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Stan Getz, el Sonido del jazz

En Música 9 junio, 2021

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

A Stan Getz le llamaban «el Sonido» y es que lo que salía de su saxofón era pura ambrosía musical, terciopelo azul, chocolate fundido, un sonido tan reconocible como la voz de cualquier cantante, un tono perfecto por el que hubiera muerto casi cualquier saxofonista. Incluso  el tipo que le sustituyó como el saxo tenor más importante de su tiempo, John Coltrane, llegó a decir: Admitámoslo, todos sonaríamos como Stan si pudiéramos.

¿Cómo es posible que el tipo que fue la imagen y el sonido de la música cool y de toda la escena de la Costa Oeste en los 50 haya quedado prácticamente olvidado? Y digo prácticamente porque todavía hay quien le recuerda por sus grabaciones bossa nova que lograron que el género se convirtiera en un fenómeno mundial, aunque eso es solo una pequeña parte de la inmensa carrera de este gigante del jazz que comenzó siendo uno más de los múltiples imitadores de Lester Young, para terminar convertido en uno de los saxofonistas más influyentes de todos los tiempos.

Stanley Gayetzki nació en Filadelfia en 1927, pero siendo un niño sus padres se trasladaron al Bronx de Nueva York. Vivir en un barrio como ese, y además siendo judío, hizo que el pequeño Stan se metiera en múltiples problemas, lo único que le distraía de las malas calles neoyorquinas era su enorme pasión por la música. Su facilidad para la misma era prodigiosa, cuando cayó una armónica en sus manos no se quitó el instrumento de la boca hasta que lo dominó por completo. Su familia no tenía mucho dinero, pero su padre decidió comprarle, a los 13 años, el único instrumento que se podían permitir, un saxofón. Nuevamente Getz no paró hasta hacerlo una extensión de su cuerpo. Su ídolo absoluto era Lester Young, el saxofonista de la banda de Count Basie cuyo estilo cool  y relajado le fascinaba por completo.

En 1943, con apenas 16 años, se metió en la banda de Jack Teagarden, el trombonista fue el gran mentor de su carrera, tanto musicalmente, como en cuanto a los malos hábitos que venían con ser músico de jazz, Fue una muy buena introducción a la música profesional para mí. Teagarden era un gran músico. Su forma de tocar es intemporal, y es lógico. Me adoptó y me enseñó mucho, sobre todo a empinar el codo derecho. Tras nueve meses en la banda de Teagarden Getz ya era un borracho y un fumador empedernido, la cosa pasó al siguiente nivel cuando fichó por la orquesta de Stan Kenton en 1945, la heroína entró en su vena por primera vez y no conseguiría quitarla de su organismo en varias décadas.

A Kenton le dejó rápidamente, no pudo soportar que el líder de la orquesta dijera que la música de su ídolo, Lester Young, era simple, nadie se metía con Lester en presencia de Getz. Al poco estaba tocando junto al hombre que puso cara a la era swing, Benny Goodman. Sus primeros solos grabados datan de esta época, incluido uno en “One O’Clock Jump”, uno de los temas en los que brillaba Young. Todavía se puede apreciar su enorme huella, pero también que el jovencito está adquiriendo una voz propia. Eso sí, lo que más ilusión le hizo en esa época fue conocer a su ídolo, después de una actuación en uno de los garitos de la calle 52, Lester Young pasó a su lado y se dirigió al camerino, Getz no lo dudó y le siguió, una vez frente a él le dijo lo primero que se le vino a la cabeza Hola, es un placer… Te quiero, Young que era conocido por hablar en su propia jerga se quedó mirando a aquel jovencito blanco y le respondió: Bonitos ojos, Pres (así es como llamaban al propio Young), sigue así y se largó de allí. En diez años el maestro se estaría quejando de que su discípulo se llevaba todo el dinero…

Claro que, aunque Young fue su máxima inspiración, no fue la única. Andar por los garitos de la 52 a mediados de los 40 era estar en la Tierra Prometida del Be Bop, y poder cruzarte y escuchar a sus apóstoles y a su Dios absoluto, Charlie Parker. Puede que parte de la vieja guardia no viera bien a los bebopers, pero Getz, a los 18 años, cayó absolutamente fascinado, incluso iba a las jams donde tocaban, pero solo le dejaban subir los más veteranos como Ben Webster o Erroll Garner. Getz tenía claro que no se trataba de ningún tipo de discriminación racial, si en 1945 se hubiera subido con Bird o Dizzy lo hubieran barrido del escenario.

