Era octubre de 1973 y Luis Alberto Spinetta presentaba su segundo disco en solitario, Artaud, en el Teatro Astral de Buenos Aires. Un álbum que ha pasado a la historia como una minirrevolución en el seno del rock argentino, aunque pocos recuerdan cuán combativa fue… Para empezar, los asistentes al teatro recibieron copias de un texto sulfúrico con el nombre ROCK: MÚSICA DURA. LA SUICIDADA POR LA SOCIEDAD. El título hacía referencia a un ensayo del propio Antonin Artaud, a quien dedicaba el disco, y quien describía a Vincent van Gogh como “El suicidado por la sociedad”. Después de una etapa más bluesera con la banda Pescado Rabioso, Spinetta sondeaba ahora las fronteras de un rock, a su juicio, suicidado, perdiendo fuelle emancipatorio. El manifiesto en manos del público no dejaba títere con cabeza:
DENUNCIO
SIN EL LÍMITE DE LA DENUNCIA
A LO QUE NO RECIBE DENUNCIA
A LO QUE LA DENUNCIA TRASPASA
A ALGO PEOR QUE LA DENUNCIA.
Denuncio a los representantes y productores en general, y los merodeadores de éstos sin excepción, por indefinición ideológica y especulación comercial.
Ya que estos no se diferencian de los patrones de empresa que resultan explotadores de sus obreros. O sea, por ser los engranajes de un pensamiento de liberación a quienes no les interesa que toda la pieza se mueva, dado que al producirse el más mínimo movimiento, serían los primeros en auto reprimirse y dejarían por tanto de participar en la cosa.
Denuncio a ciertas agrupaciones musicales que se alimentan con esas mentalidades no libres, a pesar de contar con el apoyo del público de mente libre.
Denuncio a otros grupos musicales por repetitivos y parasitarios, por atentar contra la música amplia y desprejuiciada, estableciendo mitos con imágenes calcadas de otras músicas que son tan importantes como las que ellos no se atreven a crear ni sentir.
Al final, en un instante de hiriente lucidez, el gatillo da un giro de ciento ochenta grados. Spinetta, que huele a leguas el hierro de unas cadenas, localiza en sí mismo retales de la opresión que lo impregna todo:
Denuncio a los participantes de toda forma de represión por represores y a la represión en sí por atañer a la destrucción de la especie. Denuncio finalmente a mi yo enfermo por impedir que mi centro de energía esencial domine este lenguaje al punto que provoque una total transformación en mí y en quien se acerque a esto.
El rock, música dura, cambia y se modifica, en un instinto de transformación.
Tal desastre era, según Luis Alberto, la situación cultural de la Argentina de los setenta; ese descampado que algunos ingenuos recuerdan hoy como un vergel…
No era Spinetta el único que describía la escena musical de principios de los setenta como una cuesta abajo sin frenos… Steely Dan hacían una música también inclasificable, una suerte de jazz pop en creciente progresión. Pisaban ya fuerte en su debut, Can’t Buy a Thrill (1972), donde lograron sorprender desde la radiofonía. No contento con la feliz fórmula, el libreto del álbum presentaba a los miembros de la banda, mencionaba a la ilustre ‘Ultimate Spinach‘ y culminaba echando tierra a todos los contemporáneos:
Así pisa con fuerza el titánico STEELY DAN, proyectando una larga sombra sobre el erial del rock contemporáneo, aspirando a verter su semilla en terreno baldío, y a la vez, luchando por dar sentido a los desechos flotantes de su ecléctico patrimonio musical. Con un sólido primer álbum bajo el cinturón, y con una reputación en expansión como dinámico grupo de directo, parecería que el sitio de DAN en la escena musical americana está asegurado.
Dan Steele. Outré Danièl. STEELY DAN.
Está creciendo.
Todo ello en 1972. Año que, para algunos, podría abarcar él solo una lista de los mejores discos de todos los tiempos.
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