El mojo. Se tiene o no se tiene. O… se roba. Eso es lo que hacía el Doctor Maligno en la segunda parte de Austin Powers: birlarle ese je ne sais quoi a nuestro espía favorito y… atenerse a sus muy lascivas consecuencias.
Ahora, Let’s get it on sale hasta en anuncios de preservativos. Pero hubo un tiempo, aunque cueste de creer, en el que Marvin Gaye no eran tan conocido entre nosotros. Prácticamente sólo los gourmets de la música negra sabían de la grandeza del dandi de Motown hasta que otro anuncio repescó uno de sus excelsos duetos con Tammi Terrell, para abrir el abanico de su popularidad en España.
En cualquier caso, este desconocimiento parcial o descubrimiento tardío del gran Marvin también se puede positivar: ha preservado a mucha gente de la sobreexposición o connotación de canciones como Let’s get it on: elegida mejor canción de amor de todos los tiempos por la revista-biblia de la música afro-americana Vibe en 1999 (que siempre la prefirió a What’s going on “porque el amor es más importante que la política”), este tema bandera del álbum de 1973 del mismo título es ya en el mundo anglosajón un tópico sobre la música lúbrica tan manido como el Je t’aime… moi non plus de Serge Gainsbourg y Jane Birkin. Vamos, que se ha utilizado ya tantas veces para insinuar que hay tema (échenle la culpa a lo pocos disimulos de la letra), que ya cansa. Aunque, claro, siempre hay quien sabe arrojar luz nueva…
La ristra de fotos de aquí arriba es una de las secuencias más jocosamente increíbles de Austin Powers 2: la espía que me achuchó, la segunda parte de la saga sobre el muy ligón, muy hortera, muy retro, muy british y muy tontaina espía que se inventó Mike Myers. Esta comedia (que era mejor que la primera entrega y casi más descacharrante en su doblaje al castellano por Florentino Fernández que en v.o.) aprovechaba y a la vez pervertía los apriorismos sobre Let’s get it on: sonaba por sorpresa, en un momento en el que el calentón entre el Doctor Maligno y Frau Kaput sólo estaba en la cabeza de los guionistas. Pero un sorbito de mojo obró el milagro. Así fue como dos personajes que podrían ser miembros del “Anti-sexy social club” se dejaron llevar, inesperadamente, por la carne. Y es que cualquier ser humano, por grotesco que sea o frígido que parezca, también merece compartir los lugares comunes musicales del resto de mortales.
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