El palmarés del 48 Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya Sitges 2015 reparte premios entre muchas de las películas que más han gustado a la audiencia.
La recta final de Sitges 2015 ha deparado alguna agradable sorpresa con la que no contábamos como Enragés (Rabid Dogs, Éric Hannezo, 2015), una de esas películas de premisa mínima (la huida de unos atracadores que, desesperados, se llevan consigo a una mujer y a un padre con su hija pequeña) que se exprimen a fondo para atrapar al espectador. De tensión continuada, la cinta funciona excelentemente tanto como homenaje a Mario Bava(director de la película en la que se inspira) como furioso thriller que, mucha atención a esto, desemboca en unos últimos 45 segundos con un giro argumental que haría palidecer de envidia al mismísimo Shyamalan. Lo que no acabo de entender es que Enragés (Rabid Dogs) no haya sido programada mejor en sección oficial a concurso: al fin y al cabo, es el típico thriller con potente músculo narrativo y suficientes dosis de violencia que podría haber triunfado en este festival, un poco al estilo de la tremenda Green Room, que de manera acertada sí que competía por premios.
The Invitation (Karyn Kusama, 2015), en cambio, ha sido muy bien colocada en la sección competitiva, lo que ha permitido que se alzara con el premio principal como luego veremos. Es una película pequeñita, de un solo escenario (una casa donde se reúnen para cenar unos amigos), y su efectividad se basa en la constante manipulación que ejerce sobre el bagaje previo del espectador, en materia de cine fantástico: sus típicas insinuaciones acerca de lo que realmente está ocurriendo nos llevan a pensar una y otra vez que algo chungo esconden los anfitriones, pero entonces la película desmonta nuestras sospechas y nos deja desarmados, para luego volver a darnos munición para pensar que algo raro pasa en la casa. No me adentraré más en el tercio final para no arruinar la sorpresa, pero apuntaré un detalle: el plano final, y solo el plano final, no solo valida de manera sarcástica todo lo que hemos visto en la hora y media previa, sino que es una de las conclusiones más inquietantes y sorprendentes que se recuerdan en el festival de Sitges.
Por último, imposible no destacar I am a hero (Shinsuke Sato, 2015), vigorosa y divertidísima película que adapta un manga japonés y que lleva el universo de The Walking Dead a un punto casi de irreverencia: el protagonista no es un valiente sheriff, como en la serie, sino un dibujante de cómics cobarde que no se atreve a enfrentarse cara a cara con los zombis. Aunque le sobra metraje y eso da lugar a una cierta irregularidad en su andamiaje narrativo, la verdad es que el resultado es extraordinario, porque conviven aquí tanto la comedia loca de sangre y tripas, a lo Peter Jackson, como un retrato más intimista y sensible del individuo superado por acontecimientos extraordinarios. Y un aviso: sus últimos 10 minutos, montados casi como febril homenaje gore de la famosa escena del pasillo de Old Boy (Park Chan-wook, 2003), son posiblemente los 10 minutos más pasados de rosca que se van a poder ver este 2015, una locura extrema.
Con la publicación del palmarés, Sitges 2015 llega a su fin y se impone un balance de urgencia sobre lo que han dado de sí estos 10 días de cine en la Blanca Subur. Superar la edición de 2014 era bastante complicado y no se ha conseguido, pero es que la del año pasado fue probablemente la mejor edición, con Ángel Sala como director, y una de las mejores de todo el festival. Hay aspectos organizativos y de concepción del festival que habría que pulir, pero son los de siempre y uno se siente un poco como Bill Murray en Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1993) porque cada año toca hablar de las mismas carencias. Quizás el aspecto más urgente a resolver es la desmesurada cantidad de películas programadas en Sitges. Se han quitado 6 de la sección a competición, respecto a las que había el año pasado, y aún así 36 cintas son demasiadas. Reducir un poco las dimensiones del festival haría disminuir el taquillaje, eso está claro, pero también los gastos, y permitiría al festival ofrecer oxígeno entre películas y generar espacios para la reflexión acerca de lo que se está viendo, algo que se echa muy en falta.
En este sentido, me ha parecido muy triste que los criterios de programación de Sitges no hayan dejado ni un hueco para un homenaje a Wes Craven o a Christopher Lee, ambos fallecidos recientemente. No hablo de una retrospectiva (de las que hace años se hacían aquí y de las que tuve la suerte de poder disfrutar), tampoco de que se tenga que homenajear absolutamente a todos los que se mueren, entiendo que eso es imposible. Pero supongo que todos estaremos de acuerdo en que tanto Craven como Lee son figuras clave en el género fantástico, y en mi opinión ambos se merecían algún tipo de presencia en la programación del festival.
Respecto al palmarés, poco que objetar porque no soy de los que se indigna fácilmente con el fallo de los jurados de Sitges. Primero, por un ejercicio de honestidad no sé si mal o bien entendida, y es que al ser imposible ver el 100% de la sección oficial a competición me siento inhabilitado para emitir un juicio exaltado sobre el reparto de premios. Y segundo, porque el palmarés no deja de ser la opinión de cinco señores y si quiero cabrearme al respecto siempre me viene a la cabeza aquella frase del gran Harry Callahan en La lista negra: Las opiniones son como los culos: todo el mundo tiene una.
Por otra parte, es que este ha sido uno de los palmarés más agradables que recuerdo. En una edición donde no ha habido una clara favorita a batir, figuran algunas (no todas, porque eso es imposible) de las películas que han despertado más admiración. Pocos discutirán que The Invitation es una película dignísima para llevarse el premio principal, no sé si la mejor, pero es una opción que disgustará a pocos. También se han llevado premios crowd pleasers como The Final Girls, Turbo Kid, o I am a Hero. Es realmente un palmarés al que se le puede objetar poco… o incluso nada. Si acaso, sorprende el premio a la mejor actriz para Pili Groyne, la niña de Le tout noveau testament, y no porque no lo haga bien (que sí), sino porque había candidatas muy serias como Laia Costa por Victoria o Alba Ribas por El cadáver de Anna Fritz. Por lo demás, cada uno tiene sus favoritas, pero las que figuran en el palmarés son películas que, en su mayoría, han gustado mucho aquí en Sitges y por lo tanto será un reparto de premios que agradará más que disgustará.
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