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Petra Volpe: ‘El orden divino’ celebra el cuerpo femenino

En Cine y Series martes, 19 de junio de 2018

Inés Calero

Inés Calero

PERFIL

A Petra Volpe (Suhr, 1970) le bastó una conversación con su productor Reto Schaerli para darse cuenta de que nunca nadie había rodado un largometraje sobre el sufragio femenino en Suiza. ¿Por qué no había tenido esa idea antes?, se preguntó a sí misma entonces. Y esa conversación entre creativos fue la chispa de la que surgiría El orden divino, una película femenina y feminista que muestra la lucha por el derecho al voto femenino en Suiza. Desde EL HYPE pudimos entrevistarla, tras la presentación del film en Madrid.

La mayoría de películas escritas o dirigidas por Volpe, como Dreamland (2013) o Schönes Wochenende (2006), versan sobre mujeres que se emancipan. No obstante, esta está más conectada con mi madre y con mis abuelas, asegura la directora suiza, añadiendo que desde pequeña no me sentí muy cómoda con el rol de mujer o sentía que había injusticias hacia las mujeres, así que desde una edad temprana fui feminista, por eso la igualdad era un tema principal para mí, de ahí su necesidad de contar esta particular historia.

El orden divino se enmarca en un contexto histórico conocido por los suizos pero jamás contado: Suiza no aprobó el sufragio femenino hasta 1971, siendo uno de los países de la Unión Europea donde más tarde la mujer pudo votar. Es un capítulo vergonzoso para la historia del país. La gente sabe que es una pequeña peculiaridad en nuestra historia, pero no significa que sientan el escándalo que supone, y queríamos sacarlo a colación, explica Volpe. Y todavía hay más: el cantón de Appenzell, lugar concreto donde se sitúa la trama, no respetó el principio de la igualdad entre mujeres y hombres hasta 1990.

En cuanto a las razones de esta irónica mancha en la historia de su país, Volpe no duda: El conservadurismo. Después de que se instaurara el voto femenino, los políticos justificaban que el cambio no se había efectuado antes debido a la democracia directa instaurada tras la Segunda Guerra Mundial. Si los hombres votaban en contra, la población lo quería así, así que utilizaban la democracia como excusa. Aún así, no es cierto. Las mujeres lucharon por el voto durante más de cien años y los políticos simplemente las ignoraron hasta 1971, porque no creían que fuese una cuestión importante. Ellos querían mantener el orden divino, añade.

En consecuencia, la directora considera que existe un cliché sobre Suiza, al ser considerado un país avanzado. Suiza goza de una imagen positiva y, en ciertos aspectos, es progresista, pero es muy complicado lograr cambios sociales. En términos de igualdad de género, derechos homosexuales y todo lo que concierne a la familia son muy, muy conservadores.

La lucha feminista en entornos rurales

El film es un homenaje a todas las mujeres para las que desmarcarse no fue fácil, en parte por vivir en zonas rurales. El largometraje presenta la historia de Nora (Marie Leuenberger), una joven ama de casa y madre de dos hijos que vive en un pequeño y pintoresco pueblo, donde las noticias de las protestas por los derechos civiles, la revolución sexual y los movimientos contraculturales apenas son un tema de debate. El conflicto estalla cuando Hans (Max Simonischek), su marido, le prohíbe aceptar un trabajo a tiempo parcial y Nora canalizará su frustración liderando la lucha por el sufragio femenino. Valiente y fiel a sus principios, agita al pueblo mientras descubre que su liberación va más allá de esfera familiar.

La historia es ficticia, no existió una Nora como tal. Todos los personajes de la historia son un amalgama de toda la gente con la que me crucé durante el proceso de documentación. Por supuesto, hay un montón de detalles personales en las historias, reconoce la directora, que va más allá: Realmente, quise entender el pensamiento de la gente de la época, el tipo de vida que llevaban las mujeres, también hablé con mi madre, que en 1971 tenía 21 años.

Volpe logra un retrato honesto y sincero de aquella sociedad. Sin demonizarlo, muestra cómo el personaje de Hans realmente ama a Nora pero desde su comodidad, no quiere que las cosas cambien. Él simplemente no sabe cómo ser un hombre diferente y tiene que aprender. También deberá aprender lo mucho que él mismo está preso de la idea sobre qué es un hombre de verdad, explica la directora y guionista. Además es también víctima de la presión social que le envuelve, apunta. Por si fuera poco, la enemiga de Nora es otra mujer, Theresa, quien desde su posición de mujer con poder no apoya la lucha feminista. Por ello, desde la comprensión, más que ser una trama que sitúa a mujeres contra hombres, o al revés, estamos frente a una película vital, que recuerda indudablemente a la lucha contra las adversidades sociales de Sufragistas (2015) o incluso Pride (2014). Además, Volpe utiliza detenidamente la música para expresar ese vitalismo, la rebelión y el cambio.

El drama y los conflictos existenciales no son contrarios al humor y así lo expone El orden divino. Más bien al revés, opina Volpe. Cuanto más existencial es el conflicto que sustenta la trama, mejor es la comedia. El humor es el modo de seducir a la gente a asistir a una película que quizás no vería. Por eso durante todo el proceso de creación de la película busqué conscientemente el balance entre el drama y el humor, explica. Un equilibrio que le ha valido la selección por Suiza para los Oscar 2018 y el premio del público a la mejor película en el Festival de Tribeca en 2017.

La liberación también es sexual

Del film subyace una segunda intención: de forma cómica, Volpe visibiliza la necesidad de una educación sexual centrada en el conocimiento del cuerpo y del placer. Es fundamentalmente importante para las mujeres estar conectadas con sus cuerpos, conocerlos y amarlos, poseer su placer, su sexualidad. Que Nora conociese su cuerpo y placer era una experiencia fundamental para que acabase siendo la líder del movimiento, justifica.

El orden divino (Petra Volpe, 2017)

Sobre la educación femenina, Volpe lamenta que asombrosamente, las mujeres jóvenes saben muy poco sobre cómo funcionan sus órganos sexuales y tienen imágenes desdibujadas sobre sus cuerpos. Es muy triste. Por ello, ante el trabajo que todavía queda por hacer en términos de educación sexual, la directora suiza confiesa que quiso divertirse con ello porque es importante celebrar el cuerpo humano y la película es eso: una celebración del cuerpo femenino y la variedad de cuerpos.

El orden divino es una reivindicación que tristemente todavía está vigente hoy en día. En Suiza, como en la mayoría de países occidentales, muchos aspectos sociales han prosperado, pero la igualdad sigue sin ser un hecho. No hay suficientes mujeres en política, no hay suficientes mujeres en posiciones de poder, la brecha salarial existe y, además a nivel mundial existe una gran brecha en el orgasmo, recuerda. Tristemente, es cierto, y si lo miras con una perspectiva más amplia, es puro sexismo. No se enseña a las chicas a tener el mismo derecho al placer que a los chicos. Así que hay mucho trabajo por hacer todavía, concluye Volpe.

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