Il matrimonio segreto de Doménico Cimarosa es una ópera clave del repertorio cómico de finales del XVIII. Basada en la letra de uno de los libretistas más activos e importantes de la época (Giovanni Bertati, autor entre otros del Don Giovanni o sia il convitato di pietra que sirvió como base para el de Mozart y Da Ponte), se estrenó en Vienna en 1792 con un éxito abrumador. A lo largo del tiempo, esta obra, como muchas otras de la época pertenecientes al mismo repertorio, ha caído casi en el olvido superada por la evidente mayor calidad y profundidad psicológica de las obras maestras de Mozart. El tiempo, la mayoría de las veces, es un juez implacable.
Sin embargo, Il Matrimonio segreto tiene también sus méritos. Por un lado, nos muestra las habilidades de un compositor de gran talento como fue Cimarosa, que en su larga carrera escribió más de ochenta óperas trabajando en ciudades relevantes como Nápoles, San Petersburgo, Viena, y Venecia, donde en 1793 se estrenó su obra de mayor éxito europeo, Gli Orazi e Curiazi, que llegó a entusiasmar al mismo Napoleón en su versión parisina de 1800. Por otro lado, es una obra donde el compositor anticipa muchos aspectos musicales fundamentales que se encontraran en las óperas cómicas de Rossini que todavía hoy siguen en el repertorio.
En los últimos tiempos Il matrimonio segreto parece haber recuperado la escena en los coliseos italianos. Después de las producciones del pasado otoño en el Teatro alla Scala y en el Teatro Massimo de Palermo, en paralelo con su el Teatro Regio de Parma, la obra de Cimarosa dio inicio al programa del Teatro la Fenice para el Carnaval de Venecia, en alternancia con Il Barbiere di Siviglia de Rossini.
Lucrezia Drei, Francesca Benitez y Martina Belli en el primer acto de Il matrimonio segreto © Michele Crosera.
Última de una larga serie de creaciones, inclusive musicales, basadas en el ciclo pictórico Le mariage à la mode de William Hogarth, el libreto de Bertati (inspirado en una obra teatral de Colam y Garrick, The Clandestine Marriage de 1766) desarrolla eficazmente un argumento bastante habitual en los libretos cómicos del siglo XVIII: los malentendidos amorosos entre parejas de amantes dentro de un marco burgués y donde el desenlace positivo era habitual, dejando algunos de los personajes descontentos o hasta defraudados. La obra de Cimarosa consigue dentro de este marco una dramaturgia muy bien oleada basada en tan solo seis personajes cada uno muy bien caracterizado.
Lucrezia Drei, Juan Francisco Gatell y Martina Belli en el segundo acto de «Il matrimonio segreto» © Michele Crosera.
Aspecto este que la puesta en escena presentada en La Fenice logró valorizar eficazmente gracias a un excelente trabajo sobre la actuación de los intérpretes. La labor de Luca de Fusco siguió la tradición teatral italiana, basada en las obras de Carlo Goldoni, donde la vivacidad se une siempre a un sólido trabajo sobre las características peculiares de cada personaje. Menos logrado fue, por el contrario, el marco escénico basado en un único decorado de calado modernista y sus diferentes paredes con espejos, donde aparecían video proyecciones (creadas por Laura Farina) con imágenes al estilo de cómics y referencias a un imaginario sexual, no solo del siglo XXVIII, que poco se enlazaban con un libreto donde dichas referencias son del todo ausentes contrariamente a los casi contemporáneos libretos de Da Ponte para Mozart. Mejor fueron los trajes de la época muy bien confeccionados por Marta Crisolini Malatesta, autora también del decorado.
Los seis personajes de la ópera en la última escena de «Il matrimonio segreto» © Michele Crosera.
A la interpretación del director Alvise Casellati le faltó la adecuada vitalidad. Su lectura fue sin duda muy meticulosa, pero sin inventiva, revelando a menudo una escasa cohesión entre foso y escena. De esta forma, los intérpretes destacaron sobre todo por sus dotes personales. Los mejores fueron sin duda Lucrezia Drei en el papel de Carolina, gracias a sus virtudes vocales y escénicas, así como el tenor Juan Francisco Gatell (Paolino), un veterano en este repertorio. Muy eficaz resultó asimismo la actuación de Omar Montanari (Conte Robinson) en al marco de la mejor tradición del bajo cómico italiano, pero menos cautivante fue Pietro di Bianco en el papel de Geronimo. La frescura caracterizó finalmente la actuación de Francesca Benitez (Elisetta), mientras que la mezzo Martina Belli consiguió enlazar con gran eficacia su timbre ambarino a una presencia escénica cautivadora. Un público algo distraído y con la presencia de algunas máscaras, fue suficientemente generoso en los aplausos finales.
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