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55 Festival de Sitges #1: Venus, Polaris y Cerdita

En Cine y Series lunes, 10 de octubre de 2022

Javi Cózar

Javi Cózar

PERFIL

Arrancó el 55 Sitges – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya y lo mejor que se puede decir de Venus, cinta de Jaume Balagueró con la que el certamen vuelve a su tradición de inaugurar con una producción española, es que a partir de ahora el festival solo puede ir a mejor.

sitges Venus

Venus. Fotografía: Jorge Fuembuena.

Algún día habrá que revisar este pseudo stardom patrio fantástico que Sitges viene generando y apoyando de manera sistemática desde finales de los años 90. Esta actitud se puede entender, incluso generar adhesión, desde una óptica industrial: no es baladí que el festival de género más importante de (como mínimo) Europa fomente el crecimiento de directores especializados en un género que históricamente no ha sido muy popular entre la audiencia, por la gran influencia del fantástico de países como Estados Unido, entre otros motivos. Otra cuestión distinta es que estos directores, una vez sus carreras ya consolidadas, tengan que seguir contando con el espacio del festival cuando, como es el caso de Balagueró, sus logros artísticos son nimios.

El caso de Venus es paradigmático. Película de factura más que correcta (como casi todo el cine español, a estas alturas), naufraga estrepitosamente en su (sobre el papel) nada desdeñable propuesta de mezclar thriller con cine de terror. El desarrollo argumental se reduce a una colección de lugares comunes que denota una absoluta falta de creatividad artística. La narración avanza de cliché en cliché sin exprimir ni la vertiente de thriller ni mucho menos la de terror, influida sin mayores contemplaciones por la literatura lovecraftiana y por el ambiente supuestamente enrarecido de títulos como La semilla del diablo.

Los actores, todos forzadísimos, no ayudan en absoluto a soportar mejor un despropósito más de Balagueró (y van ya…), y todo concluye con una pirotecnia final de casquería de supuesta radicalidad (no sé a quién puede perturbar a estas alturas una cabeza explotando, la verdad), y con un Deus Ex Machina tan absurdo y delirante que acaba por confirmar lo que toda la proyección había sugerido hasta ese momento: no había nadie al volante.

sitges The Lair

The Lair.

Como tampoco parece que haya nadie al volante de la carrera de Neil Marshall. El director inglés, que se ha desplazado a Sitges para recoger una de las Máquinas del Tiempo que otorga el certamen este año, presenta además en Midnight X-Treme su última película, The Lair. Es otro intento de combinar el cine de terror con otro género, en este caso el cine bélico, pero con un resultado formal de vergüenza ajena. Tan mal rodada está, tan deplorable es todo lo que concierne a la puesta en escena, que parece uno de los subproductos de Asylum.

Todas las interpretaciones, sin excepción, adolecen de un amateurismo galopante, y el guion está trufado de incoherencias tan ridículas que es imposible abstraerse de ellas y concentrarse en otra cosa. Mención aparte merecen los diálogos, una sonrojante colección de frases hechas y supuestos punchlines que, en vez de ayudar a definir a los personajes, actúan en la dirección opuesta, convirtiéndolos en meros estereotipos.

Cuesta creer que Marshall, un tipo que con sus primeras cintas consiguió merecidamente hacerse un hueco en el universo fantástico europeo (basta recordar Dog Soldiers o la excelsa The Descent), se despeñe ahora con películas de tan penosa factura como esta o la anterior The Reckoning.

sitges Satan's Slaves: Communion

Satan’s Slaves: Communion.

Dentro de la sección Panorama Fantàstic se han podido ver hasta el momento algunas de las propuestas más estimulantes de esta edición. Por ejemplo, Satan’s Slaves 2. Communion expandía lo explicado en la primera parte por el mismo director, Joko Anwar, y lo hacía en varias direcciones. Por una parte, el (casi único) escenario pasa de ser una casa más o menos aislada en la campiña a un bloque de pisos. En consecuencia, otra ampliación reside en el número de afectados por la maldición que describe la película, que pasan de ser los miembros de una familia a una multitud de vecinos de dicho bloque.

Por lo demás, Anwar acomete una suerte de auto-remake de su previa Satan’s Slaves en el que, de nuevo, demuestra una enorme habilidad a la hora de manejar los jump scare y también a la hora de dibujar ambientes enfermizos donde el mal apenas se ve y sin embargo es casi tangible. La última media hora de esta secuela es, en este sentido, un desvarío alucinado y pasadísimo de rosca que ningún aficionado al género debería obviar.

sitges Mal de ojo

Mal de ojo.

También muy satisfactoria es la mejicana Mal de ojo, de Isaac Ezban, quien en su cuenta personal de Twitter se quejaba hace poco de que familiares y amigos suyos se habían negado a ver la película porque les da mucho miedo. Anécdotas personales aparte, a Ezban hay que reconocerle que, como él mismo dijo en la presentación, es un storyteller consumado: su cinta es un sentido homenaje a la capacidad del ser humano de narrar historias, y un reconocimiento explícito a la influencia que pueden tener estas historias sobre todos nosotros.

