La programación del Teatro de la Ópera de Florencia pensada por el director del teatro Alexander Pereira (presente en la ciudad toscana desde 2020 y anteriormente director de La Scala desde 2014 a 2019) se ha caracterizao por dividirse en tres temporadas o mejor dicho festivales: el Festival de otoño, el de Carnaval, a los que se añadirá el habitual del Maggio Musicale Fiorentino que, desde su fundación en 1933, se desarrolla entre mayo y julio de cada año.
La última ópera elegida para el Festival de Carnaval ha sido The Rake’s Progress, de Igor Stravinski, que se ha convertido también en la última producción con Pereira al frente del teatro florentino, ya que el director ha sido remplazado hace pocos días por un nuevo gestor, a causa de su gestión económica no particularmente resuelta a satisfacción de sus detractores. No obstante, Pereira ha conseguido elevar el nivel del teatro y de sus producciones a un estrato desconocido en años anteriores, como demostró también el The Rake’s Progress estrenado el 12 de marzo y saludado con grandes ovaciones por el público presente en la Sala Zubin Metha, dirigidas sobre todo hacia Daniele Gatti, designado director musical del teatro florentino desde 2022 hasta 2024.
Con The Rake’s Progress de Stravinsky (ópera estrenada por primera vez bajo la dirección del mismo compositor en la Bienal de Música de Venecia en 1951), Gatti cierra su personal recorrido en Florencia entorno a la producción neoclásica del compositor ruso, iniciada en 2022 con Perséphone y Oedipis Rex, al que se añadió el concierto del 17 de marzo pasado con una interpretación modélica de Pulcinella. Stravinsky es, sin duda, un compositor particularmente afín al director italiano y su lectura de una ópera tan compleja como The Rake’s Progress – que exige un control admirable de las formas musicales heredadas de la tradición de la ópera italiana de los siglos XVIII y XIX –, fue modélica en todo momento.
Gatti consiguió y obtuvo de la orquesta del Maggio Musicale Fiorentino, en verdadero estado de gracia, la afilada precisión de las líneas musicales y de sus peculiares enlaces contrapuntísticos, la fuerza del impulso rítmico, el color alegre y valiente, aspectos fundamentales en la ópera de calado dieciochesco de Stravinsky. Al mismo tiempo, el director milanés fue capaz de subrayar también el lado melancólico de la partitura presente en el recurso a modelos formales perteneciente a la ópera decimonónica que el compositor ruso utiliza con gran sabiduría y nunca como mera citación.
El homenaje y reinterpretación del siglo XVIII que caracteriza el libreto de Wystan Hugh Auden y Aldous Huxley (inspirado en la conocida serie de cuadros y agua fuertes del pintor inglés William Hogart) fue muy débil en la puesta en escena de Frederic Wake-Walker, pensada, por lo contrario, dentro de en un marco contemporáneo a medias entre el estilo circense y el juego infantil y con escasas alusiones al Siglo de la Luces. Su planteamiento, acompañado por las proyecciones de Ergo Phizmiz y los trajes (los únicos con rasgos dieciochescos) y el decorado de Anna Jones, resultó efectivo sólo en los momentos más irónicos de la obra, dejando de lado la esencia amarga y metafísica parábola del libertino de Stravinski.
El espectáculo se quedó así en una serie de citas del imaginario inglés modernizadas a un estilo entre libro de cuentos, music-hall y caricatura a medias entre Dickens y Ken Loach. La presencia de algunos momentos seguramente logrados, sobre todo en los primeros dos actos y gracias a una meticulosa gestión de los movimientos escénicos, permitieron el desarrollo de un espectáculo siempre agradable y nunca casino, pese a que sus premisas no fuesen las más adecuadas a un ‘texto’ como el de Stravinski y Auden.
En el reparto, el tenor Matthew Swensen consiguió un Tom Rakwell elegante y equilibrado, acompañado por la que fue verdadera triunfadora de la velada, Sara Blanch. La soprano catalana ofreció una Anne Trulove de gran pureza e intensidad, gracias a su voz lírica de timbre luminoso y adamantino en un papel nada fácil y que Stravinsky escribió nada menos que para la gran soprano Elisabeth Schwarzkopf. Muy logrado fue también el Nick Shadow del barítono Vito Priante, justamente socarrón y sutilmente seductor, como exige un papel de evidente derivación mefistofélica. Excelentes todos los otros intérpretes, empezando por la poco común Baba la Turca de la mezzo Adriana di Paolo, y siguiendo con Marie-Claude Chappuis como Mother Goose, James Platt en el papel de Trulove. Excelente finalmente el coro del Maggio Musicale Fiorentino que se confirmó una vez más uno de los mejores del mundo.
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