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Luke, yo soy tu padre

En Cine y Series viernes, 20 de noviembre de 2015

Javi Cózar

Javi Cózar

PERFIL

Los fans de Star Wars saben perfectamente quien es David Prowse. Pero no será porque George Lucas no haya intentado impedirlo. I am your father explora los motivos de esta tortuosa relación.

Una de las primeras secuencias de archivo de I am your father (2015, Toni Bestard y Marcos Cabotá) es la de un concurso donde aparecen tres hombres frente a cámara. Cada uno de ellos, por turnos, exclama Yo soy David Prowse, y acto seguido se sientan y el presentador reta a adivinar cuál de los tres es realmente Prowse. No es casualidad que este momento aparezca casi al inicio del documental, como tampoco lo es que una de las primeras imágenes sea la del primer actor que interpretó al monstruo de Frankenstein en el cine, Charles Ogle, que actuó lógicamente bajo una máscara.

La importancia del rostro en la identidad del actor es, más allá de todo el asunto galáctico, el debate que plantea el documental ya desde el inicio: tres rostros anónimos que esconden solo una identidad verdadera de David Prowse, una máscara de Frankenstein que esconde a la audiencia los rasgos auténticos de Charles Ogle. Sin rostro no hay actor, parecen querer decirnos Bestard y Cabotá.

El documental vuelve a esta idea, una y otra vez, al establecer como centro de gravedad el “ultraje” que George Lucas cometió sobre David Prowse en el rodaje de El retorno del Jedi (Return of the Jedi, 1983, Richard Marquand): después de que Prowse se hubiera paseado por las tres primeras entregas de la saga sin enseñar su cara (ni su voz, ya que Lucas la dobló en post-producción por la de James Earl Jones, como es bien conocido), Lucas impidió que el público conociera su rostro, al hacer que un actor llamado Sebastian Shaw rodara (¡¡en secreto!!) la famosa escena en la que Luke Skywalker le quita el casco Darth Vader.

I am your father

El enfoque del documental, al respecto de esta reflexión, no es tampoco de una profundidad insondable. Al contrario, Bestard y Cabotá optan por una aproximación cómoda en la que encaja perfectamente la verdadera intención que esconden: escenificar delante del fan de la saga un merecido acto de restitución al proponer a Prowse rodar la escena que Lucas no le dejó protagonizar. El planteamiento no está exento de riesgos, el principal de ellos evitar la exposición autocomplaciente, algo que el documental a veces es incapaz de superar: sobran las intervenciones de los fans en las convenciones. No aportan nada interesante al tema tratado y son todas, sin excepción, de un ridículo atroz. También deberían haberse medido un poquito más algunas afirmaciones en off, como aquella en la que se asegura sin el menor asomo de rubor que Darth Vader es el villano que da más miedo en la historia del cine, un aserto que puede remover intestinos a cualquiera con un poco de conocimiento de la historia del cine y, en particular, de la historia del cine de terror.

Debilidades de fan aparte, la verdad es que I am your father gravita casi de manera continua sobre el asunto del rostro, por un lado, y sobre el acto de justicia poética sobre Prowse, por el otro. En cuanto al primero, las entrevistas a Robert Watts (co-productor de la tercera parte de la saga) y Gary Kurtz (productor de las dos primeras entregas) revelan jugosos datos acerca de lo miserable que fue George Lucas con David Prowse. También son muy interesantes las reflexiones del hijo de Prowse, lástima que Bestard y Cabotá no le hayan dado más cancha, porque se adivina en su gesto una indiferencia de la que hubiera estado muy bien explorar su origen. ¿Cree que Darth Vader le robó a su padre, un poco en la línea de su madre que, tal y como Prowse confiesa, está convencida de que su matrimonio fue interceptado por el hombre de negro? ¿Ningunea la fama de su padre? ¿O simplemente está harto del fenómeno Star Wars?

La película pasa con naturalidad y elegancia del tema del rostro al acto de justicia, para finalmente fundir ambas propuestas en el momento clave de la película, el rodaje de la escena que Lucas le arrebató a Prowse. Es un momento fugaz que, aviso, probablemente decepcionará a más de uno por su tratamiento formal: planos cortos sin contenido, desenfoques, y una frustrante sensación de “no haber visto nada”. Se ha de entender este planteamiento estético: Bestard y Cabotá no obtuvieron el permiso de LucasFilm para rodar esta escena, así que han de ser muy cuidadosos con lo que enseñan para evitar los pleitos.

I Am Your Father

De todos modos, la brevedad de este momento, que parece ser el motivo de la existencia de todo el documental, invita nuevamente a girar la atención hacia el debate acerca de la frustración de Prowse por no haber podido enseñar el rostro. Y es entonces, ignorando toda la parte del acto de justicia, que la película muestra su verdadera dimensión: la melancolía y la soledad con la que Bestard y Cabotá nos enseñan a menudo a Prowse, unida al subrayado de una música triste alejada de cualquier triunfalismo, revelan una amargura existencial infinita. Prowse es un hombre que tocó la gloria, sintió su calor en la piel, pero entonces apareció de un rancho un tipo con barba que lo frustró todo.

Por eso Prowse es un actor sin rostro. Por eso un Prowse verdadero se confunde alegremente en medio de dos Prowse falsos. George Lucas, con su obtusa actitud, privó al actor de su merecido lugar en la saga de Star Wars. Sí, los fans han paliado en buena medida (y solo en los últimos años, ojo) esta injusticia, pero ni los fans ni siquiera las buenas intenciones de Bestard y Cabotá podrán nunca devolverle a Prowse lo que legítimamente le corresponde:morir en los brazos de Luke Skywalker, su propio hijo, después de que le haya quitado el casco de la cabeza. Es así de simple. Es así de triste. Y es que, en el fondo, este es un documental muy, muy triste.

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