Hoy les proponemos una selección de frutos del hippiesmo y el orientalismo popular, desde su era dorada en los años sesenta hasta la contemporaneidad. Hemos de recordar que las religiones de la India, o una comprensión bastante sui generis de las mismas, sirvieron de credo oficial para una revolución que tenía el amor por bandera y como himno el rock and roll. El yoga, el tantra, la meditación, el vegetarianismo se aparecían como métodos, compatibles e incluyentes, para una experiencia mística que el anquilosado cristianismo reservaba únicamente a sus monásticos.
Los idiosincráticos constructos que fue capaz de producir ese espíritu sincrético, de Budas de ácido y Tao sin preservativo, son de un grato interés antropológico. No iba a ser menos la música con la que esas personas de otra época, tan cercana y a la vez tan lejana, marcaron sus anhelos, aspiraciones y búsquedas en el flujo de la vida.
Alan Watts fue uno de los primeros orientalistas que se salieron de la maceta académica y se invistieron como gurús por derecho propio. A él le debemos parte de la popularización en Occidente del budismo zen y el taoísmo.
Y quizás le debamos mucho más de lo que habitualmente se le reconoce. Considerado por algunos el primer disco propiamente psicodélico, This is it (1962) es un “espontáneo happening musical” perpetrado por Watts en su época más mística (léase, lisérgica).
La experiencia con alucinógenos es lo único que podría explicar el descontrol de los intérpretes, que pasan súbitamente de la risa boba o la gastroenteritis a brotes de ira cavernícola.
https://www.youtube.com/watch?v=dg54ANDvHU8
eden ahbez, este personaje con aires de Jesucristo, fue uno de los primeros hippies de la historia, con permiso de los Wandervogel alemanes de principios del siglo XX. El ascético abhez (él insistía humildemente en la minúscula) es recordado principalmente por el himno “Nature Boy”, que haría célebre Nat King Cole. Cuando el mundo quiso conocer a su autor, se lo encontró viviendo bajo la primera ele del famoso signo de Hollywood en las montañas de Santa Mónica, vestido con taparrabos.
Se alimentaba de vegetales crudos y decía vivir con tres dólares a la semana. Probablemente ya era vegetariano, asceta y fumeta en los años cuarenta, cuando pertenecía a un grupo, los Nature Boys, que moraba en las cuevas del monte en un estado de semidesnudez.
Vendida a los productores como una oda hippiesca a la unidad de todo lo existente, Orgasm (1969) de Cromagnon consistió en realidad en hombres primitivos berreando y dando golpes. Su momento más melódico, “Caledonia”, se parece curiosamente al black metal.
Poco se sabe del dúo de compositores que lo perpetraron, y aún menos sobre la que fue denominada “Tribu de Connecticut” en los créditos: los artistas acompañantes que se desgarraron sus preciosas gargantas. Se ha dicho que formaban parte de una comuna primitivista; persiste el rumor de que se trataba de los futuros The Residents. La realidad parece ser más prosaica.
Sólo una discográfica sin dos dedos de frente se atrevería a poner a los mejores músicos de un país a trabajar en un álbum de rock ácido a capricho de un dudoso escritor esotérico con el objetivo de recitar plegarias en honor a Kṛṣṇa.
Ese escritor era el checo Sergius Golowin; ese álbum, Lord Krishna von Goloka (1973); y esa discográfica, la mítica Kosmische Musik.
Deuter era otro compositor kraut de principios de los setenta con querencias espirituales y álbumes instrumentales con demasiado protagonismo del sitar y el sonido ambiental como para no anticiparse al new age. Pronto estaría venerando a Osho y dirigiendo su música hacia la meditación.
El título del tema que hemos escogido, “Krishna Eating Fish And Chips”, resume a la perfección el espíritu de esta antología. También valen los sūtras ácidos de Ceremony: Buddha Meet Rock, que grabaron en 1970 unos tales People, en Japón.
https://www.youtube.com/watch?v=XlTdeFY9lMw
Y no podíamos hablar tanto de la Madre India sin darle voz a la misma. Gurmeet Ram Rahim Singh ostenta el liderazgo espiritual de la organización Dera Sacha Sauda, amiga de los récords mundiales: mayor campamento de donación de sangre, mayor número de árboles plantados simultáneamente, mayor número de personas lanzando dinero por los aires… y así hasta diecisiete.
A partir de 2017, los récords fueron de otra clase: Gurmeet Ram Rahim Singh era condenado a 20 años de prisión por violación, al mismo tiempo que se le investigaba por la presunta castración forzosa de 400 de sus seguidores, lo que desató revueltas que se saldaron con decenas de muertos y centenares de heridos. En 2019, se cambió su condena a cadena perpetua al ser juzgado responsable del asesinato de un periodista.
Entre castraciones y violaciones, aún encontraba tiempo el gurú para desarrollar una carrera musical, con letras como eres mi cargador de amor. Pues su mayor récord podría ser el de canciones espirituales más chabacanas, aunque habría que debatir cuál de sus bailongas tonadillas multilingües lo merece más. (Normal, con ese parecido al Sevilla…)
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