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‘Otra ronda’ de borracheras cinematográficas

En Cine y Series 13 abril, 2021

Marc Muñoz

Marc Muñoz

PERFIL

En uno de los momentos álgidos de Otra ronda (Another Round, 2020), el profesor sobre cuyo punto de vista toma más partido la cámara de Vinterberg, reta a sus desconcertados pupilos a elegir a un representante político entre tres identidades ocultas: la de dos consumados bebedores, fumadores y otros malos hábitos, y un tercero abstemio, amante de los animales y de los niños. Toda la clase se inclina sin remisión hacia el último. La sorpresa salta cuando el profesor revela las identidades de los tres elegibles: Franklin Delano Roosevelt, Winston Churchill y… Adolf Hitler. Detrás de esta anécdota se esconde la primera lanza a favor hacia el consumo (moderado) de alcohol de este divertido dramedy. Esa misma cantidad de ingesta etílica que configura la inmejorable premisa narrativa de cuatro profesores, y algo más que compañeros de farra que, para corregir la deriva anodina y descafeinada que han tomado sus vidas al pasar la cuarentena y la cincuentena, deciden sazonar sus vidas con alcohol durante las horas diurnas y laborales.

Otra ronda es una buddy movie regada por litros de alcohol que en realidad celebra la pasión por vivir

El efecto no tarda en manifestarse con una percepción más aguda de la vida, un entusiasmo que se salda con unos alumnos, parejas y entorno entregados a ese inesperado despertar vital. Aunque tampoco el reverso del consumo creciente de alcohol entre los personajes –Vinterberg claudica en su incorrección cuando introduce una carga moralista en el relato– tarda en manifestarse con conductas inapropiadas, resacas descomunales, líos familiares y una adicción creciente preocupante.

Pero lejos de buscar la vertiente polémica, que seguro que la encontrará entre abstemios convencidos, alcohólicos redimidos y otros segmentos de la población, la película de Vinterberg funciona como un canto a la vida y a la amistad. Una buddy movie regada por litros de alcohol que en realidad celebra la pasión por vivir, aunque, para lograrlo, a veces, haya que intoxicarse un poco. No es la primera película que se sumerge en el burbujeo chisposo propio de la bebida, las películas que siguen también se zambulleron en el océano etílico.

Otra ronda

The Beach Bum (2019)

El último artefacto de Harmony Korine, inédito en nuestro circuito de salas, seguía los derroteros hedonistas de un poeta, buscavidas, vagabundo apodado Moondog, a quien interpretaba un Matthew McConaughey en estado de gracia. El film del guionista de Kids es una hilarante aventura regada de excesos: alcohol a mansalva,  enormes cogollos de marihuana y toda clase de condimentos lisérgicos. Un libertino personaje, apegado a las latas de cerveza como otra de las inolvidables caracterizaciones del actor texano (el Rust Cohle de True Detective), que parecía encarnarse como el hermano sureño de «El nota» de El gran Lebowski.

Días de vino y rosas (1962)

La mayoría de acercamientos a la temática han derivado en brebajes amargos sobre el alcoholismo y los estragos a los que te conduce su adicción. Uno de los regustos más devastadores lo provocaba este relato dirigido por Blake Edwards alrededor de una pareja marcada por los excesos con la bebida. Imposible encontrar un título más elocuente para esta desgarradora obra maestra protagonizada por Jack Lemmon y Lee Remick.

Otra ronda

Leaving Las Vegas (1995)

Otro descenso a los infiernos. En esta ocasión para contar el suicidio a cámara lenta de un guionista de Hollywood que, tras un revés provocado por su alcoholismo, decide poner rumbo a Las Vegas para ahogar sus penas con bourbon y whiskey hasta conseguir un acceso a la tumba. Mike Figgis se responsabilizó de este drama con el que Nicholas Cage se llevó el Oscar al mejor actor, y con una desparecida Elizabeth Shue en el papel de una prostituta que emergía como un ángel de la guarda para el afligido personaje central.

Submarino (2010)

El propio Vinterberg ya había tratado el reverso oscuro de la afición a la botella en este crudo y seco drama familiar de tintes sociales (en la escuela del mejor realismo social inglés). Dos hermanos marcados por una infancia de golpes sonantes, cuyas heridas sin cicatrizar desembocan en la afición al bebercio y a la violencia en uno de ellos, mientras el otro, un padre soltero, intenta alejarse de ese pozo de degradación para ofrecer a su hijo un futuro que a él le negaron.

Otra ronda

Bloody Nose, Empty Pockets (2020)

Qué mejor para tomarle el pulso al burbujeo etílico que poner los raíles y la steady en el interior de un dive bar de Las vegas en su última noche abiertos. Una galería de fauna nocturna impagable pueblan los tragos semisecos de este híbrido entre ficción y no ficción que te transporta a la primera línea de la barra.

