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Tres grandes directores marcan el XXXV Ravenna Festival

En Música 14 julio, 2024

Gian Giacomo Stiffoni

Gian Giacomo Stiffoni

PERFIL

La edición del Ravenna Festival 2024, la número 35 desde su fundación en 1990 —inaugurada el 11 de mayo con el concierto de Riccardo Muti con los Wiener Philarmoniker—, cerró su programación principal el 7 de julio en Ravenna con el habitual concierto Le vie dell’amicizia (Caminos de la amistad), dirigido por Riccardo Muti. El concierto destacó con un programa, por primera vez, solo de música contemporánea, centrándose sobre todo en el Stabat Mater de Giovanni Sollima, con un texto de Filippo Arriva en antiguo siciliano.

La pieza, estrenada en Catania en 2021, fue interpretada por Muti junto al contratenor Nicolò Balducci, el propio Sollima al violonchelo —utilizando un instrumento fabricado con las maderas de los barcos de los migrantes llegados a Italia— y Lina Gervasi al theremin —un instrumento musical electrónico, el más antiguo conocido que no requiere contacto físico con el ejecutante— ofreciendo al público una experiencia de alta intensidad emotiva. Las notas de Sollima transforman el lamento de la Virgen sobre el hijo muerto en un mensaje universal de amor, dolor en resonancia profunda del sufrimiento que consume los migrantes en las olas del Mediterráneo. El programa se cerró con la Samia Suite: una composición electroacústica de Alessandro Baldissera comisionada por el Ravenna Festival, y con una selección de “cantos migrantes” de la tradición italiana y mediterránea, incluyendo Todo cambia de Julio Numhauser.

Ravenna Festival

Riccardo Muti durante le concierto de «Le vie dell’amicizia». © Zani-Casadio.

El título de la nueva edición del Ravenna Festival, Y fue la tarde y fue la mañana —palabras del Génesis que marcan el paso de los días de la Creación— reflejó un programa que, del 11 de mayo al 7 de julio, ofreció más de cien representaciones con más de mil artistas, abordando temas como los efectos del cambio climático y el valor de la creatividad para comunidades inclusivas y multiculturales.

Entre los eventos musicales más destacados, Ottavio Dantone con su Accademia Bizantina en una interpretación de La Creación de Haydn en el fascinante marco de la Basílica de Sant’Apollinare in Classe, mientras que el Teatro Alighieri albergó tres días dedicados a la Trilogía Qatsi de Godfrey Reggio y Philip Glass. Las películas Koyaanisqatsi, Powaqqatsi y Naqoyqatsi ofrecieron un majestuoso fresco visual-musical sobre el advenimiento del Antropoceno, la era del hombre que deja su huella en la Tierra.

En el ámbito de la música clásica, uno de los aspectos más destacados fue sin duda la presencia de tres de los más relevantes directores de orquesta contemporáneos: los veteranos Riccardo Muti y Simon Rattle, y el ya consolidado Kirill Petrenko, director principal de la Filarmónica de Berlín desde 2019 tras dejarla Rattle.

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Riccardo Muti y la Orquesta Cherubini en el concierto de Ravenna. © Zani Casadio.

Muti y su Orquesta Cherubini ofrecieron un concierto centrado en Schubert, Mozart y la música instrumental italiana de la segunda mitad del siglo XIX y el inicio del XX. La primera parte del programa incluyó una deliciosa Obertura en estilo italiano de Franz Schubert, seguida del Concierto para clarinete y orquesta K. 622 de Mozart, donde el joven clarinetista Simone Nicoletta —anterior primer clarinete de la Cherubini— demostró una técnica excelente y un fraseo envidiable en una de las composiciones más bellas del genio de Salzburgo. En la segunda parte, Muti presentó una interpretación muy intensa de Contemplazione de Alfredo Catalani (1878) y la suite para orquesta Turandot de Ferruccio Busoni, una obra raramente ejecutada basada en la ópera del mismo nombre escrita por el compositor en 1905 sobre el mismo argumento de la famosa ópera de Giacomo Puccini.

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Simon Rattle y la Chamber Orchestra of Europe en concierto de Ravenna. © Zani-Casadio.

El concierto de Simon Rattle con la Chamber Orchestra of Europe también se centró en el clasicismo vienés y la música del siglo XX. El programa incluyó la Sinfonía n.º 9 de Schubert, conocida como «La Grande» por sus dimensiones y la amplitud de su orquestación. A diferencia de muchos directores que acentúan su grandiosidad, Rattle abordó esta amplia construcción sinfónica con un paso ligero, disfrutando de las transformaciones del breve y simple motivo inicial, la riqueza melódica de Schubert, las divagaciones armónicas y la delicadeza de los diálogos casi camerísticos entre los instrumentos, culminando en un impulso jubiloso al final. El concierto se abrió con un espumoso Scherzo capriccioso de Antonin Dvořák, sin embargo, lo más relevante de la velada fue sin duda la actuación de la mezzo-soprano Magdalena Kožená en los 5 Rückert-Lieder de Gustav Mahler y versión para voz y orquesta de las Cinco Canciones Populares Húngaras de Béla Bartók. La voz terciopelada de Kožená brilló especialmente en un sobrecogedor Ich bin der Welt abhanden gekommen (He desaparecido del mundo) de Mahler acompañado por Rattle con extrema participación y una delicadeza camerística.

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Kirill Petrenko y la Gustav Mahler Jugendorchester en el concierto de Ravenna. © Zani Casadio.

El concierto de Kiril Petrenko al frente de la Gustav Mahler Jugendorchester fue, al contrario,  bastante menos convincente. Con un programa centrado en la compleja Quinta Sinfonía de Anton Bruckner, Petrenko demostró una rigurosa precisión técnica al frente de una magnifica orquesta juvenil, sin embargo, su interpretación careció de una dimensión poética, enfocándose más en la estructura matemática de la partitura que en su espíritu y motivación. El director pareció más interesado en desentrañar los contrapuntos que en captar el amplio arco formal de la composición, lo que restó expresión a los jóvenes músicos, quienes, a pesar de mantener una sonrisa en el rostro, parecían más atentos a seguir instrucciones que a interpretar la obra.

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Bostridge y Drake en concierto dedicado a Byron. © Marco Parollo.

Una mención especial merece finalmente el concierto dedicado a George Gordon Byron del tenor inglés Ian Bostridge acompañado por el pianista Julius Drake. Ravenna, impregnada del eco de los pasos excéntricos y románticos de Lord Byron, uno de los visitantes más ilustres en la historia de la ciudad, fue el escenario ideal para este recital. En el Claustro de la Loggetta Lombardesca del Mar —Museo de Arte de la Ciudad de Rávena—, Bostridge y Drake ofrecieron un viaje poético y musical con textos de Byron, algunos de ellos previamente leídos por Lucasta Miller. Este viaje, desde los versos de las Melodías Judías del compositor inglés Isaac Nathan llegando a obras de Robert Schumann y Hugo Wolf con un intermedio de 5 lieder del Die Winterreise de Schubert, mostró un “mundo nuevo” inaudito, con una interpretación de Schubert que revelaba verdaderamente un universo emocional profundo. La colaboración entre Bostridge y Drake no se limitó a acompañar, sino que se convirtió en una parte integral de la interpretación, apoyando el arco melódico y la continuidad de cada pieza.

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