Seguramente pocos se acuerden, y además a casi nadie le importe, pero repasando la línea sucesoria de la música negra de las últimas décadas, uno se acuerda de aquello del new jack swing y del absoluto apagón mediático que se ha cernido sobre él desde sus días de gloria. Apenas hay listas de streaming en su nombre, Bobby Brown solo es recordado por la mala vida que le dio a Whitney Houston (bueno, se la daban mutuamente) y a nadie le da por evocar aquella época en que era el estilo de moda, generador de éxitos de alcance global e incluso ritmo al que prácticamente todo músico adscrito a eso que llamamos géneros urban se apuntaba para no quedar en fuera de juego. El new jack swing no tiene quien le cante, desde luego.
En esencia, fue un estilo que predominó a finales de los ochenta y principios de los noventa, marcado por una fuerte impronta rítmica (heredada del hip hop y del funk) que no solo condicionó prácticamente toda la música negra de aquel periodo, sino que también sentó las bases sobre las que muchos de los fenómenos adolescentes que le sucedieron (léase New Kids on the Block o Backstreet Boys) y casi todo el r’n’b posterior (TLC, En Vogue) cimentó sus argumentos. Músicos procedentes del soul o de la música disco se sumaron a su carro. Hacer pop de raíz negra entre 1987 y 1991 y no contagiarse del new jack swing era casi pecado.
Se puede decir que los grandes arquitectos de aquel sonido, tan marcado por la caja de ritmos TR-808 y que tan demodé nos puede resultar (con razón) a treinta años vista, fueron Jimmy Jam y Terry Lewis, un tándem de productores que trabajó con Michael Jackson, Usher, Prince, New Edition y, sobre todo, con Janet Jackson. Si hubiera que describir aquellos años en torno a la tradicional rivalidad que siempre existió entre el Reino Unido y EEUU en cuestiones de música pop, podría decirse que Jam y Lewis eran la versión yanqui a lo que suponían Stock, Aitken & Waterman en territorio británico: los reyes Midas de las listas de éxitos, dos auténticas factorías de hits mundiales.
El tercer álbum de Janet Jackson, Control (1986), es considerado el kilómetro cero del estilo. Y no es de extrañar, ya que suponía una orgía de funk sincopado, r’n’b zalamero y soul casi futurista, que se anticipaba a muchas de las corrientes que triunfarían en la música de consumo a finales de la década a través de canciones inapelables como “When I Think Of You”, “Nasty” o “What Have You Done For Me Lately”. El new jack swing cobraba forma. Su sonido y también su baile. Y con epicentro en Nueva York, como tantos otros seísmos en la historia de la música pop.
El listado de nombres que se apuntaron a la moda de los ritmos sincopados (a veces casi marciales) de aquel estilo que colonizaba las listas de medio mundo, es abrumador. Lo frecuentaron incluso músicos aparentemente muy alejados de sus presupuestos: el Isaac Hayes de Love Attack (1988), la Diana Ross de Workin’ Overtime (1989), los Earth, Wind & Fire de Heritage (1990) o la Phillis Hyman de Prime of Life (1991). Huelga decir que todos facturaron muy lejos de sus mejores registros cuando se subieron a ese carro.
Llegó un momento en el que parecía que todo el mundo quería ser Bobby Brown. Porque aunque sus estilismos de aquel entonces nos puedan hoy parecer tan horteras como lo eran las pintas de Vanilla Ice o MC Hammer, lo cierto es que Don’t Be Cruel (1988) era el disco cuyo sonido todo quisque quería imitar.
Formaciones como New Edition, Bell Viv Devoe o Guy, productores como Teddy Riley y Bernard Belle… todos ellos le daban un lavado de cara bien comercial a unos estilos que se debatían entre la dicotomía que empezaba a cernirse sobre el hip hop (el optimismo vital de De La Soul o Arrested Development frente a la denuncia de Public Enemy o N.W.A. y el emergente mal rollo del gangsta rap) y los primeros esbozos de eso que luego todo el mundo llamaría r’n’b (TLC, En Vogue, Destiny’s Child), pero apenas tiene nada que ver con el rythm and blues tradicional, pese a ser su abreviatura.
Todos contribuyeron a moldear una época de cambios y transformaciones en la música popular, que en el caso del new jack swing empezó a declinar con el Dangerous (1991) de Michael Jackson (producido en parte por Terry Riley) y con el estreno de la película New Jack City (1991), de Mario Van Peebles. Con todo, la mayoría de sus grandes nombres han quedado sumidos en el olvido.
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