Secaderos, el primer largometraje de Rocío Mesa, ha llegado al 64º Festival internacional de cine de Tesalónica en un exitoso periplo que le ha llevado ya a otros certámenes como San Sebastián, Sevilla, Gijón, South by Southwest y Vilnius. La historia que ha elegido para su debut en el largo es una audaz fusión de realismo e imaginación, costumbrismo y sociología, que se resuelve con éxito, desde una mirada original y propia. Esto no era un reto menor, pero hemos comprobado que el relato rural, que conjuga la vida cotidiana y sin horizontes de los adolescentes con el lirismo del recuerdo, y sobre todo de la esperanza, es tan amplio y polifónico como las personalidades de los cineastas que lo abordan.
No es siempre un punto a favor que te consideren integrante de lo que ya podríamos denominar una generación de jóvenes cineastas (sobre todo mujeres) que vuelven la mirada a los orígenes, que se interesan por modos de vida amenazados y por la complicada posibilidad de hallar un equilibrio entre lo que ofrecen el pasado, el presente y el futuro en pequeñas comunidades donde las ventajas de dos diferentes modos de vida se solapan o entran en conflicto. Sin embargo, Rocío Mesa demuestra que esta ola rural no es un patrón sino el espíritu de una época, una inquietud vital que nace de la necesidad de explicarse a uno mismo, de comprender, cuando las emociones, los afectos, lo que nos centra, desbordan las etiquetas y nos obligan a encontrar nuevas fórmulas para integrar (nos) y situarnos dentro de nuestra piel y de la historia, personal y colectiva. Secaderos está protagonizada por Vera (Vera Centenera), una niña que vuelve en vacaciones al pueblo de los abuelos y Nieves (Ada Mar Lupiáñez), una adolescente que trabaja como jornalera en verano, ambas representan las dos caras de un modo de vida: el paraíso de libertad de la infancia y la creciente conciencia de la falta de horizontes.
Nos encontramos con la directora tras la proyección que tuvo lugar la noche anterior, y nadie diría por su entusiasmo y frescura que ya lleva meses escuchando merecidas alabanzas y atendiendo a la prensa en un sinfín de encuentros y entrevistas.
EVA PEYDRÓ: Tras una larga ausencia, vuelves a España desde Los Ángeles a un pequeño pueblo de Granada, que eliges para plasmar algo que quizá llevabas madurando mucho tiempo, porque la primera película se suele llevar dentro desde siempre ¿Cómo fue ese proceso?
ROCÍO MESA: He vivido en Estados Unidos 13 años. Llegué a finales de 2010 con una beca, coincidió con la crisis económica en España y me fui quedando hasta establecerme. Pero justamente ahora estoy transicionando para tener mi campo base en España y, por supuesto, seguiré trabajando con Estados Unidos y yendo mucho, pero me apetecía a volver. Las primeras películas son lugares donde tú quieres volcar cosas que llevas cocinando toda la vida. De hecho, creo que las primeras películas, muy frecuentemente, pecan de tratar demasiados temas porque tú quieres volcarlo todo, pero también porque no sabes cuándo vas a volver a hacer una película. Es muy caro y se tienen que dar una serie de elementos muy concretos, tienes que juntar las siete bolas de dragón para poder hacerla y dudas de si serás capaz de hacer una segunda. Hay como una ansia viva, un deseo muy grande para hacer esa primera película. Y eso se suele ver en los festivales de primeras películas, es bello ver ese deseo materializado, aunque sea torpe. Eso es algo que estoy aprendiendo muy recientemente y sobre lo que pienso mucho y es que me gusta mucho más ver películas imperfectas que han sido el resultado de un intento de hacer algo, desde una verdadera pulsión del deseo auténtica, incluso de un deseo de innovar o de hacer algo diferente, de atreverse, que sean valientes, que algo absolutamente perfecto que viene desde una intención de contentar a una industria o a un público y que recae en artilugios que hemos visto muchas veces. Entonces prefiero la imperfección. Esto pasa mucho las primeras películas que son imperfectas, pero hay algo como muy auténtico.
E.P.: En tu reflexión hay mucha memoria emocional, por ejemplo en la rebelión contra esa vida limitada y previsible, que Nieves define como un bucle, del que sus amigas no son conscientes. También lo muestras con la proximidad de la playa y de Sierra Nevada, lugares a los que no tienen acceso, parecen encontrarse en una tierra de nadie, en una burbuja, como en una historia fantástica en la que un muro invisible impidiera salir no solo físicamente, mostrando la impotencia de varias generaciones para traspasarla.
