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“El mundo conectado”: El padre espiritual de Matrix

En Cine y Series, Serial Watcher lunes, 22 de julio de 2024

Marc Muñoz

Marc Muñoz

PERFIL

Hubo un tiempo no muy lejano en el que los cineastas abrazaron el medio televisivo sin que recibieran imposiciones de ninguna índole ni sufrieran reclamas culpatorias. Grandes autores del espectro cinematográfico vieron en la hermana televisiva un campo idóneo para extender y experimentar sus cosmovisiones sin perjuicio alguno para su entidad autoral. Sin limitaciones creativas ni ataduras comerciales, ni incluso restricciones de formato, desplegaron obras que difuminaron las fronteras entre cine y televisión.

Uno de los cineastas que mejor entendieron el medio fue el incansable Rainer Werner Fassbinder. Y una de sus obras que mejor sintetizaron esa televisión autoral fue El mundo conectado (Welt am Draht, 1973). Insertada en 1973 en el circuito de la WDR, la televisión alemana, su impacto aún resuena en la falla popular.

El mundo conectado World on a Wire

El germen del serial de dos partes —película dividida en dos partes que hoy sería presentada como miniserie de dos episodios— se encuentra en la novela de culto Simulacron-3. El reputado autor de ciencia-ficción Daniel F. Galouye la escribió en 1964 y desde entonces su peregrinaje sagrado entre admiradores del género no ha hecho más que acrecentarse. Sin embargo, fue el director germano, con la ayuda de su habitual guionista Fritz Müller-Scherz, el primero en adaptar este relato centrado en un simulador virtual creado por una supercomputadora que proyecta una réplica del mundo real. En esta viven 10.000 avatares ajenos a su condición, quienes son estudiados a todas horas con fines comerciales.

Básicamente, Galouye se adelantó seis décadas al mundo digital del presente, y al sueño húmedo de Mark Zuckenberg con Meta. La trama de ambas obras, la literaria y la televisiva, arranca con un asesinato, y es entonces, cuando a este contexto plenamente sci-fi, se le inserta un relato detectivesco clásico donde el protagonista se ve confundido por una nebulosa de enigmas que le llevan a cuestionarse todo. Su esquema argumental, esa premisa de entornos virtuales en los que la línea que separa lo real de lo simulado resulta confusa, obstaculizando el objetivo del protagonista, sería reproducido con cierta frecuencia en décadas posteriores.

El mundo conectado World on a Wire

Su huella atraviesa la saga Matrix, ese fenómeno cinematográfico que  se extendió por la cultura popular como obra de alcance masivo y pieza referencial para el género de la ciencia-ficción. El trabajo de las hermanas Wachowski compartía mucho de los compartimentos diseñados por Fassbinder en su avanzada obra televisiva. De entrada, ese esquema de héroe homérico —en la serie el científico que interpreta Klaus Löwitsch, que adquiere conciencia de su condición existencial en un universo restringido, sería reproducido con insistencia a finales de la década de los 90 y siguientes. Desde Dark City hasta El show de Truman, pasando por The Game o Nivel 13 —esta última inspirada en la misma novela de Galouye— se trazaron ligaduras con el trabajo de Fassbinder.

Todas estas obras compartían la lucha de un héroe por romper con una realidad preconfigurada; para abrir un sendero de revelación y emanciparse del control de una fuerza externa superior que impide o limita la libertad personal/individual. El héroe y, con éste, el espectador, compartían esa desconfianza hacia una supuesta “libertad” de acción en su entorno y el deseo por romper con los grilletes de control.  De hecho la genealogía de este grupúsculo de obras de la ciencia-ficción se remonta hasta el mito de la caverna que Platón expuso en La República.

Para dar vida a este fascinante universo futurista, pero reconocible, más en los ojos del siglo XXI, Fassbinder trasladó a su equipo a París, encontrando en el nuevo barrio de La Défense el escenario idóneo. También digno de elogio resultó el trabajo del director de fotografía Michael Ballhaus (Goodfellas, 1990), quien se convertiría en aliado de Scorsese en su etapa norteamericana. Rodada en 16mm, con una cámara dinámica y oscilante, uso constante de espejos en la puesta de escena, El mundo conectado preserva su vigor estético. Una emulsión fascinante para acompañar el viaje de (auto)descubrimiento de este detective perdido en un laberinto intrincado.

Aunque si por algo sorprende El mundo conectado, así como la obra original que la nutre, es por la vigencia de sus temáticas. Toda esa exploración sobre entramados virtuales y grandes corporaciones tecnológicas alimentándolos para su recaudación sin límite, tiene plena aceptación en el actual marco de las big techs y la telaraña de redes sociales y apps. Entornos cada vez más reales y adictivos con los que retener a los usuarios mediante la proyección de sus avatares virtuales idílicos y deseados, mientras se acumula la captación de datos con los que predecir y comercializar con sus hábitos de consumo. Una perversa ingeniería que le servía de escenario premonitorio a este influyente y revolucionario serial germano.

El mundo conectado World on a Wire

El mundo conectado dejó un testamento recogido por un reguero de producciones que acapararon el género de la ciencia-ficción desde la década de los 90. Pocas reconocieron el legado, pero El mundo conectado sigue brillando admirablemente en muchas de sus facetas. Algo que solo logran los clásicos, y este televisivo lo es.

*El mundo conectado es una de las series analizadas por Marc Muñoz en “Universos catódicos de culto”, una antología publicada por la editorial Applehead, en la que se recuperan ficciones proscritas y desterradas.

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