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Cartas a Bunbury

Siempre nos quedará Delhi

En Lifestyle, Cartas a Bunbury jueves, 29 de mayo de 2014

Rafa Gassó

Rafa Gassó

PERFIL

Despegando bajo la tormenta.

Madre mía, INRIquito, qué despegue desde el aeropuerto de Katmandú para regresar a Nueva Delhi. Te juro que estuve a punto de gritar, “¡Llevo una bomba, vamos a morir todos, HIJOS DE PUTA!, sólo para que me detuvieran y me llevaran preso a una cárcel nepalesa y, sobre todo, fuera del avión. Al menos en un presidio nepalí aprendería a cocinar momos y tal vez a tirarlos from backdoor, como esas tailandesas que escupen pelotas de ping-pong desde el alumbradero de toda vida ‘manantiálica’, lo que siempre te coloca en una situación ventajosa en el mercado laboral si es que observamos cómo está mi gremio. Mamá, me he hecho artista. Y eso.

Hacía escasas horas que había llegado a un extraño nivel de saturación de Katmandú y sólo deseaba pirarme. Y apenas un minúsculo tiempo después, metido en aquel féretro con alas, sólo quería aferrarme a su suelo para no abandonarlo jamás. JAMÁS. No despegues, pedazo de cabrón: ¿No ves la de rayos y aguacero que está cayendo? ¿En qué parte de la escena has visto el plan perfecto?

Una semana fotografiando, entre otros, el barrio de Thamel, allí donde los mejores buscavidas de todo Nepal hacen sus prácticas becados por el Ministerio de la Legítima Supervivencia, y a ti llega un momento –porque siempre hay un momento para todo-, en que te importa una mierda que te cuenten lo que te cuenten y sólo quieres que te dejen en paz. Porque no quiero tu ayuda ni un taxi ni un rickshaw ni nada que pueda importarte a ti o a tu santa madre. Y ya me sabe mal hablar(te) así, porque me gustáis mucho los nepalíes. Me caéis muy bien, de verdad. Y tengo ojos para ver lo que hay, pero es que yo también estoy currando.

Los nepalíes son mucho más modernos, sonrientes, desenfadados, hasta cierto punto ingenuos y amables que sus vecinos indios, para ser un país infinitamente más pequeño y humilde –hoy, su Primer Ministro es el líder más pobre del mundo-, amén de gozar de un particular sentido del humor que les ha llevado, por ejemplo, a adelantar su GTM en 15 minutos con respecto a India sólo por marcar la diferencia. Eso es personalidad.

© www.rafagasso.com

© www.rafagasso.com

En fin. Todo eso y una cena que me esperaba en Nueva Delhi y yo ahí, dentro de ese avión destinado a estamparse contra el Everest, tratando de comunicarme telepáticamente con Otto, el piloto: “No despegueeesss…”. No me dirás, Enrique, que tú nunca lo has hecho, eso de pensar muy fuerte y muchas veces seguidas algo tipo, por ejemplo, “Quiero cubrirte locamente, quiero cubrirte locamente, quiero cubrirte locamente”, a una chica que te gusta (locamente) y que te está contando cualquier cosa, por si acaso funciona y le llega el mensaje, mind to mind. Es que a la telepatía le ocurre como al esperanto o a la taxidermia, que no tiene muchos adeptos.

Pues después de estar más de una hora y pico allí metidos esperando que escampase el temporal para ver si despegábamos, va y despega sin decir ni “allá vamos” ni “mi princesa”. Y yo gritando para mis adentros: “¡Aúpa, aúpa, aúpa…!”. Menos mal que la física no falla si tampoco falla la mecánica y al final no sólo logró estabilizarse en el aire, sino incluso aterrizar en Nueva Delhi; hora y media después de lo previsto, pero a salvo del frío y, por contra, a expensas de este calor subcontinental que nos está asfixiando.

Quizá por el calor, esa misma noche, protegido en el suelo por el cielo del barrio de Bhogal, soñé que me decías a pie de pista: Inside of us, we both know you belong with Otto. You’re part of his work, the thing that keeps him going. If that plane leaves the ground and you’re not with him, you’ll regret it. Maybe not today, but soon and for the rest of your life.

Qué cabrón.

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