Tres visiones para resumir musicalmente 2025

En Música sábado, 27/12/2025

Carlos Pérez de Ziriza

Carlos Pérez de Ziriza

PERFIL

Partamos de lo obvio. Supón que no duermes. Porque está sobrevalorado. Y que tampoco trabajas. O que, al menos, no lo haces en nada relacionado con la música. Tienes las 24 horas del día para escuchar canciones y discos. Pues bien, ni aún así serías capaz de asimilar de forma razonable la quinta parte de los trabajos interesantes que se publican al cabo de un año. Nadie lo es. Porque es materialmente inabarcable. Por eso las listas son tan interesantes (a mí me sigue gustando hacerlas) como, en esencia, insignificantes en medio de este insondable maremágnum de sonidos que nos rodea. Por eso es tan absurdo indignarse ante cualquiera de ellas: por las ausencias que revelan o por los tronos que pregonan. Igual da.

He de reconocer, eso sí, que a mí este año me ha costado más dar con veinte o treinta discos a los que tuviera claro que convenía resaltar por encima de otros. No me ha parecido un año especialmente brillante, a diferencia de la mayoría de precedentes. No al menos en el plano internacional: respecto a lo que sucede en España, ya va siendo otra cosa. Y además, casi todo lo que más me ha gustado eran discos de pop y de rock, en el sentido tradicional. Cuando eso ocurre, es inevitable preguntarte si te habrás hecho mayor (o más conservador) o es que realmente la cosecha no daba más de sí. Prefiero pensar que es lo segundo, claro. En fin, allá van tres formas de resumir lo que ha sido este 2025.

coronavirus

Bad Bunny.

1 Fuera de España: más continuidad que ruptura

Me ha parecido el año más romo en cuanto a discos innovadores, rupturistas o simplemente innovadores. El que más adicción me generó fue el de Wet Leg, quienes, al fin y al cabo, remiten a una reformulación de los noventa con su fantástico segundo álbum. El viejo rock sigue ahí, generando cosas tan sorprendentemente excitantes como lo nuevo de Geese. Y si echo un vistazo a cuáles son los discos de mi Top 20, aquellos por los que he votado en los medios en cuyas listas he participado, tenemos un poco más de lo mismo: el triunfal regreso de Pulp, la enésima muestra de maestría de Robert Forster y de Jeff Tweedy (bien pueden ser sus mejores trabajos en solitario), la frescura minimalista de Horsegirl, la brillante despedida de Saint Etienne, el repunte de un Dean Wareham más inspirado que nunca desde los tiempos de Luna, el espléndido estado de forma de Suzanne Vega, la experimentación de William Tyler, la confirmación de Squid o Shame, el oficio de un cada vez más certero Cass McCombs, la inagotable clase de Benjamin Biolay o la fiabilidad de Destroyer o Jens Lekman.

No termino de compartir el entusiasmo que han generado, de forma casi unánime para los medios especializados, los últimos de Turnstile, Ethel Cain o Bon Iver, discos me han convencido solo a ratos, nunca del todo. Tan solo los álbumes de Rosalía y Bad Bunny me han sacado de esa caligrafía en la que las guitarras priman. Porque en terreno hip hop, ha sido un ejercicio de cierta sequía, aunque el glorioso regreso de los veteranos (y adorables) De La Soul, y también lo nuevo del británico Loyle Carner, nos alegrase el otoño: Little Simz sigue siendo grande, vale, pero lo suyo es otra cosa. Y lo de Blood Orange, que está mejor que nunca, también. Y en electrónica, o pop electrónico (por ampliar el foco), tan solo la reválida de For Those I Love, el descubrimiento del mancuniano Antony Szmierek y (algo menos) lo nuevo de DJ Koze me han enganchado.