Pero cuando en 1947 Woody Herman decidió incorporar a su orquesta a los cuatro hermanos, cuatro saxos, tres tenores y un barítono, que tocaban con el estilo ligero y con mucho vibrato de Lester Young, Stan Getz ya estaba alcanzando su plena forma, se trataba de Al Cohn, Zoot Sims y Serge Chaloff, el barítono, además del propio Getz. En 1948 grabaría una celebrada canción compuesta por Herman y Ralph Burns, “Early Autumn”, que tenía a Getz como solista principal. De la noche a la mañana esa grabación le convirtió en una estrella, su lirismo y su increíble capacidad melódica le auparon a lo más alto. En 1949, impulsado por su interpretación de “Early Autumn”, fue votado como el mejor saxo tenor por los lectores de la revista Metronome, quedando en segunda posición en la Biblia del género, DownBeat.

En 1950 comenzó su carrera en solitario, juntando a su primera banda y fichando por el sello Roost, donde se encuentran algunas de sus mejores grabaciones. En mayo de ese año entró al estudio junto a Al Haig al piano, Tommy Potter al bajo y Roy Haynes a la batería, no era una banda cualquiera, era la banda de Charlie Parker. Su química es muy buena, en especial con el batería con el que grabaría algunos de los mejores discos de su carrera, De entre las canciones que grabaron destaca la hermosísima “Yesterdays”, la perfecta mezcla entre emoción e intelecto, la esencia del Getz baladista, pura belleza de tono mezclada con abstracciones propias de la música clásica.

A finales de ese año demostró su gran oído para descubrir el talento ajeno.  En una actuación vio a la banda del desconocido pianista Horace Silver y decidió ficharles como su banda de acompañamiento, su relación duraría un año, tras la cual Silver se convertiría en una leyenda por cuenta propia. El pianista no olvidaría el tiempo y la oportunidad prestada por Getz, Tocar con él durante ese año me hizo darme cuenta de lo gran músico que era. No sale alguien así todos los días. Podía tocar en cualquier tono con fluidez, cualquier tempo, y cubría su saxo de arriba a abajo. Tocaba las notas altas y las bajas con facilidad. Era un gran músico. Eso sí, también conoció su lado oscuro, y es que cuando Stan Getz bebía más de la cuenta o estaba colocado, era mejor no estar a su lado, en un momento estaba sonriendo y al momento siguiente estaba insultando a alguien. Como bien le describió uno de sus compañeros en los tiempos de Herman, Zoot Sims, Stan es un grupo de personas muy agradable.

En 1951 realizó una histórica actuación en el Storyville en la que demostró que su asimilación del idioma bop era total, sin perder su calidez y su lirismo, para ese momento ya estaba en su banda el guitarrista Jimmy Rainey, con el que se compenetraba maravillosamente. En 1952 grabó, junto a otro guitarrista, Johnny Smith, “Moonlight In Vermont”, otro de los grandes éxitos de su carrera. A pesar de ser una sesión a nombre de Smith, la canción se relacionó tanto con Stan Getz que era la única que tenía que tocar siempre en sus conciertos. Su tono era suave como la seda, puro romanticismo, no puedo afirmarlo con absoluta seguridad pero estoy convencido de que 1953 fue un año con muchos nacimientos relacionados con esta canción…

Precisamente ese año Getz fue detenido por posesión de narcóticos y llegó a pasar un par de meses entre rejas, lo que no le impidió volver a ser el saxo tenor preferido por público y críticos en las encuestas del año de DownBeat y Metronome. Y es que a pesar de seguir siendo un adicto lleno de demonios interiores, en cuanto ponía la lengüeta de su saxofón entre sus labios todos sus problemas se olvidaban. Escucharle tocar era el equivalente de ver a Fred Astaire bailar, puede que hubiera otros músicos, y bailarines, más físicos, pero nadie podía vencer la elegancia personificada que ambos representaban.

