De todas las familias nobles ficticias de La canción de hielo y fuego, el apellido Lannister es, sin duda, el que protagoniza los momentos más jugosos. Juego de tronos puede gustar, disgustar o dejar frío, pero los tejemanejes de este clan son para echarles de comer aparte.
Como ya hace tiempo que perdí la virginidad, como nunca jugué a “Dragones y mazmorras” y como creo que cada vez que alguien cita a Shakespeare a bulto, muere un posible lector de sus obras (si ya veo esta serie, ¿pa’ qué…?), a mí Juego de tronos plin. Uy sí, hay mucha muerte inesperada, mucho volantazo de guión y mucha intriga palaciega (como en Toledo, cruce de destinos, ¿no?). Pero esa estética de portada de disco de heavy metal rancio, esos codazos cómplices a la parroquia pajillera y esos lances tan infantiles entre guerreros y princesas me parecen indignos del estándar de calidad de la HBO. Vamos, que si nunca me han dicho nada las ilustraciones de Luis Royo, tampoco me lo va a decir ahora el imaginario heroico-fantástico de esta serie.
Sin embargo, como de todo siempre se puede rascar algo, hay un árbol genealógico de esta ficción de George R. R. Martin que sí tiene un interés morboso: Los Lannister (me niego a referirme a ellos como Casa Lannister, ¡ni que regentaran un mesón!). Al margen de ese escudo del león rampante inspirado en las armas del Reino de Inglaterra que podría aceptar un product placement de Peugeot y al margen de un lema que parece un slogan de bebida energética Oye mi rugido, este clan familiar es lo bastante inmoral, retorcido y malaje como para someter al fast-forward a las secuencias que no protagonizan ellos en la serie (con lo trapaceros que son los momentos fantásticos o las escenas de acción, qué menos). O como para merecer un spin-off propio, por supuesto.
Los Lannister, titulado así, como Los Roper, en honor al célebre spin-off de Un hombre en casa, sería un culebrón de época con mala entraña que ríete tú de Los Borgia. Ni muros, ni inviernos entrantes, ni dragones, ni hordas bárbaras, ni gaitas. Aquí sólo habría cama, mala sangre, arribismo y puñales clavados en la espalda. La receta gloriosa que, por ejemplo, hizo de Yo, Claudio un hito en la historia de las ficciones televisivas. No estaría mal que, alguna vez, alguien se acordara y citara esta mítica serie de Jack Pullman sobre el libro de Robert Graves al hablar de Juego de tronos (y dejad en paz de una vez a Shakespeare, hombre ya). Puestos a jugar a las correspondencias caprichosas: ¿No es Tywin Lannister como Livia? ¿Jaime como Tiberio? ¿Cersei como Mesalina? ¿Joffrey Baratheon como Calígula? y ¿Tyrion como Claudio?
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!