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La familia Glass: el puzzle literario de J. D. Salinger

En Cultura domingo, 19 de abril de 2020

Irati Martínez

Irati Martínez

PERFIL

A pesar de que J. D. Salinger (1919-2010) dejó este mundo hace diez años, nosotros, viejos y nuevos lectores del autor, hemos heredado un sinfín de novelas e historias cortas, publicadas y aún por publicar, entre las que se encuentran aquellas que envuelven a la familia Glass.

Si bien es cierto que el escritor norteamericano destaca por aquella obra en honor a los sentimientos contrariados y hormonas revolucionadas que publicó en 1951 y por la cual más se le recuerda —El guardián entre el centeno Salinger no dejó de producir en ningún momento material de lectura y dio vida sobre el papel a una familia que, incluso a día de hoy, sigue suscitando grandes interrogantes, dada la particularidad de sus miembros y sus más que curiosas vivencias y recuerdos. Se trata de obras que con detenida habilidad nos han proporcionado información que podemos recopilar para  completar ese gran puzzle que forman sus personajes.

Salinger

Si ya habéis leído su obra, este artículo os servirá para rememorar aquellos instantes en que los siete hermanos Glass y sus progenitores reaparecen continuamente entre una novela y otra. Pero, si jamás os habéis atrevido a zambulliros en el universo Salinger, sino solo a través de la lectura de El guardián entre el centeno, tal vez os interese lo que vengo a contar.

Para entender esto que propongo, debo aclarar algo primero. Podríamos decir que el valor de esta familia literaria reside en la dificultad de encajar todas las piezas del rompecabezas que nos brinda su autor, asumiendo desde un principio que jamás llegaremos a poseer toda la información que nos gustaría y, por tanto, imposibilitándonos el llegar a un final, si es que lo hay, que una todos los cabos sueltos.

Conoceremos a los hermanos Glass —Seymour, Buddy, Boo Boo, los gemelos Walt y Waker, Zooey y Franny— a través de ellos mismos. Solo algunos de los hermanos serán quienes, en narraciones en primera persona, nos hablen sobre unos u otros. Pero coincidirá que todos ellos compartirán en su narración, de alguna forma o de otra, sus recuerdos y pensamientos sobre Seymour, al cual solo podremos conocer en primera persona en dos de los relatos de Salinger.

Salinger

Si decidimos respetar la cronología de la publicación de las obras, la primera vez que leemos el apellido Glass sobre el papel es en la historieta —de nombre Un día perfecto para el pez plátano— que da comienzo al libro Nueve cuentos, publicado en 1953. Seymour Glass, el mayor de siete hermanos, está pasando su luna de miel en un hotel de Florida, junto a su esposa Muriel.

Sin ánimo de desvelar ningún dato que entorpezca vuestras lecturas, simplemente añadiré que si termináis leyendo todo lo que aquí propongo, habréis de volver una vez más a esta historieta para comprender realmente los sucesos que ocurren, insignificantes para los principiantes, pero terriblemente reveladores para quienes ya han devorado todo el material sobre la familia Glass.

Lo mismo ocurrirá con la segunda historia de Nueve cuentos, El tío Wiggily en Connecticut, donde en una conversación acompañada de whisky entre dos amigas, saldrá a relucir una sola vez el nombre de Walt. Sin apellidos ni demasiadas referencias, Salinger deja entrever que ese tal Walt no es otro que Walt Glass, héroe de guerra, gemelo de Waker Glass y cuarto (o quinto) miembro de los hermanos Glass.

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Finalmente, en el quinto relato, titulado En el bote, de Nueve cuentos, tendremos la oportunidad de conocer en persona a Boo Boo Glass, la primera hija y tercera hermana Glass, precedida por Seymour y Buddy Glass. Y donde también se mencionará a Buddy y a Seymour llegados a un punto de la narración, revelándonos algún que otro dato sobre los susodichos.

