Anders Trentemøller (Selandia, Dinamarca, 1972) es un músico y productor de prestigio internacional. Quizá no debería necesitar presentación, pero diremos que a lo largo de sus más de dos décadas de carrera ha trabajado para Moby, Royksopp, The Knife, Franz Ferdinand o Low, ha colocado algunas de sus canciones en bandas sonoras de películas de Almodóvar, Oliver Stone o Jacques Audiard, ha formado parte del cartel de Coachella, Glastonbury o Roskilde y ha teloneado a Depeche Mode. Así, a bote pronto.
Además de eso, acumula seis discos a su nombre en los últimos 16 años. El último de ellos es Memoria (In My Room, 2022), publicado hace solo unos días. Un subyugante trabajo rebosante de atmósferas cautivadoras, que se aleja más que nunca de la electrónica a piñón fijo para debatirse entre el post punk, el shoegaze y el dream pop, y que presentará en la sala Razzmatazz de Barcelona el 12 de abril, única fecha este año en nuestro país.
Me gusta la música que te sorprende y te revela cosas que no has captado a la primera.
Catorce canciones grabadas, producidas y mezcladas en su propia casa, durante los primeros meses de su recién estrenada paternidad, favorecidas por el primer confinamiento y por la ventaja de tener el estudio sin salir de su domicilio, que no desentonarían junto a las discografías de Slowdive, The Cure o New Order, y que son la excusa perfecta para esta charla por zoom de veinte minutos.
¿Por qué Memoria? ¿Nostalgia por la juventud o adolescencia? ¿Por los sonidos que te influyeron entonces, y que tanto refugio nos han dado en tiempos tan domésticos como estos dos últimos años?
Bueno, era más sobre la noción de memoria, porque crear música es para mí algo muy basado en ella. Me di cuenta de que muchas de mis ideas me vienen a la cabeza en ese momento en el que estás a punto de quedarte dormido, esos cinco o seis minutos antes de quedarte frito, ese espacio de duermevela. A menudo se me olvidan, pero muchas veces me pregunto qué es lo que hace que acudan a mi cabeza. No son ideas finalizadas: son atmósferas, vibraciones, incluso melodías. Siempre me ha fascinado. ¿Qué es lo que permanece en tu memoria y qué desaparece? ¿Qué se queda en tu subconsciente? Hay veces que escuchas una canción que te impactó de adolescente, y treinta años después la oyes en la radio y te traslada exactamente a ese momento y ese lugar en el que las sentiste por primera vez. Como ocurre con los olores que te devuelven a la infancia. La memoria a corto y a largo plazo y cómo funcionan: es un material muy inspirador. La memoria es una parte esencial de nosotros. Y en música también puedes detectar influencias de cosas que escucho ahora y de cosas que escuchaba cuando era un adolescente. Muchas veces lo que escuchas siendo un adolescente se te queda más grabado que lo que oías con treinta o cuarenta años.
Catorce canciones divididas en cuatro partes diferenciadas. ¿Es una forma de crear un relato y de reivindicar el poder del álbum como formato?
No fue intencionado, pero el álbum acabó en catorce canciones y me preguntaba si era demasiado largo. Muchas veces lo pienso con los discos de los demás: si se limitaran a diez canciones, serían mejores. Y es verdad que hoy en día, con tanto Spotify, la gente está acostumbrada a escuchar playlists: una canción de un álbum, una canción de otro álbum. Pero yo aún tengo aprecio por esa vieja escuela y por el formato del álbum, y sé que a muchos artistas jóvenes se les anima desde sus sellos a estar publicando material todo el tiempo, a estar permanentemente en las redes ofreciendo contenido nuevo, y creo que es un poco peligroso: muchas veces es material que no surge de la necesidad, sino del querer complacer a una discográfica o a un tipo de público. Y no es la cantidad, sino la calidad. Sé que suena a tópico. Pero hay mucha presión sobre los artistas jóvenes ahora. Incluso proyectando una imagen de su vida privada a través de las redes sociales, de un modo en el que nunca se había hecho. Estoy a punto de cumplir cincuenta, igual soy un poco viejo, pero no veo que todo eso sea saludable.