Sin desvelar demasiado, Mal de ojo recupera toda la iconografía del mundo de las brujas para trasladarla a un cuento de falsas apariencias, sospechas, engaños, y donde el relato de lo fantástico termina por atrapar y materializarse en la realidad de la ficción. Un ejercicio de prosa narrativa fantástica sobresaliente.

sitges Polaris

Polaris.

Y también en Panorama Fantàstic ha podido verse Polaris, extrañísima y peculiar cinta canadiense ambientada en un entorno natural ártico, en el que una niña lucha por su supervivencia. La cinta, de una inesperada contundencia gore, se rebela como un emocionante alegato pro Naturaleza (así, con mayúscula) gracias al personaje de esta niña, de la que pronto descubrimos que su conexión con la Madre Tierra es algo más que espiritual.

Salvaje, emotiva, violenta y sensible a partes iguales, Polaris logra que su discurso buenista no solo no se atragante, sino que pase muy bien, y por si fuera poco nos regala una conclusión del relato absolutamente brillante y hermosa. Una de las perlas, sin duda, de esta edición de Sitges.

sitges Flux Gourmet

Flux Gourmet.

Respecto a Flux Gourmet, la nueva singladura de Peter Strickland, no cabe mucho que decir si no se quiere reventar el impacto en el espectador. Es una película que confirma el particular universo de Strickland, siempre estirando los límites de lo convencional y retorciéndolos hasta extremos imposibles de predecir. No es tan redonda como In Fabric, cuya apuesta estética tan peculiar la convertía en una cinta extraordinaria, y sin embargo es posiblemente una de las películas menos predecibles del festival.

sitges Yout Won't Be Alone

You Won’t Be Alone.

You Won’t Be Alone, en sección oficial competitiva como la cinta de Strickland, no es una propuesta para todos los paladares. No por su gore, que aunque lo hay es muy puntual, sino por su caligrafía: es como si Terrence Malick se hubiera puesto a dirigir una película sobre brujas en la Macedonia del siglo XIX.

No es Malick el responsable de You Won’t Be Alone, es Goran Stolevski, pero la cadencia que imprime a sus imágenes, el gusto por el plano tranquilo y plagado de naturaleza, e incluso una narrativa esquiva y poco ortodoxa, lo acercan sin duda al director de La delgada línea roja.

sitges Hunt

Hunt.

La sección Òrbita, que regresa a Sitges después de dos años de ausencia a causa de la pandemia, está poblada este año de varios actioners coreanos, y el primero que se ha dejado ver es Hunt. A la acostumbrada pericia técnica de la mayoría de productos de este tipo se le une en esta ocasión, y de manera inusitada, un rescate interesantísimo del thriller político estadounidense de los años 70. Bidones en los que se queman secretos oficiales a toda prisa antes de que sean interceptados, topos, espionaje internacional, investigaciones y contra investigaciones internas, todo ello y más aparece en Hunt a un ritmo endiablado y, en ocasiones es verdad, sin mucho orden ni concierto.

Se perdonan esas inconsistencias expositivas porque la propuesta es atrozmente entretenida, honesta en su objetivo de recuperar el cine de espías, y tiene además unos últimos 20 minutos de infarto donde Alfred Hitchcock y Michael Bay se dan la mano.

Termino este primer repaso (muy, pero que muy sintético, teniendo en cuenta la pantagruélica programación de este festival) con Cerdita, esperadísimo primer largometraje en solitario (co-dirigió una cinta de terror el año pasado) de Carlota Pereda. Recibida aquí con un entusiasmo desbordante después de pasar por, entre otros, los festivales de Sundance y San Sebastián, Cerdita esconde hábilmente su condición de cortometraje alargado gracias a un costumbrismo social que sirve para completar el relato central.

En este costumbrismo es donde encontramos a personajes esperpénticos, algunos mejor dibujados (caso de la madre de la protagonista, magistral Carmen Machi) que otros (la pareja de guardias civiles padre e hijo, un chiste un poco desubicado en este contexto).

Pero Cerdita no esquiva su teórica razón de ser, una ingeniosa vuelta de tuerca al género del psycho killer que ofrece momentos que demuestran que Pereda sabe lo que hace, como por ejemplo la manera que tiene de enseñarnos el primer cadáver de la película. Sí es verdad que en su tramo final, quizás en ese esfuerzo por ocultar su origen en el cortometraje homónimo de 2018, deriva sin demasiado sentido en un pastiche entre el melodrama y el cine de venganzas, con una resolución final que no es demasiado valiente. Pero no por estos defectos se puede dejar de recomendar una película que, en el panorama del cine patrio, brilla con luz propia como una propuesta diferente, muy personal, y especialmente muy arriesgada. Ojalá en la taquilla sea recibida con el entusiasmo con el que ha sido recibida en Sitges.

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