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Los libros musicales del 2019

En Música miércoles, 25 de diciembre de 2019

Carlos Pérez de Ziriza

Carlos Pérez de Ziriza

PERFIL

Cuando uno sospecha que empieza a invertir más tiempo en leer sobre música que en escucharla, algo debe significar. Al menos, eso es lo que a uno le ocurre cada vez con más insistencia, sin que por ello se deba deducir que la actualidad no genera suficientes motivos de excitación como para enchufarse en vena un buen cedé o un vinilo recién llegado a las tiendas.

Son tantas las memorias que los músicos —especialmente los más veteranos, los que argumentaron su leyenda en el siglo XX— escriben sobre sus propias vivencias, las biografías escritas sobre ellos por periodistas (ya sean de su confianza o no), los repasos en forma de ensayo o de guía a todos los géneros habidos y por haber (a veces desde perspectivas más sociológicas que estrictamente musicales) y las aproximaciones corales a planteles de autores y autoras desde criterios de lo más dispares (la producción femenina vive tiempos de justa reivindicación), que cada vez son más los títulos que inevitablemente afloran cada vez que se acerca el fin de año y tratamos de poner cierto orden en nuestra cabeza mediante esas listas —odiosas para muchos, pero a veces necesarias— que jerarquizan todo lo que se ha ido publicando en los últimos doce meses.

El panorama editorial en castellano sigue viviendo tiempos de bonanza, muy lejos de aquel páramo que aún era hace treinta o cuarenta años. Algunos de nuestros libros se permiten competir de igual a igual con obras de referencia en inglés, por mucho que nuestro acceso a muchísimas de las fuentes originales llegue —inevitablemente— de segunda mano y empleemos métodos sobre los que no gozamos, ni mucho menos, de patente.

Y si algo queda claro es que hay un público que no se conforma tan solo con rescatar una y otra vez aquellas músicas que le procuran placer: también necesita destripar sus causas, sus condicionantes, su trastienda y su contexto. No solo disfrutarla, sino también entenderla.

Entre las autobiografías, al fin y al cabo la forma teóricamente más fiel de acercarnos al cómo y el porqué de la obra de aquellos músicos a quienes admiramos, muchas de ellas arrinconan la creación pura y dura para primar la vivencia personal. No hay nada malo en ello: ningún buen prestidigitador necesita explicitar sus trucos.

Así que con mayor o menor apego a sus discos, a sus canciones, este año han destacado Brett Anderson con Tardes de persianas bajadas (Contra), Tracey Thorn con Otro Planeta. Memorias de una adolescente en el extrarradio (Alpha Decay), Blixa Bargeld con Europa, una letanía (Hurtado & Ortega), Richard Lloyd con Material inflamable (Contra), Jeff Tweedy con Vámonos (para poder volver). Acordes y discordias con Wilco, etc (Sexto Piso), Donald Fagen con Hipsters eminentes (Libros del Kultrum), Santiago Auserón con Semilla del son (Libros del Kultrum) y lo que queda de los Beastie Boys —es decir, Michael Diamond y Adam Horowitz— con el singularísimo Beastie Boys. El libro (Reservoir Books).

Adam Horovitz y Michael Diamond, autores del fastuoso libro sobre Beastie Boys (Foto Astrid Stawiarz/Getty Images). Libros musicales

Adam Horovitz y Michael Diamond, autores del fastuoso libro sobre Beastie Boys (Foto Astrid Stawiarz/Getty Images)

Desde la visión del observador, del periodista que destripa los entresijos de la obra del músico, conviene rescatar a Anthony DeCurtis con Lou Reed. Una vida (Cúpula), a Miguel Ángel Bargueño con la pertinente reedición de Enrique Urquijo. Adiós Tristeza (Cúpula), a Juan Puchades con 27 días y 500 noches. Sabina fin de siglo (Efe Eme), a Vicente Fabuel con Bruno Lomas. Tú me añorarás… (Milenio), a Juan J. Vicedo con Calles que fueron nuestras. El universo musical de Pulp y Jarvis Cocker (Sílex) o a Susana Monteagudo con Amy Winehouse. Stronger Than Her (Lunwerg), ilustrado por Pezones Revueltos.

De entre los ensayos, imprescindibles fueron Las chicas son rockeras (Cúpula) de Miguel Ángel Bargueño, El trap. Filosofía millenial para la crisis en España (Errata Naturae) de Ernesto Castro, Tecno Rebels. Los renegados del funk electrónico (Alpha Decay) de Dan Sicko, Anoche un DJ me salvó la vida (Temas de Hoy) de Frank Broughton/Bill Brewster y el recomendable Los 80. Volver al futuro. Otra edad de oro de la música británica (Montesinos) de Jacobo Celnik.

Entre los acopios de entrevistas, especialmente jugosos fueron Jorge Martínez. Conversaciones ilegales (Efe Eme) de Carlos H. Váxquez y Ellas cantan, ellas hablan (Sílex) de Toni Castarnado. Entre los libros ilustrados para un público infantil (o más bien familiar), una tendencia al alza que aún deparará buenos títulos en un futuro próximo, sobresalieron Everybody Dance: una historia de la música de baile de Susana Monteagudo y Marta Colomer (Planeta) y ¡Esto es pop! (Mont Ventoux) de Javier Becerra y Catuxa Alonso.

Así como también, destinado a un público adulto y más especializado, otro libro muy visual y con tanta molla como fue Líneas paralelas. 50 portadas esenciales del rock (Milenio), de Xavier Valiño. Y capítulo aparte merece, por su condición de magistral compendio de memorias periodísticas y vitales (con entrevistas, crónicas, críticas y reportajes), Tocar la vida. El músico de jazz: vueltas en torno a una especie en extinción (Alianza Editorial), de Chema García Martínez.

Si cualquiera de ustedes se ve ahora mismo en el brete de tener que redactar su carta a los Reyes Magos  a última hora, ojalá haya encontrado en este texto alguna buena idea para salir del apuro.

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