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47 Festival de Sitges: #1 Scarlett, Ethan, y zombis (marineros, nazis y castores)

En Cine y Series domingo, 5 de octubre de 2014

Javi Cózar

Javi Cózar

PERFIL

Sitges ya ha sido invadido por una horda de fans dispuestos a disfrutar de todas y cada una de sus sesiones. Los dos primeros días del festival nos han dejado desde muestras de terror sutil como The Babadook y The quiet ones hasta propuestas de gore desatado como Dead snow 2. Todo cabe en Sitges.

El pasado viernes arrancó la edición número 47 del Sitges Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya y lo hizo con la cuarta (¿y última?) entrega de la saga iniciada con REC, precisamente en este mismo festival. Si bien es discutible la imagen que puede dar el comenzar el festival con una cuarta parte, lo que ya me parece poco cuestionable es la ínfima calidad del producto que ha entregado Jaume Balagueró. En REC 4  el despropósito alcanza niveles de puro bochorno con un guion que no se aguanta por ningún lado (los zombis están acotados al escenario de un barco donde se experimenta con la solución al virus), regado de topicazos de mercadillo de segunda mano, con unos diálogos que parecen escritos por un adolescente on fire y unas interpretaciones bastante ridículas (Manuela Velasco se pasa la película chillando histérica sin dotar a su personaje de la más mínima carga de profundidad). Lamentable conclusión (o no) de una saga que empezó muy bien pero que nunca ha sabido enderezar el rumbo excepto en la tercera entrega, la única de la saga que pilla por sorpresa al espectador puesto que es la única de las cuatro que tira del humor para contar su historia.

[•REC] 4: Apocalipsis (Jaume Balagueró, 2014)

El día, sin embargo, no lo pudo torcer ni este desastre de inauguración ni tampoco Creep, otro found footage quizás más simpático que la media (sin duda gracias a la excelente interpretación de Mark Duplass) y con un final bastante irónico, pero muy aburrido y previsible (como casi todos los del género). Y es que, a competición, se pudo gozar de dos buenas dosis de terror psicológico como son The Babadook y The quiet ones. La primera es un sensible pero tenso retrato de la maternidad vista como un infierno, no tanto por culpa del Babadook del título (que también) sino por la progresiva aniquilación moral y física a la que es sometida la madre protagonista por parte de su hijo. La segunda, aunque da vueltas en círculos sobre la misma situación, consigue asustar un poco y confronta de manera muy inteligente ciencia y superstición en una batalla que no se decanta por ninguno de los dos lados… o eso es lo que nos quiere hacer creer.

Párrafo aparte merece, sin embargo, Predestination, compleja obra de arte que vuelve a reunir a Ethan Hawke con los directores de Daybreakers, los hermanos Spierig. La paradoja temporal que propone, y que se revela lentamente en los últimos 30 minutos de proyección, es de esas que uno tiene que digerir después de salir de la sala. Y cuanto más se piensa, más se crece todo el conjunto porque uno se da cuenta de que lo que han hecho los Spierig, aunque no es evidente hasta el final, es un rompecabezas desarmado que el espectador va ensamblando a medida que avanza la película y que, una vez todas las piezas en su sitio, es de una belleza arrebatadora. Sin duda, una película de la que habrá que hablar mucho cuando se estrene en España si es que alguien se digna a estrenarla, porque el panorama en ese sentido está bastante complicado.

Predestination (Michael Spierig y Peter Spierig, 2014)

De Under the skin se ha hablado mucho ya (la película lleva meses estrenada en medio mundo), y parece que hay legiones de fans entusiastas dispuestos a defenderla con uñas y dientes. Yo no soy uno de ellos, lo siento. Hay que reconocerle a Jonathan Glazer la osadía de filmar esta película de la manera en la que está filmada (es casi muda y con algunas escenas grabadas con cámara oculta), pero su apuesta minimalista es solo apta para incondicionales del cine radicalmente experimental, entre los que no me cuento.

El sábado, y coincidiendo con la clásica Zombiewalk, el Auditori del Hotel Meliá ha recibido dos invasiones zombi, una de nazis y otra de castores. La primera, Dead snow 2: Red vs. dead, acaba contra todo pronóstico superando a su predecesora (que ya era bastante buena) por la vía de la acumulación: más es más, debe haber pensado Tommy Wirkola. Así que, liberado de las necesidades argumentales de la primera parte que obligaban a un planteamiento clásico en el que la furia zombi no se desataba con todo su esplendor hasta el tercer acto, en esta ocasión la fiesta empieza desde el minuto uno y, milagrosamente, no decae ni un solo momento. El ingenio está más afilado si cabe (abundan los gags efectivos como el del zombi que no puede hacer el saludo nazi porque le falta el brazo derecho), y el gore directamente desbordado (el intento de salvar la vida a un niño que acaba con todos sus intestinos desparramados es antológico).

No se puede ser tan entusiasta, sin embargo, con Zombeavers, que más allá del chiste de que los zombis sean castores no presenta ni un miligramo de ingenio por ninguna parte. Película tosca de realización, tremendamente machista de concepción (volvemos al esquema de chicas bonitas enseñando cuerpo, pero ¿no habíamos superado ya eso?), y totalmente nula en cuanto a historia: es de esas en las que los chavales protagonistas son muy muy muy pero que muy imbéciles, y da mucha pereza hasta esperar a que los castores se los coman. Lamentable.

Zombis nazis 2 (Tommy Wirkola, 2014)

También hoy, por cierto, se ha podido ver la primera película española a concurso en la sección oficial, Musarañas, que propone una visión angustiosa de la España post-Guerra Civil donde la represión religiosa juega un papel muy importante. Película de un solo escenario, se deja ver gracias a la sobriedad de su puesta en escena y a unas excelentes interpretaciones de Macarena Gómez (un premio para ella no sería de extrañar) y Nadia de Santiago. Sobriedad que, por cierto, salta por los aires en una explosiva media hora final totalmente desbocada y sangrienta, interesante contraste con el resto de la película que deja un indudable buen sabor de boca.

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