Nahuel, el primer largometraje de Natalia Garagiola, es una de esas cintas que, recientemente, han mostrado una perspectiva más poliédrica en torno a la identidad masculina, como Chevalier (2015), de Athina Rachel Tsangari o Western (2017), de Valeska Grisebach, y que han sido gestadas por una perspicaz mirada femenina.
Producida por Gamechanger Films —compañía especializada en respaldar únicamente el trabajo de directoras—, Nahuel pone el foco en la contención de la violencia de un adolescente que acaba de perder a su madre y que es enviado por su padre legal (Boy Olmi) a pasar una temporada a la Patagonia con su padre biológico (Germán Palacios), quien siempre ha estado ausente.
Nahuel (Lautaro Bettoni) es un adolescente hostil con los demás y consigo mismo. No logra sobrellevar el dolor de la pérdida de su madre y ello le conduce a no saber cómo relacionarse con su entorno. La cineasta argentina juega con esa clave: ¿cómo comportarse cuando no se está bien en ningún sitio, cuando la realidad es insoportable?; y lo resuelve con un personaje provocador, siempre a la defensiva, apático y que no quiere saber nada de nadie.
La actuación del joven Bettoni es excelente y le valió el Premio Sur al mejor artista revelación. Irreverente y comedido, transmite su frustración con cada mirada, cada silencio, cada gesto brusco. Un comportamiento que preocupará a ambos padres, pero que también tienen carencias a la hora de lidiar con la personalidad del joven y de mostrarle su afecto.
Tras su première mundial en la Semana de la Crítica de Venecia, se llevó el premio FIPRESCI en el Cinélatino Réncontres de Toulouse y premio a Mejor Película en el Festival de Macao. Se proyectó en la sección oficial del Festival internacional de Chicago y en San Sebastián, dentro de la sección de Horizontes Latinos; y ahora llega a las salas españolas.
Nahuel es un debut emocionalmente contenido que juega con un guion con más pausas que diálogos, para mostrar que su joven protagonista está roto por dentro. Como gran telón de fondo, el sur de Argentina y la introducción de la caza y las armas sirven para hilar este relato introspectivo y sanar las heridas de la relación con su padre, una evolución que avanza hacia la redención, un proceso que ya se ha contado en numerosas ficciones anteriores.
No obstante, es menos común cómo Garagiola capta las inseguridades típicamente masculinas y las explora sin caer en sentimentalismos, para ello utiliza las mejores herramientas de la dramaturgia y confía en los rostros de los protagonistas para tensar una personalidad compleja. Una pena que la historia sea en ocasiones redundante y evidente.
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