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52 Festival de Sitges #3: Palmarés y las 5 mejores películas a competición

En Cine y Series domingo, 13 de octubre de 2019

Javi Cózar

Javi Cózar

PERFIL

El 52 Sitges Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya ya es historia. Su palmarés ha sido de los menos discutidos que se recuerdan aquí. La película española El hoyo ha sido la gran triunfadora con los premios a la mejor película y efectos especiales del jurado de la sección Oficial Fantàstic Competició, el Gran Premio del Público a la Mejor Película, y el Premio Citizen Kane al director revelación otorgado por el Jurado de la Crítica a Galder Gaztelu-Urrutia. Cuatro galardones que se suman a una triunfal carrera en festivales (fue Premio del Público en la sección Midnight Madness de Toronto) y que confirman la película como una de las sensaciones españolas de 2019.

Adoration (Fabrice Du Welz, 2019). Sitges

Adoration, de Fabrice du Welz, también se llevó varios premios: el jurado de la sección oficial competitiva le otorgó el de Mejor Fotografía, el Premio Especial del Jurado, y una Mención a sus dos jóvenes protagonistas, Thomas Gioria y Fantine Harduin; y el jurado de los Méliès Awards le recompensó con el Méliès d’Argent a la mejor película.

Du Welz, un habitual en Sitges, retrata un típico coming of age apuntalado en un amour fou de manual: dos adolescentes escapan de una institución y en su huida arrastran todas sus grietas de salud mental, especialmente la chica. Adoration lleva ese amour fou (de él hacia ella) a unos extremos en los que, como espectador, no solo hacen que la película sea por momentos insoportable (esos ataques de histeria tan sobreactuados), sino francamente difícil de creer: mandar a paseo a la chica o devolverla al psiquiátrico, algo que el timorato protagonista nunca llega a atreverse a hacer, se revela como la única opción cuando queda meridianamente claro que el trastorno mental que padece es de una seriedad imposible de manejar para un adolescente.

sitges

Y otra película que amasó más de un premio fue la coproducción brasileño-francesa Bacurau, que se llevó el de Mejor Dirección, otorgado por el jurado de la sección oficial competitiva para sus dos directores, Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles; el Premio de la Crítica José Luis Guarner; y el Premio Jurado Carnet Jove al mejor largometraje de género fantástico.

Bacurau es de esas películas pastiche a la que se le puede hincar el diente partiendo de tantas sensibilidades distintas que al final es fácil que agrade a todos. Amalgama en sí misma de géneros como el western, el terror y el drama social, deviene interesante si se consigue sobrevivir a sus primeros y tediosos 45 minutos. Es a partir de entonces cuando la película empieza a revelar a qué juega: un thriller sórdido con ecos del exploitation italiano de finales de los 70/principios de los 80, que homenajea de manera bastante indisimulada a un clásico del calibre de Asalto en la comisaría del distrito 13.

Las referencias más o menos veladas están ahí para el que las quiera ver (la escuela donde se esconden algunos de sus protagonistas al final de la película se llama “Escola Municipal João Carpinteiro”, y el rifle que enarbola el personaje de Udo Kier es, si no el mismo, una réplica bastante parecida al del principal villano de la mítica cinta de John Carpenter), aunque el homenaje se articula en el momento en que los habitantes de un remoto pueblo deciden defenderse del ataque de unos turistas que pagan para matarlos a todos: la cárcel de Carpenter transformada en el pueblo, y los habitantes atrapados en su interior repeliendo, como hacen los que están atrapados en la cárcel, un ataque exterior que pone en peligro sus vidas.

(NOTA: Sí, este es el segundo remake inconfeso de Asalto en la comisaría del distrito 13 con el que tropiezo en este Sitges, siendo el otro VFW. Se trata, sin embargo, de dos aproximaciones muy distintas al universo carpenteriano y, por lo tanto, complementarias e interesantes cada una en sus propios términos).

