Registro no exhaustivo de “raros” y malditos. Sumario abierto de “torcidos”. ¿Los torcidos? Sí, escritores raros que estudiaron derecho… y se torcieron: de Franz Kafka a Javier Tomeo.
La extrañísima ficción del uruguayo Felisberto Hernández (mi escritor de cuentos raros preferido), el rarísimo brotar de un universo raro, incomparable y personal hizo decir a Italo Calvino en el prólogo a la versión italiana de Nadie encendía las lámparas (Nessuno accendeva le lampade, Giulio Einaudi Editore, Turín, 1974) que Felisberto era Un escritor que no se parece a nadie: “francotirador” que desafía toda clasificación y todo marco, se presenta como inconfundible al abrir sus páginas.
Yo querría hablar mucho de Felisberto aquí pero no debo. Cívico, ¿por qué extraño (“raro”) afán querrías decir vete a saber qué de Felisberto? Pues porque siempre que alguien dice la palabra “raro” —incluso si la digo yo— me viene a la cabeza Felisberto. No hace falta que sea una conversación sobre escritores o sesuda; me pasa igual cuando alguien dice por ejemplo: La alcaldesa habla un poco raro o Qué tiempo tan raro que hace hoy que parece el calentamiento global.
Sí, Felisberto es de los hacedores raros de cuentos raros, mi raro preferido, pero sé que eso no es suficiente para caber Felisberto con todo su piano por aquí. Queremos registrar algunos raros para listar después los raros leguleyos.
Nunca supo, Felisberto, que estaba casado con una espía de la KGB. Eso hace que nosotros —a quienes también nos caracteriza una naturaleza despistada— le veamos con mayor ternura y simpatía. De acuerdo, Cívico, Felisberto es un raro pero no un torcido. Pero ¿qué es un raro —para el lector de EL HYPE que no lo sepa— y sobre todo qué es un torcido y todo esto para qué ?
De los “raros” en realidad se ha escrito mucho, así que ya es muy normal escribir sobre los “raros”. Por dar una definición, creo que los términos de Calvino para Hernández son inmejorables: escritor que no se parece a nadie, desafía toda clasificación y resulta inconfundible al abrir sus páginas.
Primeras listas de raros
La cubierta del libro que hemos colocado (centradita) más arriba es de Los raros. De acuerdo con Rubén Darío, al principio eran 19 los más raros: Leconte de Lisle, Paul Verlaine, Villiers de l’Isle Adam, Léon Bloy, Jean Richepin, Jean Moréas, Rachilde, Teodoro Hannon, Lautréamont, Max Nordau, George d’Esparbés, Augusto de Armas, Laurent Tailhade, Fra Domenico Cavalca, Eduardo Dubus, Edgar Allan Poe, Ibsen, José Martí y Eugénio de Castro.
Los raros tienen que ver con los malditos
Más tarde, en la segunda edición, el poeta nicaragüense añadió a Camille Mauclair y Paul Adam. Los raros tienen un poco que ver con los malditos. El raro Paul Verlaine tiene su propio catálogo de malditos aplicado a la poesía: Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Auguste Villiers de L’Isle-Adam, y Pobre Lelian (“Pauvre Lelian”: anagrama de Paul Verlaine).
¿Tiene sentido mantener la etiqueta de lo raro?
Desde entonces, muchos han sido muchos los atrapados alegremente en la elástica categoría de malditos: Brecht, Pavese, Genet, Michaux, Vian, Panero, Bukowski. Este último tiene un poema muy sentido que se llama precisamente Los extraños, y como narrador visceral propietario de una voz personalísima es además de maldito, todo en un raro.
Pizarnik, Burroughs, Caicedo, Anaïs Nin, Artaud, Emily Dickinson, Pessoa, Lorca, Hernández, Iván Tubau, Jacobo Fijman, Horacio Quiroga, Miguel Ángel Bustos o… el Marqués de Sade han hallado cobijo cariñoso bajo el rótulo de malditos. Lo mismo ocurrió con los llamados decadentes, entre quienes, Thomas de Quincey, por cierto, apuntaba ciertas maneras de torcido.
Sin embargo, a veces le parece a uno que Chinaski se ha convertido en normalito y ya tiene poco de especial. En un mundo donde todo ha devenido transgresor y tan extraño, ¿tiene sentido mantener la etiqueta de lo raro?
Lo raro no es tan raro sino más bien algo propio y especial
Que lo raro tiene los días contados lo atestigua el tiempo: las imágenes de Caravaggio, Rembrandt, Monet avanzaron en nuestro espíritu a contracorriente, como la música de la imaginación propia de Schönberg o Stravinski, como los versos de John Keats, Nikolaus Lenau o los cuentos de Maupassant, todos hoy son materiales académicos de un hablar muy engolado.
En También las mujeres nacieron pequeñas, a propósito del último libro de Ferrer Lerín, yo mismo meditaba inutilmente acerca de que raro (como por otra parte, maldito) es una categoría demasiado vaga y evasiva. Separarse de las convenciones literarias, como hizo el primero que transitó su propio camino, es decir, Laurence Sterne con su Tristram Shandy, no es un gesto de rareza sino de honestidad formal para con uno, de afirmación de un estilo, y, por tanto, de una cierta valentía.
El meollo de la entrada: los torcidos
Pero hemos de llegar al meollo de la entrada ¿hay entre el inasible elenco de los raros escritores cuya formación en derecho formó parte de su desvío hacia lo raro o lo maldito?
Pensemos en una primera nómina de escritores que estudiaron leyes: Goethe, Balzac, Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Julio Verne, León Tolstoy, Voltaire, Marcel Proust o Mario Vargas Llosa ¿es que alguien ve ahí algún raro? Si descontamos las raras opiniones políticas del autor de una novela corta magistral (La ciudad y los perros), lo bien cierto es que no.
Para ser un torcido no basta ser escritor y leguleyo
Yukio Mishima, que tiene algo de maldito, se graduó en derecho, en la elitista Universidad de Tokio en 1947, pero al año dimitió del Ministerio de Finanzas japonés. Su primera novela tiene título muy penal Tōzoku (Ladrones, 1946). Mishima siempre me pareció muy raro pero en el mal sentido de la palabra y no en el cariñoso y admirativo tono que empleamos ahora aquí. Jules Barbey D´Aurevilly, rarísimo autor de Las diabólicas, sí cursó estudios de derecho en Caen, y para mí que éste si que entraría en el inexistente club de los torcidos.
Sumario de torcidos
El solitario y raro Maupassant es también uno de nuestros cuentistas preferidos y en la medida en que su Bola de sebo es la alternativa a sus inacabados estudios de derecho podemos decir de él que fue un torcido.
Otro torcido (raro que estudió derecho y se torció) es Macedonio Fernández…
Continuará…
Hermosos: espíritus valientes y malditos
Malditas: poses de valientes y malditos
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!