2015 echa el telón y deja un buen puñado de discos que recordar más allá de su marco temporal.
El ocaso de 2015 se cierne peligrosamente sobre las cabezas de todos los críticos musicales y, por ósmosis, sobre todos los que han de soportar la lluvia bíblica de las listas de lo mejor del año. El curso se ha prestado, un año más, para que el insano ejercicio de cualquier fan de Alta fidelidad se convierta en un debate que se extiende más allá de la infinita estupidez humana. Debuts meritorios, irrupciones estelares, regresos celebrados, sorpresas y confirmaciones de que la vida sigue igual, todos conviven en una falsa armonía forzada para poder juntar algunos de los discos que no podrás olvidar cuando acabe el año. Para bien.
#1 Coleen Green, I Want To Grow Up.
2015 ha tenido tiempo para sumergirse en el underground y levantar a sus propios ídolos con la naturalidad del que siempre estuvo ahí. Es el caso de Colleen Green, cuyo disco se cuela humildemente entre las sorpresas más interesantes del año emergiendo desde las profundidades del do it yourself. Por primera vez, Green se metió en un estudio y se dejó acompañar de un par de músicos para grabar I Want To Grow Up, un devocionario de la madurez noventero repleto de hits pop-punk (“I Want To Grow Up”, “Grind My Teeth”, “Wild One”) y perlas turbias como “Deeper Than Love”.
#2 Blur, The Magic Whip.
El curso, como un buen mal culebrón, también le ha dado su protagonismo a los regresos. La vuelta a la vida de Blur ha sido, parafraseando creativamente a John Lennon, más celebrada que la de Jesucristo. Tres olimpiadas después, es inevitable que la grandeza de la resurrección de los británicos con The Magic Whip se ubique naturalmente entre la última etapa de Blur (especialmente 13) y los proyectos de Damon Albarn (el ambiente de Everyday Robots, 2014, es fácilmente identificable). The Magic Whip funciona porque el dúo Albarn–Coxon funciona, lo que es una gran noticia para la humanidad en general.
#3 Sleater-Kinney, No Cities To Love.
Los parámetros cronológicos de la vuelta de Sleater-Kinney, parte fundamental del riot grrrl en los 90, coinciden con bastante precisión con los de Blur. El regreso del trío norteamericano, tras casi una década de hiato profesional ha supuesto, como en el caso de los británicos, una fantástica noticia tras comprobar que no sonaba a hueco. No Cities To Love es el producto legítimo de una de las mejores bandas de rock de los últimos 20 años. Rápido (apenas media hora), rotundo y brillante, el disco de Sleater-Kinney es el códice del punk-rock.
#4 Father John Misty, I Love You, Honeybear.
2015 ha sido el mejor año profesional de Josh Tillman. Su segundo disco como Father John Misty ha supuesto la confirmación definitiva de un ascenso tranquilo que, sin embargo, esta temporada ha estallado con fuegos artificiales merced a ese manual del buen amor que es I Love You, Honeybear. Desde la parte trasera de Fleet Foxes y su aceptable ñoñería en solitario, Tillman ha terminado convirtiéndose este año en una especie de irresistible crooner tejano (cuando él es de Maryland), que se desata en directo. Además, la producción de Jonathan Wilson lleva al disco a otro nivel, y canciones como “I love you, honeybear“, “Chateau Lobby #4 (in C for two virgins)”, “When You’re Smiling and Stride Me” o “The Ideal Husband” dan buena cuenta de ello.
#5 Godspeed You! Black Emperor, Asunder, Sweet And Other Distress.
Cuando Godspeed You! Black Emperor edita disco nuevo hay que guardar silencio. En primer lugar, porque hay que escucharlo; en segundo, porque resulta un esfuerzo en vano tratar de hablar por encima de ellos. Asunder, Sweet And Other Distress es otro fantástico ejemplo de que el post-rock siempre ha estado ahí, dispuesto a morir por todos nosotros. Algún día habrá que prestarle la atención que merece y, entonces, GY!BE, ascenderán al lugar privilegiado que merecen. Las guitarras del armagedón en “Peasantry or Light! Inside your Light!” y las cuerdas de “Piss crowns are trebled” son sólo dos detalles, entre los innumerables que se encuentran escondidos entre las cuatro canciones del disco.
#6 Tame Impala, Currents
El de Tame Impala es, si no el que más, uno de los discos más controvertidos del año. Como una sana costumbre, cada cierto tiempo surge un grupo que, desde una posición de cierto privilegio, decide jugar deliberadamente con las expectativas de sus fans y con las inflexibles leyes que rigen el universo; hace un par de años fue Arctic Monkeys con su tributo soul en AM, este año ha sido Kevin Parker. Currents es el producto de una monumental autoinvestigación, un alegato a favor de las infinitas dimensiones de la psicodelia. El disco, formalmente alejado de su predecesor, pero íntimamente unido a él en lo oculto, prepondera los sintetizadores, el pop y el R&B por encima de las guitarras y el rock, y levanta un precioso túmulo para los que quieren cuadricular la psicodelia.
#7 My Morning Jacket, The Waterfall
The Waterfall redunda en la teoría inevitablemente subjetiva que coloca a My Morning Jacket como el grupo más completo del siglo XXI. Sin embargo, más allá de disquisiciones interminables alrededor de la incertidumbre de la verdad absoluta, la realidad es que el séptimo disco de la banda de Jim James los sitúa una vez más entre lo más interesante del curso. La colección de The Waterfall viaja con acierto entre el rock, la psicodelia accesible y el country, y mantiene intacto ese mágico halo de intensidad mística que acompaña siempre al grupo. Entre “In its Infancy (The Waterfall)” y “Big Decisions”, y “Get the Point” y “Only Memories Remain”, MMJ despliegan un extraordinario abanico imposible de encorsetar en un sólo género.
#8 Courtney Barnett, Sometimes I Sit And Think, And Sometimes I Just Sit
Es imposible vivir en 2015 y no rendirse ante Courtney Barnett. Ya era realmente complicado no hacerlo antes con hits de atractiva cotidianidad como “Avant gardener”, pero este año ha terminado por convertirse en una de las figuras musicales más destacadas del año gracias a Sometimes I Sit And Think, And Sometimes I Just Sit. Su primer disco oficial es, con toda probabilidad, el más fresco del año; con él, y a través de la acidez de sus letras y su guitarra (y la del Drones Dan Luscombe), Barnett consigue recordar que el rock puede (y debe) ser divertido sin necesidad de ser obvio. Entre la melancolía (“Small Poppies”, “Depreston”, “Kim’s Caravan”, “Boxing Day Blues”) y la inmediatez (“Elevator Operator”, “Pedestrian At Best”, “Nobody Really Cares If You Don’t Go To The Party”), el secreto de su éxito encapsulado en 3 minutos y 11 segundos: “An Illustration Of Loneliness (Sleepless In New York)”.
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