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Cultura

Literario pabellón de los torcidos

En Hermosos y malditas, Cultura miércoles, 18 de marzo de 2015

Jesús García Cívico

Jesús García Cívico

PERFIL

Pabellón de escritores al margen de la norma… y de la ley. Sumario de torcidos: el meollo. Cuando la entrada misma se retuerce, enrarece y desenlaza.

La última entrega sirvió para situar a los torcidos (escritores raros y/o malditos que estudiaron derecho y se torcieron) y abrir con sus rarezas en el más amplio registro de raros, un sumario de torcidos: Guy de Maupassant, Oliverio GirondoBarbey D’Aurevilly, Yukio Mishima, Macedonio Fernández

Hosoe, nipón bien conocido por el escritor fronterizo Fran Amador

Hosoe, nipón bien conocido por el escritor fronterizo Fran Amador.

Efectivamente, Macedonio Fernández es un torcido. El inclasificable escritor argentino alcanzó en 1897, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, el título de doctor en jurisprudencia. Despistado como Felisberto, recuerda el magnífico pintor y poeta Antonio Beneyto en sus Escritos caóticos que Macedonio le dijo una vez a Borges: Soy tan distraído que iba para allá y en el camino me acuerdo que me había quedado en casa.

La artista Isa Genzken torciendo

La artista Isa Genzken torciendo.

Nos preguntamos vanamente, recordando un texto sobre Lerín, si no era socorrida y decía poco la etiqueta de lo raro. Quedamos más o menos en que sí. Preferíamos llamarlo, desde Sterne: franca originalidad de la heterodoxia, afirmación de una voz auténtica y personal. Nos encanta la libertad alegre (más que el dramatismo hiperbólico y ego-cultivado de Leopoldo María Panero): el trazo ad infinitum de Foster Wallace, la voz propia de George Perec, Enrique Vila-Matas o Thomas Pynchon: la franca originalidad de una heterodoxia.

Pregnant Woman, Louise Bourgeois en el MoMA

Pregnant Woman, Louise Bourgeois en el MoMA

¿Qué era un torcido? Un torcido es un raro que estudió derecho… ¡y se torció! El requisito de torcerse hace que ni Grishman ni Von Sirach sean dos raros. Escriben sobre derecho, pero sobre todo escriben “derechos”. Tampoco eran torcidos, solo por haber estudiado leyes, Goethe, Blasco Ibáñez o García Marquez.

Mt Rushmore por Christian Holstad

Mt Rushmore por Christian Holstad.

Como me recordaba Ramón López lo fue Juan Perucho, el raro escritor que fue juez, y ciertamente también —como tuvo la amabilidad de apuntarme Jose Calvo— Tolstoi, de distinta forma Azorín y, si se admite la licencia, Carlos Oquendo de Amat defensor de causas nobles y poeta en la vanguardia. Quizás lo fue, en algun sentido, Harper Lee, pero no en el principalla autora de Matar a un ruiseñor abandonó pronto la posibilidad de terminar derecho pero el retrato del abogado honesto le salió demasiado recto.

Harper Lee

Harper Lee

Torcidos pudieron serlo Octavio Paz o el escritor de origen húngaro Stephen Vizinczey, autor de la estupenda En brazos de la mujer madura o de ese retrato demencial de la justicia norteamericana que es Un millonario inocente. Vizinczey estudió con Lukács en Budapest, pero su inglés, como el de Nabokov, como el de Conrad, de un esplendor modélico, es raro por su calidad y no porque desafíe toda clasificación.

Hay torcidos en el volumen del genial Antonio Beneyto Escritos caóticos

Hay torcidos en el volumen del genial Antonio Beneyto Escritos caóticos

Sí, leemos en el reivindicativo catálogo de los raros de Beneyto que dos poetas griegos de los 70, María Laina y Kostas Papageorgiu, estudiaron derecho, y cuanto más los escucho más torcidos me parecen. Incluiríamos también en el pabellón a Gil de Biedma que estudió muy bien derecho. Su poesía magnífica, contemporánea y racional era poco torcida pero reflejó una vida atormentada y paralela, en algún punto retorcida y escribió sus mejores versos contra sí.

