibujos que después la película replicará con imágenes en movimiento. Probablemente la importancia de Struzan en la saga sea bastante superior a la que la historia le ha otorgado.

6. Mapas

En las películas de Indiana Jones, los desplazamientos alrededor del planeta se muestran mediante líneas rectas que se dibujan sobre mapas antiguos. Ocurre en todas ellas, y además de servir de elipsis narrativa para explicar, sin necesidad de rodar ninguna escena, que Indy se desplaza de un sitio a otro, estos mapas conectan admirablemente con el espíritu retro que respiran todas las cintas de Indiana Jones. No había GPS, no había Google Maps, y la saga, lejos de pasar eso por alto, propone la imagen de un mapa como la verdadera brújula que guiaba las aventuras de Indiana Jones. Son transiciones breves, pero su significado no es menor.

Indiana Jones

El mapa de Indiana Jones y el templo maldito.

7. Muertes truculentas

Y no, no me refiero exclusivamente a la escena del corazón arrancado en el Templo Maldito. Esa es, por derecho propio, la muerte más truculenta de toda la saga, de acuerdo. Pero Spielberg y Lucas no se anduvieron con rodeos en el resto de las películas a la hora de acabar con algunos de los antagonistas de Indy. Son sorprendentes, sin duda, teniendo en cuenta el carácter amable de estas producciones, alejadas (salvo la segunda) de temáticas excesivamente oscuras, muertes como la del ruso devorado por hormigas gigantes en el Reino de la Calavera de Cristal: por obra y gracia del ordenador, las hormigas envuelven su cuerpo y penetran en todos sus agujeros, especialmente en la boca, que dibuja un pavoroso grito de terror.

Indiana Jones

Hormigas gigantes: no es buena idea ponerse a jugar cerca de ellas…

Es una imagen dantesca y truculenta, como lo es la mucho más célebre del nazi derritiéndose cuando se abre el Arca de la Alianza en la primera película. Realizada, esa sí, con tradicionales efectos de maquillaje, la descomposición física en un primer plano del rostro del oficial nazi tiene muy poco del espíritu divertido de Indiana Jones y mucho, muchísimo, del terror pegajoso y hemoglobínico del Sam Raimi que iba a estrenar muy poco después su magna Posesión infernal (The Evil Dead, 1981).

Indiana Jones

Un nazi derritiéndose. El sueño perfecto de Indiana Jones.

Las muertes truculentas, como la aparición de serpientes y demás bichos desagradables, no solo cubren una función estética, sino también ética: son los giros, los tirabuzones, las subidas y las bajadas de la montaña rusa que subyace en la estructura de todas las películas de Indiana Jones. Son los pinceles de los que se sirven Spielberg y Lucas para hacer que la audiencia vibre con cada una de las películas de la saga de Indiana Jones.

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