Con este álbum me apetecía encargarme de todo, así que tanto las letras como las melodías son mías, quería controlarlo todo al cien por cien, desde la escritura a la producción y las mezclas.
También me da la impresión de que has secuenciado las canciones del disco a conciencia, de las canciones más atmosféricas, más shoegaze podríamos decir, a las más rítmicas y bailables.
Sí, cuando compongo soy muy intuitivo, intento no intelectualizar lo que hago y solo componer y tocar de corazón. Pero cuando termino y miro qué es lo que puede dar lugar a un álbum, veo que hay canciones que no encajan y las publico como singles. “Tricky” (2021), por ejemplo, no encajaba en la atmósfera del disco. La primera canción de este álbum es exactamente la primera que escribí para él, así que diría que tienes razón en el sentido de que fue como un desarrollo natural. No todas las canciones fueron escritas en el orden en el que aparecen, pero tanto la primera, “Veil Of White”, como la última, “Linger”, fueron la primera y la última que hice, porque pensaba que necesitaba esa apertura y este final. Un final muy abierto, que es algo que me gusta cuando veo una película o leo un libro. Quería recrear ese feeling. Y luego una canción como “Dead Or Alive”, que está justo a mitad, que es como muy punk, y es una de las últimas que escribí porque creí que el disco necesitaba ese empujón para no ser demasiado ensoñador. Meterle más energía. Algunas canciones surgieron en el orden en el que están y otras surgieron luego para darle más fluidez, de principio a fin.
Muchas de tus canciones han sido incluidas en bandas sonoras de películas y series, y es obvio que gran parte de tu música tiene cualidades cinemáticas. ¿Es el cine una inspiración para ti a la hora de escribir?
No realmente, porque lo que me inspira en realidad es construir un universo musical que se desenvuelva como una casa de sueños con diferentes habitaciones, por decirlo de algún modo, y que refleje diferentes experiencias. Y puede que sea una experiencia parecida a ver una película, pero no veo nada en concreto. Me gusta superponer capas, de forma que si escuchas por cuarta vez una de mis canciones, puedas dar con nuevos detalles, porque me gusta la música que te sorprende y te revela cosas que no has captado a la primera. Me gustan esos espacios que le dan un toque cinemático, eso hace que mucha gente diga que suenan como bandas sonoras, pero no tengo ningún film particular en la cabeza.
La voz de Lisbet Fritze es la que figura en “No more kissing in the rain”. ¿Es también la misma de “All Too Soon” y “Like a Daydream”?
Sí, es mi pareja, vivimos juntos, y ya cantaba en una de las canciones de mi anterior álbum, Obverse (In My Room, 2019), en “Blue September”. Con este álbum me apetecía encargarme de todo, así que tanto las letras como las melodías son mías, quería controlarlo todo al cien por cien, desde la escritura a la producción y las mezclas. En los tres últimos he contado con diferentes cantantes, y aunque es fantástico trabajar con gente a la que admiras, también sentía que a veces es un poco confuso tener a tres o cuatro vocalistas distintos en un mismo disco, es algo que dificulta que su flujo sea constante, y por eso decidí que aquí solo fuera una. Al principio ella pensó que sería un poco aburrido: ella también escribe su propio material. Pero fue también muy práctico, porque nos pilló confinados y hace solo dos años que tuvimos a nuestro primer hijo. Él solo dormía dos o tres horas seguidas cada noche, y ese es el momento en el que aprovechábamos para grabar. Una nueva forma de trabajar, conciliándola con la vida familiar, muy distinta a como lo había hecho hasta ahora. Y me di cuenta de que tener ese hueco tan breve de tiempo me benefició: normalmente estoy en el estudio desde las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde, pero esta forma de trabajar me obligó a emplear el tiempo de un modo más eficiente y ser más productivo.