Claro que Getz también podía tocar hot y hacer saltar el techo del escenario. A finales del 53 el mismísimo Dizzy Gillespie le invitó a tocar en un disco y le rodeó de los músicos más excepcionales posibles, estaba Oscar Peterson al piano, Ray Brown al bajo o Max Roach a la batería, comenzaron con un clásico de Duke Ellington, “It Don’t Mean a Thing (If It Ain’t Got That Swing)”, con Diz tocando a la endiablada velocidad a la que solo él podía, pero Getz no se arrugó y se unió a la melodía al unísono con Gillespie, sin inmutarse por el tempo, incluso imitando juguetonamente la endiablada trompeta de Diz. Eso se llama conocer la literatura, dijo Getz, pensaron que iban a enseñar a la Esperanza Blanca de qué iba el asunto. Ya no había forma de barrerle del escenario…

En 1955 y 1956 aparecieron discos como West Coast Jazz o The Steamer donde demostraba que era el líder de la escena cool de la Costa Oeste, en la que también estaban nombres como Gerry Mulligan, Art Pepper o Chet Baker, pero nadie dudaba de que Stan Getz era el número uno. En 1956 en la Costa Este comenzó a despuntar como un cohete Sonny Rollins, con un estilo a medio camino entre el de Charlie Parker y el de Coleman Hawkins. Getz y Rollins se convertirían en los modelos para todas las nuevas generaciones de saxofonistas, imitando la rivalidad, aunque mucho más cariñosa, que habían tenido sus ídolos, Hawkins y Young, 20 años antes.

En 1957 sacó grandes discos junto a gente como Gerry Mulligan, Oscar Peterson o J.J. Johnson pero sus problemas con las drogas seguían haciendo de su vida personal un desastre, en 1954 volvió a ser detenido por robar una farmacia en busca de morfina, su tercer hijo nació mientras le juzgaban. En 1956 se separó de su mujer, también adicta, y estuvo al borde del suicidio. Un juez le concedió la custodia de sus hijos y se fue a vivir con su segunda mujer, Monica Silfverskiöld, que fue la que le convenció para que se fueran a vivir a Dinamarca en 1958, un país con mucho más difícil acceso a las drogas.

Stan Getz se quedaría tres años en Europa, su fama siguió resistiendo durante un tiempo, Getz fue votado como mejor saxo tenor desde 1950 a 1959 por los lectores de DownBeat, pero  la brutal aparición de John Coltrane con A Kind Of Blue y Giant Steps le dejó totalmente fuera de juego. Lo curioso es que ambos coincidirían en 1960, en concreto el 28 de marzo de 1960, era la primera vez en Europa para un Coltrane que viajaba como parte del quinteto de Miles Davis, junto a Winton Kelly al piano, Jimmy Cobb a la batería y Paul Chambers al bajo. El saxofonista había accedido a regañadientes, ansioso ya por liderar su propio grupo, pero Davis le recompensaría regalándole un saxo soprano que pondría a muy buen uso al año siguiente.

El caso es que cuando llegaron a Alemania Davis se puso malo y alguien pensó que sería una buena idea traer a Getz. Bendito sea, quien lo pensara pues así tenemos a los dos principales saxos tenores de su época, junto a Sonny Rollins, tocando el uno con el otro, en el preciso momento en el que se producía el sorpasso, ese mismo año John Coltrane fue el saxo tenor más votado por los lectores de DownBeat, tras una década de victorias de Getz…

El caso es que la actuación es una delicia, primero tocan un medley con “Autumn Leaves”, “What’s New” y, cómo no, “Moonlight in Vermont”, Winton Kelly se hace el primer solo al piano, es una maravilla, luego entra Coltrane, su solo es magnífico, fuerte, investigando la armonía, tirando de la sección rítmica, dando notas que solo él conocía, por último aparece Getz, suave y dulce, creando líneas melódicas perfectas, son dos estilos totalmente diferentes y únicos.

Luego Oscar Peterson sustituye a Kelly en el piano y comienza a tocar “Hackenshack”, los dos saxos entran a la vez y comienzan a intercambiar solos, “el sonido” y “las capas de sonido” frente a frente, no hay rivalidad, solo pura admiración mutua. Aun así, algo comienza a hervir en el interior del competitivo Getz, en Europa no hay músicos de semejante calidad con los que tocar, piensa que se está quedando oxidado, así que en 1961 embarca a toda su familia hacia EEUU.

Nada más llegar entregará dos de los mejores discos de su carrera, Recorded Fall 1961, junto al trombonista Bob Brookmeyer, que cuenta con su increíble interpretación de “A Nightingale Sang in Berkeley Square”, una de las canciones que hay que poner a cualquiera que quiera escuchar el tono más bello del jazz, y Focus, el disco preferido de su propia carrera, una suite escrita expresamente para él por el compositor y arreglista Eddie Sauter, llena de suntuosas cuerdas deudoras de Béla Bartók sobre las que flota el saxofón de Stan Getz, acompañado por el fiel Roy Haynes a la batería.