Para continuar con esta misteriosa familia, debemos cambiar de novela y adentrarnos en Franny y Zooey, publicada en 1961, que consta de dos partes. La primera (Franny) tratará sobre la menor de los hermanos Glass y la gran crisis existencial en la que está inmersa en los instantes en los que transcurre la historia. A sus 20 años de edad, Franny se percata de lo falso y aparente que es el mundo que le rodea e intentará encontrar una respuesta o una salida en un viejo libro ruso y en la filosofía espiritual que este propone.

En la segunda parte (de nombre Zooey)  entra en escena su hermano mayor Zooey, quien conversará con ella hasta generar una reacción que la saque de ese estado en el que la muchacha se encuentra. Igualmente, conoceremos más a fondo al protagonista, pero también al resto de hermanos y la infancia que todos ellos compartieron en la casa familiar, junto con sus padres, Bessie y Les. Como el resto de hermanos, Seymour también tendrá un protagonismo desmarcado en esta novela, aunque no diré más con el propósito de no revelar o anticipar nada.

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Una vez más, y sin tratarse de ninguna clase de saga literaria, debemos renovar el contenido literario y tomar entre nuestras manos la novela publicada en 1965, Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción, dividida en dos partes. La primera de ellas será un magnífico relato narrado por Buddy Glass sobre los acontecimientos ocurridos en el día de la boda de su hermano Seymour con Muriel.

Esta es, sin duda, la obra más divertida de todas aquellas que hemos mencionado anteriormente, escrita con una agudeza exquisita que se distingue del resto de obras, alejándose algo más del tono filosófico-metafísico que las caracteriza y abrazando la comedia de lo absurdo y del desastre, aunque la mayoría de veces ambos coincidan. También será una de las piezas literarias que más información nos proporcione sobre Seymour, personaje que a estas alturas ya resulta un gran interrogante para el lector.

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La segunda parte, Seymour: una introducción, también será narrada por Buddy Glass y resultará una especie de composición cargada de un sinfín de recuerdos, pensamientos, ideas, invenciones, hechos, escritos y deseos en torno a la figura de Seymour, quien es para Buddy su máxima inspiración y mentor.

Con una narrativa muy distinta a la primera parte de la novela, la segunda nos seguirá proporcionando información sobre el mayor de los hermanos, aunque como he dicho al principio, de manera muy restringida y cautelosa. Es así como aun habiendo leído todo lo posible, una tiene la sensación final de que todavía faltan partes esenciales de los hechos que ayuden a hacer entender al lector el porqué de todo lo sucedido desde el primer relato, Un día perfecto para el pez plátano. Ese es el motivo por el que al comienzo de este artículo os decía que, una vez leído todo, tened por seguro que volveréis a leer el primer relato de Nueve cuentos.

Finalmente, en el relato breve Hapworth 16, 1924, publicado en la revista New Yorker en 1965, Buddy Glass nos muestra, una vez más, un fragmento personal de su hermano Seymour, a través de una extensa y jugosa carta escrita por este último en un campamento de verano, y dirigida a sus padres y a tres de sus hermanos. En ella, nosotros como lectores somos capaces de confirmar directamente la brillante y superdotada mente de Seymour a la edad de 7 años, donde nos deja boquiabiertos con su avanzada retórica, su particular visión del mundo que le rodea y el extenso conocimiento  que posee de literatura universal, entre otras materias.

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De esta manera, vamos recopilando datos de los Glass, construyendo una línea temporal de sucesos que nos guíen y esclarezcan lo ocurrido, para así poder entender los comportamientos de cada uno de ellos, tanto de manera individual como conjunta. Y aunque de alguna manera todo apunte a Seymour, a su espectro y legado, la familia Glass al completo siempre constará como un sello de identidad de su autor, siendo esta su gran creación.

Os recomiendo encarecidamente la lectura de estas obras, ya que una vez comencéis  volveréis a por más, porque os supondrán un reto, un hábil juego y un regalo, si estáis dispuestos a aceptar estos tres, a cambio de una narración portadora de gran sensibilidad y profundidad. Pero solo si sois de esa clase de lectores o lectoras que piden algo más que hechos a la historia que tienen entre sus manos.

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