Te obligó a centrarte, a focalizar el esfuerzo.
Exacto. A veces me preguntaba cómo era mi vida antes de ser padre, y la verdad es que me sentaba en el estudio durante horas trabajando en una sola canción, luego me metía en Facebook, luego hacía esto o lo otro, salía a tomar una cerveza con amigos… todavía lo hago a veces, pero este álbum me obligó a centrarme más, fue algo nuevo.
¿De qué modo vivir en Copenhague influye en tu música?
Es difícil de decir, porque estuvimos encerrados en casa y no sé hasta qué punto he podido tener alguna influencia del entorno, pero supongo que hay cosas de la música folk danesa que se hacía hace cuatrocientos años que tiene algo de melancólico y te puede llegar a marcar, es como una herencia que pervive. El clima escandinavo es muy oscuro y lluvioso y puede que responda a eso. Pero creo que haría la misma música si viviera en Berlín, Nueva York o Islandia. Creo que tiene más que ver con cómo me siento por dentro.
¿Tienes pensado llevar este disco al escenario?
Sí, sí, sí. Tenemos gira europea desde finales de febrero y me ilusiona mucho, aunque también hay algo de incertidumbre, porque no sabemos si podremos hacerlos todos en sus fechas. Tocaremos el disco desde la primera a la última canción, en el mismo orden en el que están. Cobra sentido cuando ensayas con la banda al completo. Solo hay dos que no tocaremos, porque no encajan en el directo, y también recuperaremos algunas canciones antiguas que tienen la misma vibración y energía, que es algo que también le gusta a la gente.
¿Qué tipo de banda llevas?
Una totalmente nueva. He estado tocando con los mismos músicos durante los últimos diez años y ya con el anterior disco decidí no salir de gira porque coincidió con el nacimiento de nuestro hijo, hasta que luego llegó el covid, que para mí no fue demasiado negativo, porque ya tenía previsto no salir de gira, pero hace cuatro años que no hago ningún tour y me apetecía hacer algo nuevo, ya no solo por el público sino por mí mismo, así que recluté un grupo de músicos daneses y a una vocalista islandesa, Disa, que cantará los temas de Lisbet, porque ella trabaja como arquitecta y además con el niño era inviable que se viniera de gira. Disa lo hace muy bien porque aporta su propia personalidad a las canciones sin tratar de replicar lo que Lisbet hace en el disco. Fue todo un poco loco: hace un año recibí un mensaje por Instagram de un tipo llamado Leroy Bennett, diciéndome que era muy fan de mi música. Vi que tenía muchísimos seguidores y que había hecho el diseño de luces y de escenario para Prince hasta que murió, también para Lady Gaga, The Weeknd, Paul McCartney, Depeche Mode, Pink Floyd… le propuse medio de broma que trabajara para mí y se mostró entusiasmado, y ha terminado haciéndolo. Con lo que la parte visual del show será completamente nueva, mágica. Es curioso cómo entras en contacto hoy en día con gente con la que acabas colaborando: por Instagram. También me ocurrió con Rachel Goswell, de Slowdive. Es bonito que sea así, y no a través de un manager o una discográfica. De artista a artista.
¿Qué prefieres, tocar en directo con una banda o tus sesiones como DJ?
La verdad es que hace más de tres años que no pincho. Me cansé. Llevaba muchos años, y tampoco sentía que la música que estoy escribiendo ahora sea la mejor para que suene en clubs o discotecas. Me cansé de aquella escena. La banda se ha convertido en mi prioridad. A veces pincho de vez en cuando aquí en Dinamarca, en pequeños clubs, aunque me suelo decantar por cosas de indie y rock.
Fotos: Karen Rosetzsky
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