R.M.: Para mí había una intención muy clara de hablar de la dualidad a la que nos enfrentamos cuando nos relacionamos con las zona rurales, cómo todos fantaseamos con pasar tiempo en una zona que te trae paz y te conecta con la naturaleza. Puede llegar a ser un paraíso de relajación, de comunión con tu parte más animal, pero viene acompañado de una falta de recursos, de oportunidades, de conexión con eventos que nos pueden interesar como la vida cultural, porque la vida rural es lo que conlleva: precariedad económica, trabajos relacionados con el sector sector primario, que suelen ser muy duros físicamente. Pero al mismo tiempo, queremos estar allí por la belleza, por la riqueza del folclore de la cultura local. En esta película quería reflejar esa dualidad, porque yo he crecido en esa zona, la vega de Granada. Yo soy de pueblo y creo que es un sentimiento de amor-odio que me ha acompañado toda la vida.
E.P.: Y eso lo expresas con dos personajes que reflejan dos actitudes diferentes, la del paraíso de la infancia y la adolescencia, una fase más demandante.
R.M.: Absolutamente. Porque, crear estos dos personajes me ayudó a representar esta dualidad. Y creo que en la infancia se ve perfectamente, porque cuando somos niñas, sí que tenemos esa inocencia. Todavía no nos preocupamos por los problemas económicos, por la falta de oportunidades, por lo duro que es el trabajo en el sector primario, lo único que vemos es el locus amoenus de la naturaleza, con una explicación más fantástica o imaginativa. Sin embargo, la adolescencia es un momento en el que tú estás muy protestona, muy rebelde, muy inconformista. Pero creo que luego esos dos sentimientos te siguen acompañando de adulta, o sea, quieres las oportunidades que te ofrece la gran ciudad, pero deseas esa paz que te da lo rural. A la vez, con esta película yo también pretendía volver a mi tierra, porque al final también, como creadora, haces cosas que no te atreverías a hacer en la vida real y las justificamos a través del arte. Entonces, yo que llevaba tantísimos años, más de una década viviendo en Estados Unidos, en una ciudad como Los Ángeles, necesitaba una excusa para volver a mi tierra, reconectar con ella, reconocerla y amarla. Esta ha sido mi excusa y mi terapia también, de alguna manera. Y por eso creo que en la película también hay tanto amor, por supuesto, hablamos de los peligros que implica esto, porque hay muchas películas ahora que hablan del mundo rural y que los romantizan y que crean un mundo rural idílico. Y aunque yo quería hablar de esos peligros del mundo rural, lo quería hacer desde el amor más absoluto a mis vecinas, a las personas que lo habitan, a la gente que trabaja esa tierra, al folclore, nuestras tradiciones…
E.P.: Y también has recurrido al elemento mágico para expresarlo, en una historia tan realista como la de Secaderos. Para ello has contado con la presencia de ese ser irreal cubierto de hojas de tabaco como las que cuelgan en los secaderos, que han creado Montse Ribé y David Martí, ganadores de un Oscar con El laberinto del fauno.
R.M.: Me encanta el realismo mágico y me parece un recurso muy interesante. La criatura, que nosotros llamamos cariñosamente la Nico (de nicotina), proviene de un recuerdo mío real, de cuando yo vivía en esa zona y veía los secaderos de tabaco en medio del paisaje, son mucho más grandes que las viviendas habituales, son como construcciones arquitectónicas gigantes hechas con madera de chopo. En mi imaginación de niña eran una guarida, algunos son de ladrillo, pero todos tienen como una especie de aura, de cabaña, que recuerda mucho a esas historias fantásticas que has leído y eso te ayuda a pensar en criaturas gigantes.
E.P.: Es un personaje muy Miyazaki, relacionado con la naturaleza y con el folclore. Además, tiene un papel revelador sobre los personajes, porque al principio solo lo ve la niña, pero me da la sensación de que conforme los personajes evolucionan de una forma u otra y llegan a otro nivel de conciencia, son capaces de verlo.
R.M.: Totalmente, para mí la droga psicodélica era una excusa para abrir las puertas de la percepción y que fueras capaz de ver otras capas de la realidad. También me gustaba mucho pensar en los orígenes de esa criatura, pensaba mucho en el movimiento obrero que hubo en el año 2002, cuando se cerró la fábrica de Cetarsa (Compañía Española de Tabaco en Rama), que era la fábrica del procesado de la planta de tabaco, un poco el epicentro de esa industria tabaquera de la zona. Al cerrar, ya no había una justificación para cultivar tabaco allí, y centenares de familias se quedaron sin su modo de vida y eso era lo único que sabían hacer, porque estamos hablando de gente que nació cultivando tabaco y era lo único que conocían. La película también tiene un mensaje político en esta crítica de la expansión inmobiliaria tan brutal, pues siempre pensaba que en este movimiento obrero con tanta gente en masa protestando, doliente por esa herida que ha creado un cambio de paradigma y una crisis económica, hay una energía colectiva que se transforma en algo. Pensaba que toda esa energía colectiva de obreros y vecinos, podía podía convertirse en una criatura mágica, una criatura doliente que sufre por la desaparición de esa cultura de esos secaderos, que vaga por los secaderos en desuso, que quiere amparar a esas personas que han trabajado ese tabaco. Quiere ser escuchada y y que, además, lucha también contra esa expansión inmobiliaria bestial que se está comiendo esos terrenos cultivables. Esto está basado en hechos reales, porque en esta zona de la vega de Granada, precisamente tras la desaparición del cultivo de tabaco, llegó la recalificación de terreno, de regadío en una zona de secano, un regadío que nos ha dado de comer durante siglos, es nuestra riqueza. Se empezó a construir un tipo de casas unifamiliares que no tenían nada que ver con la idiosincrasia de los pueblos andaluces.
