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52 Festival de Sitges #2: Gaspar Noé y Maribel Verdú

En Cine y Series 9 octubre, 2019

Javi Cózar

Javi Cózar

PERFIL

El 52 Sitges-Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya encara su meridiano con la sensación de que el nivel medio de las películas que se proyectan es bastante aceptable este año. Obviamente, en un festival con 170 títulos repartidos en 10 secciones distintas es complicado establecer un “nivel medio”. Son tantos los itinerarios posibles que cada espectador puede confeccionarse un festival completamente distinto al de los demás y, por lo tanto, tener una visión radicalmente distinta de eso que intentamos definir como “nivel medio”.

Con esta advertencia en mente, hay varias películas que cabría destacar por su aportación al género fantástico y por motivos bien distintos. Una de ellas es VFW, incluida en Panorama Fantàstic y dirigida por Joe Begos, un director que, ojo al dato, ha presentado aquí en Sitges todos y cada uno de los cuatro largometrajes que ha dirigido hasta la fecha (este año tiene los dos últimos, nada menos).

VFW (Joe Begos, 2019)

Alguien está a punto de pasarlo mal aquí…

VFW es, desde luego, una película ultraviolenta, es una película salvaje, es una película sangrienta, y por todo esto, no cabe duda de que es también una película cuya inclusión en la programación de Sitges está totalmente justificada. Pero VFW es, por encima de todo, una carta de amor a Asalto en la comisaría del distrito 13, hasta el punto de que acaba convertida en un remake inconfeso de la magistral cinta que John Carpenter dirigió en 1976. Todo lo que Begos tiene que hacer es sustituir la comisaría por un bar, los delincuentes y los policías atrapados por un grupo de soldados veteranos, y los atacantes por una pandilla de yonkis desesperados por recuperar un importante cargamento de droga.

Y eso sí, pasarlo todo por el filtro de su director, esto es, añadirle (que esto no estaba presente en la película de Carpenter) toneladas de gore descerebrado. VFW deviene finalmente un festival de hachazos en la cabeza, cuerpos explotando, y mutilaciones varias, que a buen seguro habría hecho las delicias del primer Peter Jackson, el de Mal gusto y Braindead.

En Secció Oficial Fantàstic, pero fuera de competición se ha presentado la última película de Brad Anderson, otro director fuertemente ligado a Sitges ya que casi todos sus largometrajes (especialmente los primeros) han aterrizado aquí en una u otra sección. Fractured se inscribe en ese cine de paranoias mentales en las que parece que el personaje protagonista vive una realidad alternativa en la que todos a su alrededor conspiran en su contra.

Fractured (Brad Anderson, 2019)

La familia protagonista… o puede que no!

El esfuerzo de todos aquí es encomiable, desde una dirección competente hasta un Sam Worthington bastante matizado (y eso que el personaje daba para excesos), pasando por un guion calculado al milímetro. Es una lástima, con todo, que la conclusión no sea atrevida y que, para consumar el giro final, Fractured tenga que recurrir a un truco tramposo que siente el espectador como una verdadera estafa.

Climax (Gaspar Noé, 2018)

Gaspar Noé, DJ no de canciones sino de bromas de mal gusto.

Otro director que Sitges mima, y de qué manera, es Gaspar Noé. Todos los largometrajes que ha firmado en solitario (ha participado en algunos colectivos) han estado en Sitges, lo que demuestra la opinión que sus programadores tienen del director afincado en Francia, aunque nacido en Buenos Aires. Lux Æterna es una exploración del oficio de director de cine y del de actriz protagonizada por dos actrices francesas de un peso específico descomunal: Béatrice Dalle y Charlotte Gainsbourg.

Como siempre en Noé, su ego absolutamente infinito impregna todo el discurso hasta el punto de que se lo merienda y lo anula por completo. Si había una reflexión acerca del oficio de cineasta ya da igual, porque lo único que importa aquí es Noé pontificando, esta vez de manera literal con citas de grandes directores impresionadas en enormes caracteres que ocupan toda la pantalla (otra marca de la casa) y adornadas con excelsas piezas de música clásica.

Básicamente, Lux Æterna retrata el caos de un rodaje de cine mediante conversaciones superpuestas y personajes desquiciados. Así los 52 minutos que dura la película. La broma pesada (y ya van…) termina con 15 minutos de luz estroboscópica, formada (¡cómo no!) a partir de los colores de la bandera francesa, no aptos para personas especialmente fotosensibles o, directamente, no aptos para nadie en sus cabales.