2 España, ni una ni cincuenta y una: múltiples lenguajes en colisión

Aquí ya se juntan varias corrientes que están en su punto de mayor caudal: los/as artífices de un cruce entre tradición y vanguardia que ya podría resultar más que exangüe por sobre aprovechamiento (pero afortunadamente no lo está), las jóvenes huestes del rock de guitarras que han emergido durante el último lustro (como si en lugar de hornear bollos se hubieran dedicado entonces a ensayar 24/7 durante aquella pandemia que ya tenemos más que olvidada), los viejos francotiradores del viejo indie (que aún los hay, y en excelente forma), la madurez de algunos jóvenes creadores que alumbraron su marca sobre el pop de dormitorio y lo urbano y, por encima de todos ellos, cómo no, por fin una estrella de eco global, como es Rosalía.

Por eso, junto a su Lux, conviene remarcar los discos de Rusowsky, Rocío Márquez, Joaquín Pascual, Lorena Álvarez, Valeria Castro, Anna Andreu, Verde Prato, Amaia, Depresión Sonora, La Plata, Linda Mirada, Miquel Serra, Shego, The New Raemon, Yawners, Queralt Lahoz, Kiev Cuando Nieva, Gazella, Júlia Colom, Mourn, Montero de Halcones, Mee & The Bees, Germán Salto, Niño de Elche con Refree, La Paloma, Ricardo Lezón, Apsides o Shibuya. Aquí ya me cuesta marcar alguna jerarquía: hay mucho, y muy bueno.

3 Pelis, libros, conciertos y otros manuales de supervivencia

Junto a los discos, nos queda todo lo demás. En mi caso, al menos, necesito refugiarme (como siempre) en el cine, en los libros y en la música en directo, esa fórmula mágica que ninguna IA va a poder suplantar: no hay más que ver la locura y el FOMO desatados en los últimos tiempos con la venta de entradas para algunos conciertos. Tanto masivos como de aforo medio.

He disfrutado mucho con películas como Aún estoy aquí (Walter Salles), Weapons (Zach Cregger), A Complete Unknown (James Mangold), Romería (Carla Simón), Sirat (Oliver Laxe), The Brutalist (Brady Corbet), Siempre es invierno (David Trueba), Un fantasma en la batalla (Agustín Díaz Yanes), Una quinta portuguesa (Avelina Prat), La invasió dels bàrbars (Vicent Monsonís) y, sobre todo, con estas tres, que me han parecido, cada una en su estilo, magistrales: Valor Sentimental (Joachim Trier), Una batalla tras otra (Paul Thomas Anderson) y Mi amiga Eva (Cesc Gay).

Mis libros musicales favoritos han sido Let’s Do It. El nacimiento de la música pop (Bob Stanley), Este grupo se llama R.E.M. (Peter Ames Carlin), A contracorriente. La historia de 4AD (Martin Aston), Máquinas de sueños. La música electrónica en Gran Bretaña desde el BBC Radiophonic Workshop hasta el acid house (Matthew Colin), Yo no quería ser Miqui Puig (Miqui Puig), Matar al papito. Por qué no te gusta el reguetón (y a tus hijos, sí) (Oriol Rosell), Microfestivales y otros escenarios posibles (Nando Cruz), Canciones que te salvaron la vida. The Smiths 1982–87 (Simon Goddard), Freaks Out! Tarados, raros e inadaptados. Ascensión y caída del rock and roll como Dios manda (Luke Haines), I Wouldn’t Say It If It Wasn’t True: A Memoir Of Life, Music, And The Dream Syndicate (Steve Wynn) y Daft Punk: We Were The Robots (Disco Pogo).

Y algunos de los conciertos que más he disfrutado a lo largo de 2025 han sido estos: Destroyer (Jerusalem Club), Billie Eilish (Palau Sant Jordi), Julie Byrne (Primavera Sound), Patrick Wolf (La Rambleta), Peter Perrett (16 Toneladas), Wet Leg (Primavera Sound), Viva Belgrado (Rock City), Dry Cleaning (Loco Club), The Ex (16 Toneladas), Buffalo Tom (Visor Fest), Gazella (Loco Club), Charli XCX con Troye Sivan (Primavera Sound), The Horrors (Moon), Sandra Monfort (La Rambleta), Els Pets (La Bohemia), Cala Vento (Moon) y Bryan Adams (La Fonteta).

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