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Cultura

Marienbad eléctrico: Vila-Matas piensa en su arte (en el de ella)

En Hermosos y malditas, Cultura 28 abril, 2016

Jesús García Cívico

Jesús García Cívico

PERFIL

Vila-Matas piensa en su arte (en el de Domenique Gonzalez-Foerster): Vila-Matas thinks about her art.

Watsons

Aquí somos bastante Watson de Enrique Vila-Matas (EV-M). Nos apetecía parafrasear sus relatos al son de Chet Baker, visitar obras de arte, hablar de Nosferatu, escribir de la identidad y de cine alemán; recorrer, perdiéndonos por los pasillos, el juego de complicidades creativas (luego, vitales) entre el autor de Bartleby y compañíaEl mal de Montano o Doctor Pasavento y la artista francesa Domenique Gonzalez-Foerster: el recientísimo Marienbad Eléctrico (Seix Barral, 2016).

El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, 1961)

El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, 1961)

«No somos nada, podemos permitirnos todo»

Sí,  somos bastante Watson de EV-M. Acabamos de leer Marienbad eléctrico y a todos se nos han aparecido ya, a la hora más incierta del alba, entre la oscuridad y el día, en esa bisagra ideal y ambigua que encadena el arte con la vida, imágenes originales sobre la última obra de este escritor europeo generoso, generador eléctrico de influencias creativas y benefactor de jóvenes escritores, artistas y nuevas revistas como Canibaal, publicación sangrienta adepta a la vanguardia, a Picabia y Arrabal en la que colaboro.

King Krule: también los reyes tuvieron comienzos pequeños

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El año pasado en EL HYPE, caímos en la cuenta, cargados de asombro, trabajo inútil y misterio, de que un antiguo libro suyo pendiente de leer para no sé qué, va y lo habíamos leído ya. Nos dimos cuenta de ello —palmada incrédula en la frente— apenas un instante antes de cerrar la última página. No estaba pendiente de leer, no, qué va: ¡lo habíamos leído ya! Lo habíamos leído ya, pero como si en un instante improbable hubiera dejado para siempre de ser el mismo libro –como si no fuera nunca más ese libro, sino una prolongación de ese libro–, todo lo que volvimos a leer para no sé qué fue como si lo leyéramos por primera vez: «París no se acaba nunca no se acaba nunca» propuse como título, para dejar un testimonio bien clarito del rarísimo suceso.

Quizás un poco largo, creí leer en la mente de mi directora. No somos nada, Eva, podemos permitirnos todo, dije yo, repitiendo para mí una frase de Marienbad eléctrico.

Forster

La invención de EV-M

Se ha dicho que este encargo de Domenique Bourgois, editora francesa de EV-M, es un libro sobre las colaboraciones entre la artista de Estrasburgo (Francia) y el escritor europeo nacido en Barcelona. Se ha escrito que tiene que ver con la coincidencia y el encuentro, que se trata de un acompañamiento a la gran exposición Dominique Gonzalez-Foerster, 1887-2058, pero yo, que me empapé pronto del libro sobre Hitchcock de Truffaut, tengo facilidad para identificar a los macguffins. Creo que el último libro de EV-M ocurre en una isla. Allí se han perdido, o mejor, creen que se han perdido, los protagonistas de True Detective (esa serie sobre la admiración y la amistad), Wenders, Alain Robbe-Grillet, Roland Barthes, la Marianne Faithfull de Trouble in Mind, Rimbaud, Julio Ramón Ribeyro, Nico, las mesas del restaurante chino de Kassel, vecinos de París, John Cage, Sharon van Etten, el propio Duchamp.

Pero, ¿cómo habrá conseguido EV-M. la máquina de Morel?, pensé. ¿Y cómo ha llevado un diario tan bien construido? ¿Pinchó él mismo la mesa del Café Bonaparte de París donde maquinaba con la artista conceptual francesa Domenique González-Foerster (en adelante DG-F)?

M.M como D.G-F

M.M como D.G-F

Vila-Matas y González-Foerster creen en su arte

EV-M (bartleby del cine y del arte de vanguardia) ya había pensado con anterioridad en el arte y en concreto en el arte de DG-F (bartleby de la literatura). Lo vimos a trasluz, en el filtro con el que el Splendid Hotel cubrió el Palacio de Cristal. En otros lugares también. Pero ahora EV-M se pone en la piel de esta indagadora del espacio y del tiempo, no como Búfalo Bill en El silencio de los corderos, sino de verdad.

