Desde que los Beatles se volvieron más grandes que Jesucristo, formar una banda de rock es una gran manera de evangelizar a una población con oídos sordos al espíritu, aunque dispuesta a aceptar a cualquier mesías o cacique que mueva bien el trasero. Los artistas que abordaremos en esta serie de entregas guardan un trazo común: tenían un mensaje ultramundano que transmitir. Que fueran las bondades de la vida en comuna, de una raza de alienígenas o del Gran Cabrón, eso es lo que de menos. Por razones de espacio, y de autenticidad, nos abstendremos del rock cristiano y satánico una vez se pusieron de moda, salvo casos muy particulares. Y de heavy metal o new age sólo se hablará por causas mayores.
Deje de sobreinterpretar las embaucadoras portadas de Led Zeppelin o Iron Maiden: esto es de verdad. Mientras que la mayoría de los rockeros y poperos conocidos lo han sido para exaltación de sus ombligos, los protagonistas de Move your soul pretendían traer un gran bien a la Humanidad o, cuanto menos, a entidades superiores a ésta. Así que, por favor, no se rían. Ni adivinen carcajadas tras nuestra sonrisa. Ellos están en un plano moral superior al de esos ídolos adolescentes que usted tanto admira. Salvo los que fueron responsables de la muerte de decenas de personas, que también los hay…
Para empezar, nada mejor que el movimiento hippie, cuyas comunas solían tener su faceta musical más o menos formada. A veces se trascendía el ensayo casual por divertimento y se formaba una agrupación de la comuna que interactuaba más o menos con el mundo exterior. Podemos recordar a la banda Spirit in Flesh, de la Renaissance Commune; los radicales germanos Amon Düül I y II; Farm Band de The Farm, Tennessee; Ice Cross, que se metían con los cristianos desde la Ciudad Libre de Christiania, Copenhague; Miles of Smiles del culto destructivo The Way, Ohio; o el grupo Norfolk Global Village Trucking Co., que tiene un curioso documental por la BBC. Sobra decir que la mayoría de las bandas comuneras, por el contrario, no han dejado testimonios de su existencia, ni mucho menos grabaciones. He aquí nuestros predilectos de entre quienes se atrevieron.
Gong
Sobre el grupo anglofrancés han corrido ríos de tinta, pero no podemos resistirnos a mencionar este proyecto de Daevid Allen, que pasó de joven promesa en la llamada Escuela de Canterbury del rock progresivo a encerrarse en un cuarto del París del ’68, sacando melodías a aparatos ginecológicos del siglo diecinueve, mientras la ciudad ardía a sus espaldas. Una visita de unos misteriosos Doctores Octava le había convencido de que lo suyo era conquistar el mundo con su amoroso arte. Decidido a formar su propio grupo, encandiló a una profesora de la Sorbona, Gilli Smyth, y salieron a la calle a hacer performances festivas y a recibir el oprobio tanto de las altas clases como de los ceñudos revolucionarios. Decidieron trasladarse a la plácida Mallorca, donde contrataron a un saxofonista que vivía en una gruta, completando su primera formación.
Los primeros discos de Gong ahondan en una mitología singular: pixies que viajan en cabezas-teteras voladoras (intencionado el juego de palabras con pot, marihuana), Doctores Octava extraterrestres, un lugar de orgasmo eterno denominado Banana Nirvana… El consumo de ácido, el lazo casi telepático y un insano sentido del humor los terminó por reunir en una casa de campo, donde compusieron algunos de sus álbumes y fueron bautizados con nombres tan significativos como Shakti Yoni (Smyth) o Bert Camembert (Allen). Tras su lograda trilogía sobre los Gnomos de la Radio, Daevid Allen desistiría un tiempo de tocar en directo porque “un muro de fuerza” se lo impedía. Poco después, se puso fin a la formación clásica de la banda.
Ya Ho Wa 13
Ya Ho Wa 13 era el apartado musical de la comuna The Source Family, dirigida por un tal Father Yod, nacido James E. Baker, que regentó el Source Restaurant de Sunset Boulevard. Famosos de la talla de John y Yoko gustaban de dejarse ver en las dependencias de uno de los primeros establecimientos de comida saludable de Estados Unidos (incluso aparece hacia el final de Annie Hall). Las malas lenguas, por su parte, rumoreaban que para montar el pacífico restaurante vegetariano, su fundador había ejercido de matón, atracado una joyería y asesinado a alguno.
El Padre Yod era un santo de cuidado. Seguidor del hindú Yogui Bhajan y cinturón negro de kárate, afirmaba sin tapujos haber alcanzado la Conciencia Divina, transmutándose en un avatar celestial. Según lo recuerdan sus fieles, había combatido en la Segunda Guerra Mundial con las mayores condecoraciones, ganó en 17 segundos al campeón mundial de los pesos pesados (no se especifica cuál) y se presentó al casting de Tarzán de los monos, pero no obtuvo el papel porque, a lo que parece, le dio por raparse el cabeza justo después de la prueba. En su inevitable viaje iniciático al Ganges, en 1971, le preguntaron si era hindú o sikh. Respondió lanzando su tocado al río y proclamando Neither a Hindu nor a Sikh will I be… For my soul is universal and free! Todos cayeron a sus pies.
Su credo bebía del coctel acuariano de yoga, tantra, gnosticismo, teosofía, cábala, tarot egipcio, viajes astrales y, claro está, culto a la “hierba sagrada”, que proporciona un insight como no puede ser obtenido en diez reencarnaciones. Sus seguidores distinguen al viejo Jim Baker, que describen como “alcohólico y conocido mujeriego”, del Padre Yod plenamente iluminado, que predicaba la liberación de la mujer, a la vez que mantenía un harén de catorce “esposas espirituales”, incluyendo runaways adolescentes (amén de cuarenta “hijos-soles” a los que negaba otra asistencia sanitaria que la meditación). A finales de 1974, sufrió una tercera evolución: Ya Ho Wa (Yahvé), puro “canal de la Conciencia de Dios”.
La idiosincrática música de Ya Ho Wa 13 estaba improvisada hasta tal punto que la duración del LP solía coincidir con la de su grabación. No ayudan los arranques en recitaciones místicas de Father Yod. Los intérpretes, con nombres como Djin Aquarian, Octavious Aquarian o Sunflower Aquarian, se disgregaron poco después de la muerte de su líder, sucedida en 1975, mientras escalaba un acantilado en Hawaii. Para sus adeptos, saltó voluntariamente al saber que había llegado la hora de abandonar su cuerpo físico. Dejó establecido un consejo de mujeres para que manejaran los asuntos concernientes a la “Sagrada Energía Verde” del dólar, que quien solía dejarse ver en Rolls Royce y trajes blancos a medida llamaba “la mejor herramienta del planeta… ¡porque puedes hacer cualquier cosa con él!”.
Eso es sabiduría, y lo demás paparruchas. Por lo menos un gurú que habla con franqueza y no cae en la tópica contradicción entre su ideal de vida y el volumen de sus ingresos. ¡Viva el Padre Yod!
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!