El resto de los premios del palmarés bascula entre lo anecdótico, como el de Mejor Música para J’ai perdu mon corps, hasta el desconcertante de Mejor Guion para Judy & Punch, pasando por alguno muy discutible como el de Mejor Interpretación Masculina para Miles Robbins por Daniel Isn’t Real. No están en este palmarés muchas de las 35 películas presentadas en sección oficial competitiva que merecían haber estado. Pero es que 35 películas, ya hace años que insisto, son muchas películas.

Aquí recopilo las 5 mejores (en estricto orden alfabético) para hacer un balance de un año en Sitges que, sin haber dado ningún título de esos que parecen llamados a perdurar en la memoria de los fans del festival, sí que ha sabido mantener un nivel medio bastante aceptable.

Achoura (Talal Selhami, 2018). Sitges

Achoura tiene una de esas estadísticas que genera titulares atractivos para sus responsables: es la primera monster movie realizada en Marruecos. El titular ya revela que la apuesta, lejos de inscribirse en un lenguaje audiovisual más propio de cinematografías exóticas, se apropia de los códigos del fantástico más occidental para urdir, eso sí, una trama que hunde sus raíces en un cierto costumbrismo local marroquí.

A la película se le pueden reprochar varias cosas, entre ellas inspirarse demasiado en el It de Stephen King, o no haber pulido del todo algunos recovecos de guion que no acaban de quedar del todo claros. Sin embargo, es embriagadora como propuesta fantástica pura, lleva al espectador por caminos no excesivamente novedosos pero sugerentes a todos los niveles (interpretación, dirección, música), y escapa finalmente de sus fuentes de inspiración para armar un producto genuinamente local narrado, sin embargo, desde una perspectiva internacional.

The Cleansing Hour (Damien LeVeck, 2019). Sitges

The Cleansing Hour parte de una premisa no excesivamente atractiva: un grupo de youtubers lo está petando con retransmisiones en vivo de supuestos exorcismos reales que, of course, son falsos, hasta que en una de estas retransmisiones un demonio real posee a la actriz que interpreta a la poseída de turno.

La película, afortunadamente, supera esta más bien previsible formulación inicial con un tremendo, vitriólico discurso acerca de lo fake en Internet, lo cercana que está la mentira en nuestro día a día, y funciona de manera espectacular como metáfora de las consecuencias de propagar fake news. Salvaje, divertida, aterradora, es seguramente la película de género fantástico puro que más se merecía haber entrado en el palmarés.

Color Out of Space (Richard Stanley, 2019). Sitges

Color Out of Space, por estética lisérgica y porque también está protagonizada por Nicolas Cage, llegaba a Sitges con una cierta aura de ser “el Mandy de este año”. En poco se parecen ambas películas, y la comparación simple y llanamente no procede. Richard Stanley adapta el tremendo relato corto de H.P. Lovecraft tomándose algunas licencias que no interfieren para nada en el resultado final: la acción transcurre en la actualidad, con todos los efectos colaterales que ello conlleva, y por ejemplo tampoco se intenta describir, como en el cuento, una luz con un color que no existe, por más que obvias razones técnicas.

La película es un simpático regreso al cine fantástico de los años 80, ese que se cocía a fuego lento para estallar en un final vibrante que te dejaba paralizado en la butaca del cine. Stanley sabe lo que hace, dosifica las referencias aquí y allá integrándolas perfectamente en la lógica narrativa (de La cosa a Society, por citar algunas), y lo más importante de todo: consigue captar el espíritu del relato de Lovecraft, que impregna toda la película con ese concepto del terror tan físico, virulento e insano

El hoyo (Galder Gaztelu-Urrutia, 2019). Sitges

El hoyo es una ingeniosa mezcla de denuncia social y fábula sci-fi que hereda no pocos rasgos de una obra maestra del calibre de Cube, aunque sus similitudes tengan mucho más que ver con la puesta en escena que con el argumento en sí. La acción transcurre en una especie de cárcel con forma de agujero jalonado por diversos niveles en los que acaban varios personajes. Cada personaje es movido cada mes aleatoriamente de un nivel a otro, y cada día baja una plataforma por cada piso con comida. Los que tienen la suerte de estar en los pisos superiores comen lo que quieren, pero a medida que la plataforma desciende la comida escasea, y ya en los últimos niveles directamente es inexistente.

