Hay una decisión creativa en Liga de la Justicia que resulta bastante sintomática: el antagonista de los héroes, Steppenwolf, está creado completamente por ordenador. Lo interpreta un actor (el excelente Ciarán Hinds), pero lo hace mediante captura de movimientos, exactamente igual que Andy Serkis interpretó a Gollum o al simio Caesar. Es una decisión sintomática porque no era necesaria. Hinds podría haber interpretado el personaje de la misma manera que Gal Gadot interpreta a Wonder Woman o Ben Affleck a Batman.
Entonces ¿por qué? Desde luego no será por limitaciones físicas del personaje: que los demás estén interpretados por actores delante de cámara no impide que Flash o Aquaman realicen las acrobacias más fantasiosas cuando así lo requiere el guion, que no son pocas veces, desde luego.
Sea por los motivos que sea, condenar al cautiverio pixelado a todo un personaje, de manera tan arbitraria, resume perfectamente la idiosincrasia anárquica de Liga de la Justicia, donde todo parece regirse por el caos narrativo. Los personajes, definidos con el raquitismo habitual de estos productos, se mueven torpemente por la historia sin que a menudo queden claras sus motivaciones. Todo es un poco porque sí, porque es así, pero podría haber sido de otra manera y daría exactamente igual.
No existe la menor convicción ni en lo que se cuenta ni en cómo se cuenta. Cuatro guionistas acreditados han sido incapaces de insuflarle vida a una historia que termina reiterando los defectos de casi todas sus predecesoras: argumento simplón y carente de la menor originalidad, tratamiento acartonado de los super-héroes en las antípodas de visiones mucho más complejas y estimulantes, como la de Christopher Nolan con sus Batman, y ausencia de cualquier atisbo de la épica y la emoción bigger-than-life que hizo del Superman de Richard Donner la obra de referencia que es hoy, en cuestión de adaptaciones de cómics.
Tampoco han sido lo suficientemente pícaros como para guiñar el ojo al fenómeno de Guardianes de la galaxia, algo que Thor: Ragnarok sí que ha hecho con resultados bastante apañados. La falta de sentido del humor es un problema lacerante en este tipo de películas, porque podría haber sido un bálsamo que aliviara la aburrida repetición de lugares comunes, es decir, de batallitas, peleítas, piruetas, y destrozos de todo tipo. Y hay un momento que evidencia con crudeza que, de haber escogido ese camino, la cosa sería muy distinta: [SPOILER] cuando Aquaman suelta de manera repentina un speech emotivo y sincero que nada tiene que ver con la chulería de su personaje… hasta que se revela que está sentado sin advertirlo encima del lazo de Wonder Woman que obliga al que lo toca a decir la verdad. Es un gag efectivo y muy divertido… y prácticamente el único de toda la película.
Es obvio que todas estas carencias importan un rábano a los creadores de Liga de la Justicia. Se trata, como no, de hacer caja expandiendo la franquicia con más y más películas que serán exactamente iguales a esta. Exactamente iguales a las de Marvel. Porque da igual si las dirige Zack Snyder o Joss Whedon. Son películas con un mapa muy acotado sin apenas margen para la incorporación de nuevas ideas o estímulos diferentes de los ya mostrados hasta ahora.
La ridícula envergadura que ya han alcanzado las películas de cómics, tanto de DC como de Marvel, a estas alturas ya solo puede conducir a un último y definitivo mash-up que se producirá cuando se decida que los personajes de las dos franquicias protagonicen una sola película. Batman, Superman, Iron Man, Spider-Man, Ant-Man, Thor, Wonder Woman, y los Guardianes de la Galaxia en el mismo film.
Entonces sí que vamos a fliparlo todos.
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