Paula Ortiz estrenó Teresa en el pasado Festival internacional de cine de Valladolid. La película, que adapta la obra teatral de Juan Mayorga, La lengua en pedazos, es una nueva aproximación a la figura de la escritora, monja reformadora, mística, poeta, un personaje tan controvertido a lo largo de casi cinco siglos, que todavía es objeto de ensayos y se lleva a las tablas y las pantallas, en varios casos acompañado de nuevas polémicas, más propias de nuestros tiempos. Protagonizada en casi un duelo actoral por Blanca Portillo y Asier Etxeandia, Teresa es una película imbuida por el universo estético e inspiracional de su directora, que la empapa con una personal y meditada reflexión sobre la naturaleza de la pasión y la perseverancia, pero sobre todo con una reivindicación, la de la contradicción y la duda, como cualidades profundamente humanas capaces de transformar el mundo.
EVA PEYDRÓ: Bienvenida de nuevo a EL HYPE, Paula. ¿Tu interés por Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, a quien sobre todo conocemos como Santa Teresa de Ávila o de Jesús, ya era anterior a tu encuentro con la obra de Juan Mayorga, no es así?
PAULA ORTIZ: En realidad, a mí la figura de Teresa de Jesús me acompaña desde muy, muy, muy joven. Es una de esas poetas que yo descubrí tempranamente y que me nombraba e iluminaba áreas que yo tenía en sombra, de una manera poderosísima y contradictoria. Me provocaba mucho asombro que una monja del siglo XVI fuera capaz de nombrarme mejor que yo a mí misma. Y de ahí empecé a bucear en los textos y en la figura de una mujer abismal y de una subversión y una valentía, una contradicción, una tensión y una hermosura tremendas, una capacidad… Bueno, una reformadora, con lo que eso significa hoy. Y, sin embargo, lo que me ocurría es que una poeta como ella, que me ha acompañado toda la vida, me parecía tan inabarcable que hasta que no vi la obra de Mayorga no encontré la espina dorsal dramática. Es cierto que fue la obra de Mayorga la que a mí me otorgó un lugar desde el que acometer dramática y narrativamente a Teresa, un momento, unas preguntas, un duelo, un combate con un inquisidor que posibilitaba el recorrido por su vida y por su imaginación, con un sentido contemporáneo.
La cosmovisión de Mayorga y su sensibilidad se parecen mucho a las mías, el pensamiento… y es alguien al que yo admiro mucho y que tiene una capacidad de la que yo carezco. Y creo que es extraordinaria y tiene muy poca gente, que es situarse en aquellos lugares del paisaje humano muy precisos, muy abismales, para hacer las preguntas que hay que hacerse ante un conflicto dramático. Y eso es algo que yo no sé hacer, pero que él sí sabe hacer y yo admiro profundamente. Ha sido un absoluto privilegio haber podido hacer un proceso de trabajo en el guion de esta película.
Teresa es una mujer híper intensa que funde el tormento y el éxtasis, el goce y el sufrimiento, como expresa en uno de los momentos culmen de la película: el monólogo de la transverberación. ¿Cómo se acerca esto a un público actual? ¿Cómo lo recibe?
Bueno, pues vamos a tener que ver como lo entienden, pero el intento está. En el texto de la transverberación, que es uno de los textos para mí más hermosos de la literatura en nuestro idioma, absolutamente más llevados al límite, con una tensión más contradictoria, hay un riesgo total. Por ejemplo, en cuanto a la erotización de la mística que, obviamente, es erótica (no puede no ser erótica, porque es un impulso de amor y es una semántica del amor extremo), el traducirla en imágenes y corporeidad es muy peligroso, porque puede desde frivolizarse a convertirse en algo burdo, rápidamente, o ilustrativo o infantil, incluso, o trasnochado. Ahí había un intento simplemente de que la palabra, la palabra de la transverberación, que tiene una cadencia y una evocación tan grande que, incluso aunque no la entiendas, te queda navegando por unas aguas del placer, del gozo del descubrimiento, de ese otro lado de las experiencias humanas extremas, que es Teresa quien sabe conducirlo de tal manera que ha provocado cientos de obras ulteriores, desde Bernini hasta nosotros.
La contradicción y la dualidad de Teresa aparecen a lo largo de toda la película. La duda es el reconocimiento de esa contradicción, algo muy valiente, sobre todo en el caso de las mujeres, históricamente vilipendiadas y acusadas de volubles por ello. La coexistencia de la faceta intelectual, espiritual y terrenal, el éxtasis místico y la negociación para defender su orden contra todo tipo de jerarquías divinas y humanas… Afirmar que Dios está entre los pucheros… En Teresa se defiende esa contradicción, tú la legitimas.
Para mí, esa contradicción es el motor fundamental de la película. Teresa no es una historia de amor, ni es un thriller ni es una comedia negra, desde luego, pero es una película cuyo motor es la duda, la duda como única forma para mí de avance del conocimiento interno y el conocimiento común. Y esto es algo que es cierto, que es muy femenino y se ha vilipendiado como volubilidad cuando cuestionarse no es más que un momento de autorrereflexión y de avance. Para mí, además, eso la convierte a ella en alguien tan poderoso…, es la gran herramienta contra cualquier dogmatismo y contra cualquier totalitarismo. En un momento como el de hoy, una mujer que duda es valiosísima y peligrosísima. Y la contradicción igual, ella dice En la contradicción está la ganancia. Hoy decía Juan Mayorga que eso en sí mismo es un programa político.