Double Trouble (Study) de Jonas Woods

Double Trouble (Study) de Jonas Woods

Witold Gombrowicz es un torcido en toda regla si se nos admite la contradicción en términos. El autor de Ferdydurke estudió derecho en Varsovia y supo, mejor que nadie, darle una forma a la inmadurez: ese tiempo de la vida en que no se para de crecer, es decir, de investigar la evolución de la propia forma.

Los Gombrowicz

Los Gombrowicz

Bohumill Hrabal estudió derecho y publicó más allá de la mitad de su vida. Alondras en el alambre fue su primera; Una soledad demasiado ruidosa, la más bella y Clases de baile para adultos y alumnos aventajados, su más rara novela, lo que hace que el escritor de Brno además de muy querido por nosotros sea autor de una obra hermosamente torcida.

Hrabal distiguiendo en la lejanía los confines de su infancia

Hrabal distiguiendo en la lejanía los confines de su infancia

André Gide, cuyo padre era profesor de derecho en la Universidad de París, fue jurado en un tribunal y preocupado por los problemas que genera la justicia, creó en su momento una colección titulada No juzguéis. El problemático análisis de casos que escapaban a las reglas de la psicología tradicional y desconcertaban a la justicia hace que podamos decir de él que, en cierto modo, es un torcido.

De los torcidos patrios (de la patria impura que es el Estado —sabemos por Rilke que la infancia es la única patria digna de tal nombre— se me ocurre el raro estudioso de derecho Ramón Gómez de la Serna pero es a Javier Tomeo al que más leo. Tomeo, licenciado en derecho y criminología en la Universidad de Barcelona, utilizó —estoy de ello bien seguro— el torcimiento de una ciencia tendente a lo jerárquico y el dogmatismo para enhebrar dos de sus historias más personales: el torcimiento administrativo y notarial de El castillo de la carta cifrada (1979) y esa entrevista de trabajo que deviene lección psicoanalíitica de derecho laboral: Amado monstruo (1985).

El poeta argentino Oliverio Girondo, lector de Nietzsche y estudioso de juristas, es a mi entender otro perfecto ejemplo de torcido. La vitalidad incomparable de En la masmédula (1953), sus significados profusos, múltiples y polivalentes pueden leerse como un hálito desesperado, constructor y destructor de los sentidos, perfecto contrapunto al formalismo estético pero también jurídico.

Amado monstruo

Amado monstruo

Nos gustaría decir algo de Ángel Bustos poeta torcido (raro + derecho) retorcido por la dictadura argentina; decir más de Gil de Biedma que encaja perfectamente en el sumario, recoger lo que sobre la justicia escribió Jakob Wassermann; mencionar, al menos, cercanos ejemplos de torcidos, como el doctor en derecho, magnífico poeta Pablo Miravet, el listado deviene inabarcable, ¡qué tarde es!

No diga raro, diga Lynch

No diga raro, diga Lynch

El mejor de los torcidos

Es tarde y debemos acabar. En un lugar semejante al de Saudek, que ha puesto un cuerpo abajo, desnudo y retorcido de mujer (que obsesión), nació el mejor de los torcidos. Franz Kafka estudió derecho —obligado por su padre— y al terminar la las prácticas en los tribunales, ingresó como pasante en una agencia de accidentes laborales.

Fotografía coloreada por Jan Saudek

Fotografía coloreada por Jan Saudek

Tras abandonar la compañía de seguros, en 1908, desarrolló con competencia un trabajo burocrático que le daba tanto experiencia como dinero, lo que le permitió su maravilloso empeño de torcer lo más derecho, su deslumbrante afán de desalinear con palabras no sólo el mundo que él había conocido sino también el mundo que nosotros habíamos de conocer.

El torcido más genial

El torcido más genial

Hermosos: textos de Kafka, Tomeo, De la Serna o Hrabal

Malditas: jergas académicas

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