E.P.: El público de Secaderos ha reaccionado muy positivamente a esta historia local porque conecta con una conciencia más global.
R.M.: Lo local es muy universal y creo que son problemas que se comparten en muchos países. No en vano, en el estreno internacional, que fue en South by Southwest, en Estados Unidos, ganamos el premio del público en un país que jamás no habríamos imaginado que conectara con una historia tan andaluza o tan española. Pero claro, todas las personas que han crecido en zonas rurales, ya sea el cultivo de tabaco o cualquier otro, comparten esos problemas.
E.P.: Es inevitable hablar de la conexión con las obras de otras directoras que han puesto recientemente el foco en lo rural.
R.M.: Ha sido muy bonito y muy emocionante encontrarme con esto. Mira, yo por haber estado viviendo en Estados Unidos, he estado muy desconectada de alguna manera de la comunidad española, aunque yo llevo allí una muestra de cine contemporáneo que se llama La Ola, y eso me ha permitido un poco estar en contacto, pero yo sentí que hacía esta película como de forma muy aislada, muy sola. Sin embargo, esta película se rueda el mismo verano que otras películas que hablan de lo rural, como por ejemplo Alcarràs o El agua, Suro incluso As Bestas, y ha sido como muy bonito, al estrenar, encontrarme con que tenía una comunidad. Yo no lo sabía, casi no. Y después, al compartir festivales y espacio, nos hemos ido haciendo amigas y esa unión por habernos preocupado temas muy parecidos, como la ecología o la estirpe, las voces femeninas dentro de la familia, las generaciones de mujeres que viven en lo rural y cuyas voces no se han escuchado o, por ejemplo, los cuidados. Pues todo esto ha sido muy bonito, descubrir que había compañeras haciendo cosas tan parecidas y decir: no estoy sola. He compartido este proceso sin saberlo con todas estas mujeres o con todos estos cineastas. Y me ha parecido algo muy mágico. He disfrutado mucho viendo las películas de ellas y diciendo ¡tenemos escenas casi parecidas! o personajes que dialogan entre ellos. Yo le doy una explicación porque, claro, tantas veces lo he pensado y me lo han preguntado. Yo nací en el 83 y todas tenemos más o menos la misma edad. Hemos crecido en el mundo analógico y somos una generación que ha vivido el cambio al digital. Además, en edades muy sensibles, como en nuestra veintena. Y creo que casi sin saberlo, nos creó un poco de trauma.
E.P.: Seguimos con las dualidades, pero exploráis el sincretismo, la posibilidad de conjugar lo viejo y lo nuevo con armonía, el pensamiento mágico y el racional, en un mundo en el que apenas existe un margen de maniobra…
R.M.: Totalmente, creo que hemos hecho, sin darnos cuenta, un ejercicio de volver a lo primario, a la raíz, a la tierra. Como estamos viviendo en una nube digital, hemos dicho no, no, no, no, volvamos al lugar de donde vinimos, vamos a volver al origen. Y esto ha pasado también en la literatura. Por ejemplo, en España hay también una generación de escritoras ahora hablando mucho de la vuelta a las raíces, a lo rural, como Irene Solà, Sara Mesa. En la música, estamos viviendo un momento en que todos los grupos están mezclando raíces de folclore, flamenco, etc. con música electrónica. O sea, que creo que es un movimiento cultural generacional.
E.P.: La música ha sido para ti un interés primordial y es central en tu vida en Estados Unidos. ¿Tienes algún proyecto en el horizonte relacionado con ella?
R.M.: No estoy trabajando con nada que tenga que ver directamente, aunque es uno de mis mayores intereses. Ahora tengo muchos proyectos abiertos y aunque la música es gran protagonista en todo ello, sí que estoy ahora mismo trabajando en una película experimental que no es largometraje. Practico el cine experimental, por otro caminito, el cine de lo sensible versus el cine de lo narrativo. Estoy ahora trabajando en una película con una chica que es cantante de ópera, cantante lírica y ahí, claro, el sonido y su voz tienen mucha, mucha importancia.
Secaderos está accesible en la plataforma Filmin.
Foto cabecera © Thessaloniki Film Festival/ Aris Rammos.
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