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La eterna e imbatible música del alma

En Música jueves, 7 de mayo de 2015

Carlos Pérez de Ziriza

Carlos Pérez de Ziriza

PERFIL

Luis Lapuente repasa más de medio siglo de la mejor música negra de nuestra historia en el imprescindible El muelle de la bahía: una historia del soul, de reciente edición.

Seguramente no haya, de entre todos los géneros que conforman el abigarrado árbol genealógico de la música popular gestada durante el siglo XX, una música más genuinamente emocional, hirviente y contagiosa. Tampoco otro estilo cuya etiqueta cuadre de forma más fiel con su contenido. Es el soul. El código al que se adscriben absolutas leyendas de nuestro tiempo, miembros insignes del panteón de la mejor música negra como Otis Redding, Ray Charles, Sam Cooke, James Brown, Marvin Gaye, The SupremesAretha Franklin, Curtis Mayfield, Stevie Wonder, Al Green, Bobby Womack o Amy Winehouse.

Ahora que parece un momento tan propicio para evaluar si como consumidores blanquitos y occidentales no nos habremos escorado en exceso hacia filias demasiado aferradas a nuestra condición de acomodados melómanos de clase media (perdonen el estereotipo, pero es no solo lo que se estila: también lo que al final parece cuajar con mayor penetración), no está de más recordar los orígenes, las (generalmente) atribuladas vidas y los logros de un puñado de músicos geniales, reunidos bajo la sagrada invocación a la música del alma.

No será ese el propósito de su autor, desde luego. El suyo irá mucho más allá. Pero eso es lo que ha hecho Luis Lapuente en El muelle de la bahía. Una historia del soul (Efe Eme). Un portentoso repaso a las claves y protagonistas del género, que cumple la rara función de convertirse no solo en una referencia ineludible en la materia en castellano, sino en un volumen equiparable a cualquier libro foráneo de esos que consideramos de observancia obligada.

Erudito e inmerso hasta las cachas en las procelosas aguas del soul, el periodista madrileño desgrana más de medio siglo de pervivencia de la música negra más popular desde una óptica que resulta tan atenta al detalle como integradora. El lector puede no solo conocer de su mano los fundamentos de la obra de los tótems del género, sino también gozar de una visión tan amplia que ni siquiera decenas de músicos colosales, no estrictamente ceñidos al soul pero sí partícipes de su latido, se quedan fuera de su recuento. Sus gozosas coyundas con el funk, los géneros criollos, el rock o la música disco. Ese es el caso de Allen Toussaint, Sly & The Family Stone, Michael Jackson, Chic o Prince. Tan solo se echa en falta una inmersión más profunda en el pozo contemporáneo del soul rock: están Vernon Reid y sus Living Colour, pero no The Coup, The Bellrays, The Roots o The Afghan Whigs. Pecata minuta, en todo caso.

Lo que podría ser un simple elemento de consulta e incluso un tostón indigerible no apto para profanos, se convierte en manos de Lapuente en una amena y apasionante lectura. Despachado con tanto criterio como vehemente fragor literario. El goteo incesante de un puñado de vidas y, sobre todo, obras de leyenda. Casi todas ellas de origen humilde, muchas castigadas por el infortunio con auténtica saña, y marcadas en muchos casos por esa espiral de talento, descenso a los infiernos y redención que tanto gusta a la sala de máquinas de la industria de Hollywood a la hora de facturar biopics. Ahí están los casos de Ray Charles, Tina Turner, Diana Ross o James Brown para acreditarlo.

Uno de los principales méritos de El muelle de la bahía es aportar una visión de conjunto que va mucho más allá de los tres sellos emblemáticos de la historia del soul (Motown, Stax o Atlantic). También recupera la epopeya de discográficas más pequeñas pero igual de valiosas. Y lo hace poniendo sobre el tapete interesantes paradojas: mientras los soulmen de Detroit o Chicago (mayoritariamente inmigrantes llegados desde los estados del sur, pobre y racista) despachaban música de negros destinada al consumo de la acomodada clase blanca, en el asfixiante y prejuicioso sur se fraguaba un palpable impulso de colaboración, casi fraternal, en los estudios de grabación, entre músicos blancos y negros. Así ocurría en el caso de los legendarios estudios Muscle Shoals de Alabama, que tan bien conocieron los Rolling Stones.

El libro no se detiene ni en la simple enumeración de grandes figuras o de escenas. También recupera a ilustres músicos malditos, siempre sepultados por la opacidad mediática, como Swamp Dogg, Rufus ThomasRudy Ray Moore. O pone en valor la carrera de inmerecidos one hit wonders, como  Richie Havens.

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E incluso se atreve a elaborar un valioso censo de proyectos ligados al soul dentro de nuestras fronteras, en un epígrafe nada restrictivo ni purista, dedicado al soul en España, en el que no faltan Los Canarios, Los Pop Tops o los Cool Jerks.

El volumen, a la venta solo a través de la web de la empresa que lo edita, ni mucho menos se agota en la era dorada del soul o en sus posteriores repuntes, sino que llega hasta nuestros días, con Amy Winehouse, D’Angelo, India.Arie, Erykah BaduAloe Blacc o Sharon Jones, entre otros ejemplares reanimadores de un estilo de hacer música que se presume tan imperecedero como la propia naturaleza humana, con todas sus fascinantes contradicciones. Tan repleto de sentimientos en carne viva.

Tan rebosante de vida, en definitiva.

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