Era una verdadera maravilla, mucho más experimental y modernista que el típico disco con cuerdas, su credibilidad estaba totalmente recuperada pero su fama se disolvía ante el empuje de Coltrane y las nuevas formas de Ornette Coleman. Todo cambiaría al año siguiente cuando a principios de año el guitarrista Charlie Byrd le introdujera en una nueva música que venía de Brasil, la bossa nova. Al poco tiempo ambos estaban en el estudio de grabación trabajando en Jazz Samba, el disco que le daría su mayor éxito hasta la fecha, gracias a su maravillosa versión del “Desafinado” de Antonio Carlos Jobim.

El caso es que esta música le iba como anillo al dedo a su estilo suave y sensual, al poco tiempo ya estaban grabando una continuación, Jazz Samba Encore!, junto al guitarrista Luiz Bonfá, y otro llamado Big Band Bossa Nova. Todo se elevaría a la máxima potencia cuando su mujer le convenció para que grabara con los autores originales, Jobim y Joao Gilberto. Getz no estaba muy convencido porque había oído que los brasileños tenían fama de difíciles, a lo que su mujer le respondió que mejor no pensara en la fama que debía tener él mismo.

Fue así como se comenzó a grabar uno de los discos más famosos e importantes de todos los tiempos, Getz/Gilberto que encontraría su mayor éxito por una casualidad. Se había decidido que una de las canciones, “Garota do Ipanema”, fuera traducida al inglés para buscar una mayor comercialidad, pero Joao Gilberto no se manejaba nada bien en ese idioma, así que se decidió que su mujer, Astrud, que nunca había cantado profesionalmente en su vida, se hiciera cargo de la parte en inglés, su lánguida voz iba perfecta con el melancólico saxo de Getz e hizo que “The Girl From Ipanema” se convirtiera en un éxito mundial, desatando la fiebre por la bossa en todas partes.

Pero el disco iba mucho más allá de su canción más conocida, siendo uno de los mejores de la historia del jazz y representando uno de los puntos álgidos de la carrera de Stan Getz como músico, eso sí, el saxofonista se vio acorralado por el éxito de sus discos de bossa y terminaría renegando de ellos, ya que en su opinión habían enterrado toda su carrera anterior y amenazaban con acabar con la futura. Tanto es así que el fabuloso Nobody Else But Me, un disco que grabó en 1964 y que contenía maravillosas versiones de “Summertime” o la canción titular, quedó enterrado hasta 1994 para no interferir en las ventas de sus discos de bossa.

Al final, Stan Getz se alejó de la bossa y decidió seguir su camino propio, en 1967 grabó el notable Sweet Rain, junto a un joven Chick Corea al piano, Grady Tate a la batería y el gran Ron Carter, del segundo gran quinteto de Miles Davis, al bajo. Se nota que Getz sigue bajo el embrujo de Coltrane, pero no busca imitarle sino que sigue fiel a su sonido, ligero como una pluma, pero capaz de estallidos enormes. A pesar de la inclusión de un tema de Jobim, el disco tiene poco que ver con la bossa y ve al saxofonista muy cómodo entre una nueva camada de jóvenes músicos, actualizando su sonido pero sin perder su esencia.

El disco salió en julio de 1967, justo el mes en el que John Coltrane murió. Stan Getz siguió sacando trabajos interesantes durante las siguientes décadas, llegando a coquetear con la fusión, pero sus mejores momentos al saxo ya estaban detrás de él. Eso sí, no consiguió la paz hasta el último año de su vida, habiendo vuelto a caer en sus viejas adicciones nada más volver a pisar suelo americano.

Su hijo Nick es el que mejor ha explicado esa dualidad entre el músico y la persona, entre el tipo que era capaz de crear el sonido más bello y el tipo que hacía cualquier cosa por conseguir el siguiente chute, Mi padre era el tipo más amable cuando estaba sobrio. Tenía un gran sentido del humor y era muy inteligente y divertido. Sin embargo, en cuanto las drogas y el alcohol llegaban a sus labios, se convertía en un monstruo violento. A veces, llegaba tarde a los conciertos, sudando profusamente y con los nudillos ensangrentados por quién sabe qué. Pero en cuanto cogía el saxofón, los demonios desaparecían al instante. Puede que Stan Getz solo fuera feliz haciendo música, pero esa música ha hecho soñar a miles de personas en todo el mundo…

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