La película se está convirtiendo en todo un fenómeno, pero ojo, no es ni de lejos una película enteramente satisfactoria. Su crítica social de brocha gorda es, por obvia (chiste oculto que entenderán los que la hayan visto), muy torpe y miope, casi tanto como la solución que el protagonista aporta para paliar las desigualdades entre los pisos superiores y los inferiores. Más suerte tiene como artefacto fantástico, ya que tanto su puesta en escena como su asfixiante claustrofobia son hallazgos para considerar.

Pero donde sí que hay descubrirse es ante la arriesgada propuesta de sus responsables, ya que El hoyo juega sus cartas a partir de una dureza visual en no pocas ocasiones desagradable (los que sean escrupulosos con la representación visual de la comida, mucho cuidado con esta película). Sus coqueteos, pues, con un cine poco complaciente a nivel estético puede pasarle factura en su carrera comercial, y eso es precisamente lo que me parece más importante de esta película, que ha sido parida a espaldas de la conciencia mainstream contando una historia difícil de una manera cruda.

Noche de bodas (Tyler Gillett, Matt Bettinelli-Olpin, 2019). Sitges

Ready or Not (estrenada ya en España bajo el título de Noche de bodas) podría perfectamente ser la broma de esta lista, pero en realidad la boutade es del equipo de programación del festival, no mía. Programar una película como esta a competición no tiene demasiado sentido: lo ha petado todo en USA y tiene visos de arrasar también en taquillas en España, muy poco puede hacer Sitges por ella, la verdad. Sin embargo, se puede entender su inclusión en la programación de Sitges porque su tono, entre lo desenfadado y lo gore, encaja perfectamente con el espíritu del festival. La cuestión es la validez de su pertenencia a la sección oficial competitiva, cuando Sitges dispone de secciones mucho más adecuadas donde canalizar este tipo de pre-estrenos: podría haber entrado en Secció Oficial Fantàstic Fora de Competició (lugar donde debería haber aterrizado, la verdad), como Sessió Especial, o incluso, como ocurrió hace algunos años con La llegada, como sesión sorpresa.

Error de programación, pues, pero únicamente por el choque entre lo que es la película (un producto fabricado por una major con distribución masiva asegurada) y la que es una de las principales funciones de un festival, esto es, promover y poner en valor nuevas ideas, formatos, autores, etc. que aporten algo al género (fantástico, en el caso de Sitges) o lo hagan avanzar en una determinada dirección. Porque por lo demás, la verdad es que pocas películas se habrán visto este año en el festival más “de Sitges” que Ready or Not.

En efecto, su mecanismo basado en el humor negro, la sangre (no mucha, que al fin y al cabo es un producto para las masas y hay que mantenerse dentro de los márgenes), y el terror gótico, funciona con tal precisión milimétrica que cada gag, cada susto, cada explosión gore, parece calculada para provocar el aplauso de la audiencia de Sitges.

Esto no invalida en absoluto la propuesta, bien al contrario, demuestra que Ready or Not es una película inteligente, consciente de que se dirige a un público muy concreto y muy connaisseur y, por lo tanto, esforzada en sus clichés para transgredirlos o como mínimo maquillarlos de manera convincente. Una montaña rusa divertidísima que se permite, y mucha atención a esto, uno de los desenlaces más sarcásticos, inesperados y tronchantes de todo el año 2019. Solo por ese final, y también porque es una película que se restriega en el fantástico con mucho gusto y sin ningún complejo, Ready or Not pasa por ser mi película favorita de toda la sección oficial competitiva de Sitges 2019.

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