Drinking Buddies (2013)

Los colegas de copas de Joe Swanberg se ajustan a las comedia romántica accionada por la desinhibición a la que te conduce el riego continuado de alcohol. En el caso,  el de la cerveza que concatenan dos compañeros de curro cuando aparcan el horario laboral y comparten risas, coqueteos y buenos momentos. El problema es que ambos tiene pareja.

Otra ronda

Entre copas (2004)

La comedia dramática de Alexander Payne trazaba ciertos paralelismos con el estreno de Vinterberg. En este caso, dos adultos desencantados, con personalidades bastante opuestas, se lanzan a un viaje por los viñedos de California en una cata continuada de vinos dulces mientras debaten sobre la vida y estrechan complicidad al compartir la pérdida de juventud y fracasos vitales y profesionales. La serie Viaje a Grecia, España, Italia, de Michael Winterbottom, comparte la sabiduría vital, el desencanto de la edad adulta y la adoración de la dupla protagonista por Dioniso.

Resacón en Las Vegas (2009)

Hollywood encontró una IP de éxito en el descalabro que precede a una despedida de soltero salvaje y de recuerdo amnésico para sus cuatro participantes, tres amigos y el futuro novio. El post fiestón sirve aquí para el desarrollo de una comedia negra y de enredos que daría cancha a dos secuelas y a una cuenta recaudatoria de muchos ceros. Todd Phillips dirigió esta primera parte con Bradley Cooper, Zach Galifianakis y Ed Helms como el trío protagonista en apuros.

Otra ronda

Proyecto X (2012)

El reguero de barriles de cerveza, pong beer interminables, casas incendiadas, parejas rotas, animaladas y resacas dignas de Hemingway después del aperitivo que han alimentado la filmoteca americana ha impulsado la consolidación de un subgénero propio: el de la juergas universitarias y pre-universitarias.

Ahí desemboca Proyecto X, un filme de saraos que se van de madre y que suscitó en su día cierta expectación alimentada por el secretismo alrededor de esta. Al final no era más que otra variante de la tipología de juerga y desenfreno juvenil; en el caso, alrededor de tres amigos que plantean aumentar su popularidad montando la fiesta de todas las fiestas. Y como algunos ya aprendimos mucho tiempo atrás con esos cocktails servidos por Tom Cruise, estas suelen terminar mal… muy mal. El responsable de la entrada de arriba producía esta cinta dirigida por Nima Nourizadeh y guionizada por Matt Drakey y Michael Bacall.

La gata sobre el tejado de zinc (1958)

Era difícil en el Hollywood clásico hallar fotogramas sin alguna bebida alcohólica. Aunque había películas que sobrepasan la media, como este imperecedero melodrama familiar de Tennessee Williams alrededor de la tensión que se aloja en una familia acomodada sureña. Uno de los hijos se refugia en los Hot Toddy y en la ingesta desmedida de cocktails, mientras su mujer se niega a perderlo y a sucumbir a la riña familiar. La clase de Paul Newman relucía a cada palmo de sus gestos actorales, incluso cuando le tocaba interpretar a un tipo anegado de alcohol.

Otra ronda

Aflicción (1997)

Uno de los mejores trabajos como director del reconocido guionista Paul Schrader fue este drama doméstico crudo, asfixiante y de una violencia atmosférica brutal cuyo conflicto nace de este gris y menospreciado sheriff de una población rural que encuentra la oportunidad de su vida para demostrar su valía ante un padre tóxico, dominante y sujeta botellas. De nuevo, el reverso más tóxico, mezquino y repudiable del abuso del alcohol como tamiz para un personaje bordado por un James Coburn cuyo esfuerzo le reportaría un Oscar como mejor intérprete secundario. Nick Nolte se merecía otro en el papel del torturado hijo.

Redención (2011)

También las islas británicas han ahondado con insistencia, especialmente desde el realismo social tan enraizado en su cine, en esas bolsas de pobreza donde sus inquilinos apagan sus penas con cantidades industriales de alcohol. Uno de los mejores roles alcohólicos del cine inglés lo resolvió el siempre fiable Peter Mullan en este drama de Paddy Considine donde el actor de My name is Joe interpreta a un viudo dipsómano, violento y autodestructivo que encuentra un pasaje de redención en Hannah (Olivia Colman), una mujer muy religiosa que conoce a raíz de un altercado.

Otra ronda

The Virtues (2019)

La excepción cinematográfica de esta lista se merecía un espacio por alumbrar uno de los retratos más demoledores sobre el alcoholismo y sus estragos. La miniserie de Shane Meadows —seguidor de la escuela del cine social inglés más sucia y cruda— para Channel 4 pone el foco en este hombre (interpretado por un colosal Stephen Graham) intentando apaciguar, mediante el consumo insalubre de pintas y shots en el pub más mugriento que se le cruce, los demonios internos acumulados en el bajo vientre tras una niñez cargada de abusos. Meadows firma, y noquea con ella, una de las cogorzas más devastadoras que se han visto en una pantalla, finiquitada con una resaca ultra amarga a la altura del pedo Harakiri pillado la noche anterior.

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