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«Moonage Daydream»: Bowie en sus propias palabras

En Cine y Series 27 septiembre, 2022

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

Hay varios tipos de documental, que van desde los más educativos a los más artísticos, Moonage Daydream, desde luego, está en el espectro de estos últimos. Brett Morgen está poco interesado en contarnos datos sobre David Bowie —por ejemplo, no se nombra ni una sola vez al que posiblemente sea el músico más importante de su carrera, Mick Ronson— pero sí en crear algo personal y único, una especie de experiencia inmersiva con la música de Bowie, con la ayuda de un montaje espectacular, la voz del propio protagonista como único apoyo durante todo el metraje e imágenes de las más diversas fuentes, de Murnau a Buñuel pasando por vídeos del propio artista. Es un documental que se sumerge en su música y en su obra sin profundizar enciclopédicamente en ella, dejando que sea el espectador el que responda a ella, a través del excelente montaje del director y la propia música de Bowie. Si le gusta ya tendrá tiempo para aprender quiénes son Ronson, Tony Visconti, Brian Eno, Mike Garson o Carlos Alomar. Creo que es una elección totalmente adecuada.

Es cierto que no nos cuenta nada nuevo, no hay ninguna revelación especial, pero deja a la música de Bowie hablar por sí misma y eso ya es una revelación en sí misma, escuchar piezas como “Warszawa” contrapuestas a “Quicksand” nos hablan de un artista con una paleta muy amplia, alguien que comenzó adorando a Little Richard pero al que también le voló la cabeza 15 años después cuando escuchó a Kraftwerk. Un artista que basó su personalidad en el cambio constante y la búsqueda, que prefería ahogarse en aguas desconocidas que lucirse en terrenos ya conocidos. Un paseo que nos lleva de Ziggy a la estrella negra, pasando por el delgado Duque blanco o el experimentador de Berlín, Morgen monta un caleidoscopio para enseñarnos su propia y artística versión de Bowie, el camaleón de las mil caras y los mil disfraces. Creo que al protagonista le hubiera gustado la licencia poética.

Morgen toma varias decisiones difíciles, en una carrera tan larga y con tantos cambios es imposible hablar de todo, la película comienza con Ziggy Stardust, casi obviando lo anterior, y es ese personaje el que guía muchas de las decisiones de la película, pero es que es el personaje fundamental de todo esto, es increíble y radiante cada actuación que sale de la época, como esa aparición de Jeff Beck con las Arañas de Marte tocando “The Jean Genie” y mezclándola con “Love Me Do”, también ese “Rock’n’Roll Suicide” que aquí no marca la muerte de Ziggy sino el fin del Bowie más comercial y menos arriesgado de los 80, el momento en el que volvió a vivir bajo su lema de búsqueda y cambio constante, aunque fuera a costa de perder público.

Es cierto que algunas decisiones de Moonage Daydream son cuestionables, ¿por qué un capítulo dedicado a Imán y ni una sola referencia a Angie, su primera esposa, o a Duncan Zowie Jones, su único hijo? También es debatible que no se nombre una sola vez a la cocaína, la droga que fue su base alimenticia durante todo su periodo en Los Ángeles. Puede que ni siquiera haga falta, todo el montaje con la versión en directo de “Cracked Actor” de la gira de 1974 está hecho a mayor gloria del polvo blanco que metió a Bowie en su fase decadente de estrella de rock. Lo curioso del caso es que el Bowie puesto hasta las cejas que coquetea con el ridículo y las estupideces propias de la estrella de rock bobalicona nos dejó un disco tan alucinante como Station To Station, uno que ni recordaba haber grabado, y no el autocomplaciente y exagerado álbum que suele ser la norma en estos casos.

Moonage Daydream va menos sobre intentar enseñarnos nuevas cosas como sobre celebrar al artista que consiguió emocionarnos durante tanto tiempo.

Puede que Moonage Daydream lo explique bien cuando vemos a Bowie contestar a un entrevistador que le pregunta por qué no enseña sus esculturas y sus pinturas. El artista lo tiene claro, diciendo algo así como que sabe que es un compositor excepcional, pero no lo tiene tan claro sobre lo otro. Y es que si algo prueba el documental es que Bowie era realmente un compositor excepcional, eso no quita para que se libre de mucha de la idiotez que rodea al rock, como esas explicaciones sobre su personalidad basadas en el horóscopo o esas entrevistas donde parece estar en Marte, pero el tipo nos ha dejado 30 o 40 canciones por las que el 99’9 % de la gente que se dedica a esto hubiera dado varios años de vida por componer, joyas gigantescas como “Space Oddity”, “Life On Mars?” o “Heroes”, todas ellas presentes en el metraje. Y es que hasta en sus épocas no especialmente brillantes, como esos años 80 en los que tuvo más éxito que nunca, era capaz de componer maravillas como “Modern Love” o “Absolute Beginners”.

También es verdad que el final es abrupto y que nos (me) hubiera gustado saber más sobre lo que pensaba de esos años de retiro, de por qué sintió la necesidad de volver y, sobre todo, escuchar su opinión sobre esa maravilla con la que se despidió, Blackstar, pero Moonage Daydream va menos sobre intentar enseñarnos nuevas cosas como sobre celebrar al artista que consiguió emocionarnos durante tanto tiempo. Por eso considero el final absolutamente maravilloso, suena una pequeña parte de “Blackstar”, esa en la que dice que algo ocurrió en el día de su muerte y parece que nos vamos a poner tristes con el adiós, pero Morgen no se quiere despedir así, entonces sobre las oníricas imágenes de ese mismo vídeo comienza a sonar una cuenta atrás, casi parecida a la de “Space Oddity”, pero lo que comienza a sonar es el eufórico estribillo de “Memories Of A Free Festival”, The sun machine is coming down, and we’re gonna have a party, Morgen lo monta con imágenes de Bowie despidiéndose de una audiencia que se va uniendo a él en el estribillo. Es extático, casi mesiánico, es una despedida en toda regla pero no un punto final, la nave espacial está preparada para despegar otra vez, en el futuro se atisba una nueva carrera en un nuevo sitio, posiblemente las estrellas, es hora de decir adiós a Bowie. Saltan los títulos de crédito, comienza a sonar «Starman», en alguna otra galaxia están a punto de conocer a un alienígena, de nombre David o Ziggy, que va a cambiar sus vidas para siempre.

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