Lux Æterna (Gaspar Noé, 2019)

Béatrice Dalle y Charlotte Gainsbourg, castigadas por Noé.

Aunque la película es tremendamente incapaz de trasmitir nada que no sea el mencionado ego de Noé (y ya van…), hay que admitir que la filmografía del director presenta una evolución francamente muy apreciable: ha pasado de las casi tres horas de duración de Enter the Void a la hora y media escasa de Climax y, este año, a los 52 minutos de Lux Æterna. El paso lógico sería que el año que viene presentase en Sitges un corto de 20 minutos, en 2021 un corto de 7 minutos, y ya por fin en 2022 dejara definitivamente de hacer cine.

Dark Encounter (Carl Strathie, 2019)

Dark Encounter, de lo mejor de Sitges 2019

A quien sí que hay que aplaudir, y mucho, es a Carl Strathie, director de Dark Encounter, que se ha presentado en Panorama Fantàstic. Para entendernos: lo único que le falta a la película es un crédito que anuncie “Executive Producer: STEVEN SPIELBERG”, y el logo de Amblin al final. Porque Dark Encounter es exactamente el tipo de filme que Spielberg producía en los años 80.

La deuda de la película con Encuentros en la tercera fase es imposible de obviar, y ya no solo por el aspecto formal, con el uso intensivo de las luces para transmitir la sensación de terror, sino también por la caligrafía de Strathie, que prefiere en tiempos de lo explícito ocultar prácticamente hasta el final a los extraterrestres y, cuando los muestra, hacerlo con una iconografía antropomórfica bastante clásica. Dark Encounter se construye a través de las miradas de los personajes, más que en la materialización de los que miran, y en ese sentido está más preocupada por el efecto aterrador que la visita alienígena tiene en sus protagonistas que por la visita en sí.

Dark Encounter (Carl Strathie, 2019)

Las miradas de los personajes, muy importantes en Dark Encounter.

Película clásica, pues, en toda su concepción del cine fantástico, quizás resulta un pelín contemplativa en su desarrollo narrativo, pero es una apuesta honesta y sincera por un tipo de cine en desuso que, y aquí radica su principal hallazgo, no necesita recurrir al consabido pastel de referencias directas en el que acaba incurriendo buena parte de esta oleada de nostalgia ochentera que nos inunda desde hace algunos años.

Maribel Verdú

Maribel Verdú, merecidísimo premio Màquina del Temps en Sitges 2019.

Mucho, pero mucho menos satisfactoria es El asesino de los caprichos, de Gerardo Herrero. Presentada en sección Òrbita, ha servido al festival como excusa para otorgarle a su protagonista, Maribel Verdú, la máxima distinción que otorga Sitges, su Màquina del Temps. Está claro que es un premio merecidísimo, Verdú es una extraordinaria actriz y, aunque no está especialmente ligada al cine fantástico, sí que ha hecho acto de presencia en alguna importante película del género como El laberinto del fauno.

La lástima es que la película que adornaba la concesión de este premio sea, en todos los sentidos, un absoluto desastre. Empezando por el guion, un amasijo de tópicos del thriller enlazados uno detrás de otro sin la menor gracia y con importantes agujeros de coherencia que lo arruinan por completo. En este sentido, cuesta creer que alguien con la experiencia y la trayectoria de Herrero dijera que el guion le “enamoró”.

La ejecución de Herrero tampoco ayuda demasiado. Mal planificada, mal montada, El asesino de los caprichos es narrativamente de una torpeza hasta cierto punto sorprendente, a ratos parece incluso rodada por un amateur, tal es su inoperancia a este nivel.

El asesino de los caprichos (Gerardo Herrero, 2019). Sitges

Por último, las interpretaciones acaban de rebajar la poca calidad del producto. No hay malos intérpretes aquí (Verdú está acompañada de Aura Garrido, Daniel Grao o Roberto Álamo, entre otros), pero todos basculan entre lo meramente funcional (caso de Álamo) y la declamación de textos recitando como si leyeran un libro en voz alta (caso de Garrido).

Si lo que pretendía Herrero es demostrar lo aburrido que puede ser el día a día de una investigación criminal, desde luego que lo ha clavado.

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