Para entender la excepcionalidad de un disco como el Car Wheels on a Gravel Road de Lucinda Williams habría que empezar hablando de varias cosas. Primero, lo normal en la música popular es que los artistas alcancen su cénit entre los 24 y los 29 años (más o menos), esa es la edad con la que Dylan grabó Bringing It All Back Home, Highway 61 Revisited (el disco que sirvió de llamada a la música a Lucinda), Blonde On Blonde y todas las Basement Tapes, también es la edad con la que los Beatles grabaron Revolver, Sgt. Pepper’s, el Doble Blanco o Abbey Road o los Stones Beggar’s Banquet, Let It Bleed, Sticky Fingers y Exile On Main Street.
Son solo algunos ejemplos famosos, pero es una regla que se suele cumplir, parece evidente que esto de la música popular es cosa de gente joven y muy prolífica, pero hay varias excepciones a la regla y una de ellas es Lucinda Williams, quien grabó la que es considerada casi con unanimidad su obra maestra, a la edad de 45 años y con solo cuatro discos a sus espaldas, Car Wheels on a Gravel Road era el tercero que grababa en los últimos 18 años. Es normal que no haya una sola canción floja o regular en él. Lucinda Williams es una increíble compositora y tenía un buen ramillete de canciones donde escoger.
Desde el inicio con “Right in Time” al final con “Jackson”, aquí solo hay canciones buenas, muy buenas o excelentes (una amplia mayoría). Escribir canciones nunca fue el problema de esta mujer, su problema siempre había sido grabarlas, habiéndose ganado una fama de perfeccionista que la llevó, durante la larga grabación de este disco, a romper con su amigo, productor y guitarrista principal, Gurf Morlix, hasta conseguir reproducir el sonido que tenía en su mente. Años después me contó en una entrevista que le encantaría hacer las paces definitivas y volver a reunir a la banda, pero Morlix sigue sin dirigirle la palabra. A ella le duele, pero sabe que Car Wheels on a Gravel Road suena como tiene que sonar.
Y es que este disco es la gran obra maestra de ese género al que llamaron Americana, y que como bien explicaba la propia Lucinda Williams era una etiqueta para meter a los que eran demasiado rock para el público country o demasiado country para el público rock, por su parte ella siempre se ha considerado rock & roll, aunque Patsy Cline y Loretta Lynn están en sus raíces tanto como Dylan o los Stones.
El disco se comenzó a grabar en 1995 con Morlix al frente y ya estaba casi completado cuando Williams decidió empezar de nuevo. No le gustaba como sonaba su voz y creía que sonaba muy parecido a Sweet Old World, su disco de 1992 que le había reportado algo de fama. Por esas fechas Steve Earle, otro de los gigantes del género, pidió a Lucinda que grabara unas voces para “You’re Still Standing There”, una de sus nuevas canciones. Williams quedó encantada con el sonido que Earle y su productor Ray Kennedy tenían y decidió invitarles para regrabar algunas de sus canciones.
La llegada de Earle y Kennedy supuso un golpe mortal para Morlix que decidió quedarse únicamente como guitarrista y no volvería a aparecer en ningún otro disco de la artista. Aun así, el resultado mereció la pena. No es que Lucinda dejara de ser igual de perfeccionista, el proceso llevaría casi otros dos años y Earle lo describió en el momento como La experiencia menos divertida que he tenido en un estudio de grabación, aunque con el tiempo ha reconocido que sus palabras se sacaron de contexto. Supongo que el tiempo lo atempera todo y escuchar Car Wheels on a Gravel Road 25 años después de su edición no puede suponer sino un tremendo orgullo de parte de Earle por haber formado parte de su realización.
No es para menos, el disco se abre con una guitarra con tremolo que ya anuncia que estamos ante algo muy especial, todo se para ante la entrada de la voz de Lucinda y luego el estribillo nos confirma que estamos ante una canción mayúscula, “Right In Time”. Lo increíble es que la siguiente canción la supera, se trata del tema titular, mi canción favorita de su carrera, una melodía memorable y una perfecta descripción de escena para una letristas brillante: Sentada en la cocina, una casa en Macon, Loretta está cantando en la radio, el olor del café, los huevos y el beicon, huellas de coche en un camino de grava. Como en muchas de sus canciones no hay puente, solo estrofas y estribillo, les puedo asegurar que no se echa de menos.
