Lo realmente gracioso habría sido un body donde pusiera Mellado, como el bisabuelo.
El caso de los bodies sexistas que vendían los hipermercados del triángulo verde ha vuelto a hacer correr ríos de tinta o, mejor dicho, ha movido decenas de pulgares hasta la función retuit’de muchos smartphones. Como en el caso de la camiseta con la estrella de hace unas semanas, tuvo que ser una clienta la que se topara con las dichosas prendas con las frases polémicas… De nuevo, nadie en todo el engranaje de un mastodonte de la distribución se había dado cuenta de la metedura de pata.
Que vuelva a ocurrir algo así es alucinante porque en el sector de la moda las colecciones se desarrollan con unos márgenes de tiempo lo bastante amplios -a veces, superiores al año- y las prendas pasan por suficientes manos -diseñadores, product managers, controladores de calidad, distribuidores- hasta llegar al cliente final como para que estas aberraciones no acaben en el armario de nadie. El asunto empeora cuando uno advierte que si para detectar el fallo en los niquis de donde Amancio había que conocer algo de historia, haber leído algún libro o visto alguna película; en los de don Isidoro –Q.E.P.D.– para dar con el error bastaba con saber leer.
Me pregunto cuántos compradores que tampoco sabrían juntar la P con la A (y que probablemente usan su teléfono sólo para enviar iconos de flamencas) habrán adquirido estas prendas antes de que la aguerrida “tuitera” diera la voz de alarma. Me los imagino esbozando una sonrisa etrusca y estúpida y comentando a su acompañante: “Ay, qué graciosos”. En el mejor de los casos, los visualizo buscando otros bodies que hablaran de la belleza de papá o de la inteligencia de mamá, dado que pensaban regalárselos a padres tontos y madres feas. Yo, que ni llego a listo ni a bello sino que me quedo en avispado y resultón, voy a darles a fabricantes y consumidores la solución a estas desagradables situaciones: los primeros, dejen de estampar sandeces sobre la ropa de los niños y los segundos, dejen de ponerles a los pobres camisetas con mensajes que sólo les hacen gracia a los adultos.
Nuestro nene no será una estrella del rock aunque le pongamos un niqui de Los Ramones, ni la nena una princesa aunque lleve a toda la caterva de las del tío Walt sobre el pecho. Preocupémonos por mimarles sin malcriarles, que la belleza y la inteligencia que les toque en suerte la llevan en los genes, como Paquirrín y Chabelita.
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