Uno ha recordado aquellos tiempos que volaron en pedazos, cuando el Otro era aún fascinante y exótico (y no expulsable y peligroso). Uno ha caído en que es verdad lo que escribió aquel alemán: lo que tiene historia no tiene definición. Ni identidad fija… podríamos añadir. Uno ha disfrutado leyendo el proceso creativo de esta artista cercana a Philippe Parreno y Pierre Huyghe. Uno ha descubierto una última conexión desconocida y eléctrica de esas que contagia el último libro del conspirador-Shandy:

Mi director de cine más admirado es Werner Herzog (desde que leí a Lichtenberg siempre digo que si alguien tiene dos pantalones, debería vender uno y comprarse la entrevista de Paul Cronin: Herzog por Herzog). El director de Nosferatu estaba muy orgulloso de Fitzcarraldo (y nos parece estupendo el Kinski que DG-F lleva puesto en la cubierta), pero el caso (la conexión eléctrica) es que cuando Cronin le pregunta de sopetón por su literatura preferida, Herzog contesta:

Hölderlin, Peter Handke o Thomas Bernhard: Y, por supuesto, el primer escritor moderno en lengua inglesa, Laurence Sterne, sobre todo su «Viaje sentimental». Aparentemente hoy ya no se lee tanto su «Tristram Shandy», pero no obstante se lo recomiendo enfáticamente a todos los escritores (…) su enfoque (no lineal) tiene que ver con asociaciones y saltos extraños y contradicciones y locos desvaríos.

KK como DG-F

KK como DG-F

A uno, todo ese alegre desdibujamiento de la línea arte-vida le ha recordado la marcha que la casualidad lleva en este lapso de nada que llamamos existencia, la influencia de Keats en Scott Fitzgerald (noche irlandesa sobre el medio-oeste), el día que me hundí con Greta, mi mujer, en el barro de Dog Bay, aquella playa asesina del condado de Galway, el día en que me perdí, ya solo, en una instalación de Richard Serra, la complicidad loca de la luna con el lobo, el amor y el robo; la literatura portátil, o por salirnos un instante del universo EV-M, aquel festín de Kundera, La fiesta de la novela, verdadero regocijo estético; a uno le ha recordado, por regresar a la Weltanschauung del autor de Dublinesca (en mi opinión, su mejor novela), a Buster Keaton pensando en su humor con cara seria, a la experiencia-Kassel, al Estudio en escarlata, claro; al «Common burns» de Mazzy Star, al «Dancing Barefoot», la suave versión de The Feelies del tema de Patty Smith.

DG-F: Splendide Hotel, 2014

DG-F: Splendide Hotel, 2014

No es infrecuente, sino más bien al revés, que leyendo a EV-M acabe uno viajando también (verticalmente) o que acabe jugando a su vez. DG-F también ha dado siempre más importancia a la experiencia que a la imagen. Si hacemos caso al listado de juegos literarios de Bárbara Biela, extrañísima cronista de la letra checa, el mejor juego-libro es el escondite de Patricia Highsmith. De eso también hay. ¿Algo más? Ironía, Claudio Magris, universos mejor ordenados, pioneros de otras galaxias para cuando el planeta Gutemberg desaparezca, escritura de la propia vida, All thoughts are prey to some beast o, parafraseando ahora el título de Courtney Barnett (Sometimes I sit and think and other times I just sit)A veces me siento y leo y otra veces sólo me siento.

Cuando la creación es un baile de vampiros las técnicas se asemejan, se reencarnan los materiales ya producidos, se trasladan las piezas a sitios inesperados, se inician nuevas relaciones de elementos muy distintos.

El estado de las cosas

El estado de las cosas

Marienbad no invita a la lógica

Hibridez, talento, arte contemporáneo, arte de la conversación, hoteles de una única habitación, algunas risas, exposición de Rimbaud. DG-F pensando en la oscuridad. Le espera, lector, en el breve Marienbad Eléctrico un entorno interminable de sentidos evasivos, electricidad-Baudelaire (Calasso) y a la vez, un haz de sentimientos de arte muy expandido. A mí que de bebé me gustaba pasar las horas muertas fumando desnudo delante de un espejo, me gusta ahora ingresar en Nocturama por la noche como un buho. Metaficción, vanguardia, Walser, errancia fértil, Sebald, loca sabiduría (Octavio Paz), saber de indiferencia: consiste en creer en lo que hacemos u que esto nos importe mucho, pero no lo suficiente para que nos importe tanto, de modo que en cualquier momento lo podemos dejar, y, sin embargo, podemos también seguir creyendo firmemente en ello.

El mundo como hotel de pasillos interminables.

Sí, para el niño el pasillo de su casa es un océano. Un piélago si de mayor se hace poeta.

Pierre Huyghe, Untitled, 2012

Pierre Huyghe, Untitled, 2012

221B Baker Street

Si ha llegado hasta aquí y teme que le hayamos adelantado demasiado, no tema. Ya podríamos rescribirlo todo, ¡qué más da! Cuando lea este libro nada le sonará de nada. O quizás sí: el lenguaje de los sueños es el sobrentendido. En ellos tanto la escena más bizarre como la circunstancia nunca vista suceden la primera vez exactamente como solían hacerlo.

«Voy comprendiendo que nuestras citas en el café Bonaparte, con la alegría imparable de un intercambio de ideas sin inhibiciones, vienen siendo en el fondo pequeños intentos de nadar bajo el agua y contener la respiración. Pequeñas fiestas sigilosas del espíritu, siempre a la espera  de lo más emocionante, no ignorando nunca que aún es posible ir al encuentro de todo».

Tome, pues, lector de EL HYPE, la guía de ferrocarriles.

221B Baker Street

221B Baker Street

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