Car Wheels on a Gravel Road es un disco sobre corazones rotos y ángeles borrachos que suena a terapia celestial para sanar heridas.
“2 Kool 2 Be 4-Gotten” se abre con una batería con un sonido muy especial (no quiero ni pensar la de veces que habrán tocado esta canción hasta conseguirlo), el resto es pura delicia, Lucinda Williams cantando en un suspiro y otra de esas guitarras que suenan tan americanas como una película del Oeste. Al fondo se escucha un acordeón, tocado por el mismísimo Roy Bittan de la E Street Band. El inicio de “Drunken Angel” es pura delicia acústica, por un momento podríamos pensar que está a punto de ponerse a cantar Wake up, Maggie, I think I got somethin’ to say to you, pero cambia inmediatamente con la entrada de su voz. No tiene una voz con un gran registro pero es totalmente expresiva y esta es una de las canciones en las que sabe transmitir todo. Un precioso homenaje para un artista de culto y amigo, Blaze Foley.
El sabor acústico vuelve con “Concrete and Barbed Wire”, con Steve Earle haciéndole la armonía, Townes Van Zandt estará orgulloso de ambos. “Lake Charles” es su sentida despedida a una antiguo novio que ha muerto, el sonido es puro Americana, si eso significa algo. Aunque todavía lo es más ese blues serpenteante llamado “Can’t Let Go” que es una de sus canciones más populares, cuando comienza a cantar ese estribillo en el que dice He won’t take me back when I come around Says he’s sorry then he pulls me out, I got a big chain around my neck... suena tan auténtica como si fuera un varón negro nacido a las orillas del Mississippi a comienzos del Siglo XX.
Después de eso “I Lost It” suena como si estuviera al frente de los Crazy Horse, el estribillo es pura miel para los oídos, es uno de sus momentos más rock pero también hay un acordeón por el fondo. Nos lleva hasta otra de las mejores canciones de su carrera y cuyo estribillo ha dado título a sus memorias, Don’t Tell Anybody The Secrets I Told You. Se trata de “Metal Firecracker” y su introducción a la guitarra es uno de mis momentos favoritos del disco, eso sí, ni siquiera es lo mejor de una canción sobre un tipo que la adoraba y que ahora ya no está, entonces aparece ese estribillo de 10 en el que Lucinda le dice que lo único que le pide es que no le cuente a nadie los secretos que ella le contó.
“Greenville” es otra caricia acústica sobre relaciones que se han ido al garete, aunque van introduciendo nuevas capas instrumentales a lo largo de la canción, incluida una segunda voz de la propia Lucinda armonizando consigo misma. En “Still I Long for Your Kiss” sigue suspirando por otro de esos hombres que han pasado por su vida, en el solo Gurlix debe estar pensando en la canción que le dedicará en el futuro Lucinda Williams cuando ya no se hablen. En “Joy” vuelven los riffs blues, tanto acústicos como eléctricos, es una canción hipnótica y sexy, suena a serpientes de cascabel y cactus.
El disco llega a su final con la preciosa “Jackson”, que suena a himno folk perdido y en la que Lucinda Williams va viajando desde el este de Texas o el oeste de Luisiana, en dirección a Jackson, Mississippi. Las ciudades que van apareciendo en el camino; Lafayette, Baton Rogue y Vicksburg; van marcando su recuperación emocional, deseando superar la relación que va a terminar cuando llegue a su destino.
Car Wheels on a Gravel Road es un disco sobre corazones rotos y ángeles borrachos que suena a terapia celestial para sanar heridas. Tardó más de tres años en grabarlo pero merecieron la pena todos y cada uno de los días empleados en hacerlo. También sirvió para que Lucinda Williams terminara de explotar como artista con su disco definitivo. Después de él, ni las canciones, ni la forma de grabarlas volvió a ser un problema. Si en sus primeros 20 años de carrera solo grabó 5 discos, en los siguientes 25 llegarían más del doble, once, incluidos un par de discos dobles. Podríamos decir que Car Wheels on a Gravel Road fue el disco que destapó el tarro de las esencias y con el que despegó definitivamente su carrera.
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