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Cine y Series

The Walking Dead, la importancia de concretar

En Pérdida de series, Cine y Series sábado, 7 de noviembre de 2015

Emilio Doménech

Emilio Doménech

PERFIL

La exitosa serie de zombis del canal AMC vuelve a probar que se le dan mejor las emociones cuando estudia a sus personajes de forma específica, en el capítulo “Here’s Not Here”.

Que las series permiten a los guionistas desarrollar con más profundidad a sus personajes, porque tienen más tiempo para ello es una obviedad. Y también una tontería. The Walking Dead, que tras seis temporadas sigue acaparando las audiencias del domingo en Estados Unidos, ha vuelto a demostrar con su último episodio que es la prueba viviente de ello. Pun intended.

The Walking Dead ha contado con un reparto amplísimo desde sus inicios, pero sus personajes tardaron bastante en abandonar el mero estereotipo. Recuerden la granja en la segunda temporada. Aquel receso fue insoportable por dos razones: no había acción y no había drama; apenas relaciones de poder entre los implicados, fueran Rick, Shane o Hershel.

Con la prisión como nuevo escenario, The Walking Dead tuvo algunos destellos que le auguraban un futuro prometedor en el género de la aventura, pero era algo que la serie sólo conseguía cuando los retos de los protagonistas estaban difusos, cuando el siguiente destino de sus viajes era más descubrimiento que apuñalamiento de cráneos.

Recuerden la primera incursión en la cárcel. Aquel tramo planteaba un lugar desconocido en el que coincidían misterio, peligro y un futuro esperanzador para los protagonistas. El cóctel era perfecto y el imaginario zombi cuadraba en el sufrimiento de los vivos. Como espectadores, había donde agarrarse, incluso con aproximaciones narrativas tan torpes como la de los desvaríos oníricos de Rick. Claro que aquello acabó perdido en vorágines y rivalidades con otro grupo de supervivientes liderado por The Governor.

The Walking Dead

Incluso los retazos sci-fi con la epidemia en la prisión, claro indicio de que la serie quería lidiar con la gestión de una comunidad en el postapocalíptico, acabaron desaprovechados y enterrados bajo los cadáveres que sembró el enfrentamiento con el nuevo villano de la serie.

Precisamente, la llegada de The Governor fue la que mostró una faceta que desconocíamos de The Walking Dead. Mientras la serie marcaba audiencias bestiales, la cuarta temporada afrontó un episodio determinante: “Live Bait”. En él, The Governor deambulaba por pueblos fantasma después de haber sido abandonado por sus más fieles seguidores hasta encontrar a un nuevo grupo de personas que liderar. Jamás desde el piloto The Walking Dead había sabido concretar tan bien la complejidad de un personaje en un solo capítulo de 50 minutos.

Lo mejor para los fans de la serie es que esos capítulos seguirían llegando. Stand-alone episodes —episodios que no dependen directa o necesariamente de la trama principal— para dar forma a personajes que hasta ese momento habían sido figurantes planos o anecdóticos en la contienda. Porque ningún capítulo ha hablado tan bien de Beth o de Daryl como “Still”, en el que ambos personajes pasan la noche en una cabaña en el bosque; o se ha acercado tanto a Carol y Tyresse como “The Grove”, en el que ambos tienen que lidiar con los traumas de dos niñas pequeñas cuando tratan de convertir en hogar… una cabaña en el bosque.

Las notas de IMDb evidencian que estos stand-alone episodes no gustan a todos los fans —“Still” sigue siendo el capítulo peor valorado en el perfil de IMDb de la serie (un 7.1, lejos de la media de 8.6)—, pero es comprensible que a algunos espectadores les cueste encajar estos relatos en una línea editorial que habitualmente ha buscado más los mordiscos que las pausas conversacionales.

The Walking Dead

En la quinta temporada, The Walking Dead supo (al fin) darle fuerza a las dificultades de los personajes sin tener que concretar demasiado. Al colocarlos en Alexandria, la serie proponía una comparación constante entre los protagonistas y los habitantes del nuevo escenario, evidencia de lo que una vez fueron ellos.

La diferencia con la granja de la segunda temporada o la prisión de la tercera radicaba en que había más constricciones sobre los personajes y problemas comunitarios con los que lidiar. Los breves logros de otras temporadas estaban concentrados y los dramas de cada personaje, mejor escritos y resueltos. Y sí, ni Rick ni Michonne deliraban esta vez.

El problema, claro, es que al funcionar todo en términos generales, The Walking Dead no permitía a los espectadores entrar emocionalmente en cada personaje. Lejos de Rick, esa comparación tan efectiva en el plano amplio quedaba mermada al hacer zoom a protagonistas de forma específica.

The Walking Dead

Pero esta última semana trae esperanzas y prueba que los guionistas de The Walking Dead no se han olvidado de cómo acercar a sus personajes a los espectadores.

Con “Here’s Not Here”, la serie viaja al pasado para poner en contexto el comportamiento de Morgan, quien en los primeros capítulos de la sexta temporada se había negado a matar humanos. La justificación la busca el episodio a través de un nuevo personaje, Eastman, que encarcela a Morgan en (jeje) su cabaña en el bosque y le convence para que abrace un nuevo modo de vida. Y aunque el Aikido no es la vía más sutil para lo que “Here’s Not Here” quiere contar, el relato (y personaje) de Eastman son los que devuelven a este breve desvío emocional de la serie a la superficie y hacen de su conclusión tan desolador finiquito.

Y en una temporada que ya ha tenido una muerte tan importante, es revelador que la que más va a permanecer vaya a ser la de Eastman y no la de uno de los protagonistas. Porque aunque las series se dilaten durante años, a veces un buen libreto de apenas 50 minutos puede ser mucho más certero y doloroso que unos violines y unos cuantos órganos mordisqueados.

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