Teresa ha sido encarnada por actrices españolas de diferentes generaciones, como Aurora Bautista (Teresa de Jesús, Juan de Orduña, 1962), Concha Velasco en la serie de televisión (Josefina Molina, 1984) y Paz Vega (Teresa, el cuerpo de Cristo, Ray Loriga, 2007). Incluso, recientemente, Aitana Sánchez-Gijón, Ana Belén, Nathalie Poza, Julieta Serrano y Gloria Muñoz, realizaron una lectura dramatizada de la obra del censurado Paco Bezerra. ¿Tú pensaste en Blanca Portillo desde el primer momento? ¿Cuál dirías que es su aportación al personaje?
Sí, sí, se escribió el guion para ella. Teresa es un un personaje tan vórtex en nuestra cultura que cada generación y cada sensibilidad lo han abordado desde prismas distintos. Y cada una es una Teresa real y una Teresa que existió, porque hay una Teresa histórica, una política, una estratega, hay una Teresa teóloga, hay una Teresa fundadora de conventos y arquitecta.
Es cierto que la de Josefina Molina, por ejemplo, está atada a su recorrido histórico, valiosísimo, mucho más biográfico, la Teresa de Ray Loriga… tiene otra aproximación… Lo que Blanca le da a nuestra Teresa, que es la mujer que ha terminado la reforma de la orden y aún así duda duda a cada instante, lo que Blanca le da es, para empezar, una edad. Le da un momento de su vida que constituye un momento muy fuerte de reflexión y de vivencia, la Teresa madura que es la que se cuestiona y se determina. Y es la que no rehúye lo vivido, la sensualidad, su capacidad ultra romántica, más allá del romanticismo… de fundirse con todo, el ser de tierra, de confrontar el poder. Es una Teresa para la que hacía falta alguien como Blanca, una actriz superdotada que tiene algo que dice Juan Mayorga y que es cierto: que tiene una aproximación sacerdotal a los personajes.
Tus películas tienen una identidad visual muy definida y elaborada, plasmas tus referentes culturales, una imaginería muy personal que utilizas como recurso descriptivo para elaborar metáforas o narrar lo indecible, más allá de la ilustración de tus historias. En Teresa, era inevitable, por ejemplo, plasmar la levitación, y lo has hecho de una forma muy poética. La joven Teresa (Greta Fernández) vuela sobre un prado a ras de la hierba, mientras que la adulta se abandona a un abismo, es una imagen muy significativa y hermosa.
Gracias, me alegro de que te lo parezca, porque era muy difícil de plasmar de una manera adecuada, porque esas experiencias lindan en lo paranormal, lo que cuentan de ella o cuenta ella misma de los vuelos, de lo místico… Me reía mucho con Blanca, que es profundamente pragmática y atea, porque al final de la película me decía: Ella levitaba, las demás lo decían. Claro, se tomaban todas lo mismo, jajaja… Al mismo tiempo, es cierto que esa sensación de vuelo forma parte de la expresión de su sensibilidad. Entonces, no se podía rehuir y había que buscar mucho, mucho, la forma en que nosotros con nuestros recursos técnicos, podíamos reproducirla de una manera verosímil y delicada, y también metafórica.
Otra escena visualmente importante es la de la gruta, que representa la transgresión enfrentada a la pureza, donde incluyes el mito de Leda y el cisne, que se reactivó artísticamente justo en el siglo XVI.
Sí. Qué fuerte que lo hayas visto, nadie se había dado cuenta.
Es un mito muy transgresor que representa el bestialismo y también has incluido un caníbal… ¿era un guiño al brazo de Santa Teresa?
Ja, ja, ja… En realidad, yo lo que quería era incluir a Saturno devorando a sus hijos, pero solo me dieron un brazo, fue coyuntural…
La corona de ramas que lleva la Teresa adulta en la gruta, parece una alusión al capirote que debió llevar su abuelo judío converso, bueno, no he podido evitar asociarlo. Por contra, la corona de la joven Teresa es de flores, virginal.
Sí, eso sí, hace referencia a ese tipo de coronas, como la de espinas…
Tus películas recientes han sido adaptaciones de obras de teatro y una novela, mientras que en Hildegart, que se estrena próximamente, tratas una historia real, escrita por Clara Roquet (Que nadie duerma) y Eduard Solà. ¿Tienes algún nuevo proyecto basado en un guion propio?
No, en mi caso he de decir que encuentro esa chispa, esa semilla ardiente que dice Scorsese, en los textos de otras personas, como la propia Teresa, como el propio Juan, que me interpelan y me invocan. Más fuertemente que yo misma.
En eso coincides con Alexander Payne, nos contó en una entrevista que su personalidad y su sensibilidad las aportaba en el proceso, en el rodaje, al filmar, al adaptar.
Exacto, jajaja… Y sobre eso yo ofrezco mi propia propuesta, esa es la idea.
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