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La cara oculta de la luna: Moondog y compañía

En Música, Move your soul 12 marzo, 2020

Óscar Carrera

Óscar Carrera

PERFIL

El rock’n’roll es ante todo una experiencia de la locura. Sus legendarios excesos se han cobrado un reguero de mentes: músicos tan brillantes como Brian Wilson, Skip Spence o Roky Erickson saltaron de la psicodelia al psiquiátrico. Algunos, como Syd Barrett, han sido conmemorados hasta la indiferencia; otros tienen suerte si los niños de su barrio saben que alguna vez tocaron en una banda.

¿Hay alguien que no esté loco en un negocio como este? Todo lo que podemos zanjar es que algunos de sus mayores visionarios nunca necesitaron una ayudita química.

Sun Ra

Sun Ra

A lo largo de su historia el jazz ha alimentado una poderosa corriente espiritualista, que refleja las diversas devociones de los afroamericanos. Mientras el saxofonista Pharoah Sanders orientalizaba las temáticas jazzísticas, Alice Coltrane (Turiyasaṃgītānandā para los amigos) introducía instrumentos místicos como el harpa; su marido, John Coltrane, también tenía sus inquietudes, y hoy es adorado como un santo por varias iglesias de San Francisco. 

Sin embargo, pocos viajaron tan lejos como Herman Poole Blount, quien a mediados de los años treinta visitaba el planeta Saturno, donde conoció a unos ángeles de ojos con antenas que le revelaron que él era uno de ellos. Aquellos seres extraterrestres le enseñaron las Ecuaciones de la Mito-Ciencia, permitiéndole comprender la situación del hombre en el Cosmos y la importancia de la raza negra en la historia de la Humanidad. 

A su vuelta a Chicago, la Tierra, Blount adoptó el nombre de Sun Ra. Guiado por el intrincado plan que le reservaban las Ecuaciones, desde los años cincuenta comenzó a producir una «música solar» de excentricidad creciente, pero siempre interesante. La publicaba con su propia disquera, Saturn, olvidándose a menudo de poner datos sobre fechas o intérpretes en los lanzamientos. Se vestía a la manera egipcia, o tecno-egipcia, y podía hacer más de doscientos conciertos anuales. En 1974, protagonizó una psicotrónica película de ciencia ficción, de título Space Is the Place. 

 Wesley Willis 

Wesley Willis interpretaba en las calles de Chicago una música desafinada, con letras altamente obscenas y ritmos repetitivos. Aquejado de esquizofrenia, nos lo pone difícil para determinar si componía como un acto de catarsis o por echarse unas risas.  

Willis comentó alguna vez que tenía que esforzarse para no golpear a la gente en la calle con ladrillos, y describía encuentros con demonios, sobre todo en autobuses, que pretendían arruinar su Alegre Música Armonía y trasladarlo a Viajes Infernales. Afortunadamente, interpretar sus convulsas canciones le permitía mantener alejados a esos demonios. Entre ellas se cuentan títulos como «Suck My Dog’s Dick», «Lick a Bulldog’s Nasty Asshole», «Suck a Hyena’s Dick», «Suck a Zebra’s Dick», «Suck a Caribou’s Ass», «Suck a Llama’s Smelly Ass», «Drink a Camel’s Cum», «Suck a Sloth Lemur’s Dick» o incluso «Eat that Mule Shit». La traducción de los mismos se la dejamos al lector. 

Otro notable músico diagnosticado de esquizofrenia fue Daniel Johnston, que facturaba una música menos frenética e igualmente absorbente. Más recientes, aunque tanto o más populares en los foros de Internet, fueron las canciones (¿o deberíamos llamarlas efectos de sonido?) del internauta con presunto síndrome de Asperger JustinRPG, quien repite sin cesar que está casado con el Pokémon Reshiram. 

Moondog 

Hoy los músicos callejeros se anuncian por Facebook, pero hubo una época en la que había que ir a verlo para creerlo. Louis Thomas Hardin, alias Moondog, se había quedado ciego a los dieciséis a causa de un desafortunado accidente (dinamita mediante), pero ello no le impidió convertirse en el barbudo más icónico de las calles de Nueva York a partir de los años cuarenta. Si Pink Floyd cantaban desde un balcón a la cara oculta de la luna, él era un perro callejero que conocía de primera mano cada uno de sus rincones.

Compositor y poeta, Moondog portaba un apropiado casco vikingo y mallas construidas por él mismo, como sus instrumentos. Dicen que el casco con cuernos le evitaba colisiones con las mil y una cosas que cuelgan en Nueva York, aunque parece cierto que mantenía un altar a Thor en su hogar. En los setenta cambiará los Estados Unidos por su admirada Alemania, donde vivirá una vida de pureza germánica. 

Aunque nadie lo diría, la música de Moondog es altamente sofisticada, y puede pasar por muchas cosas antes que por la obra de aquel ciego vestido de vikingo de la Sexta Avenida. Philip Glass y Steve Reich son algunos de sus admiradores. Diversas fuentes lo califican como «cosmólogo», aunque en qué consistía su cosmología se nos escapa por el momento. 

Ramases 

Antes de ser vendedor de calefactores, Kimberley Barrington Frost era entrenador en las fuerzas armadas británicas, las mismas que ocuparon Egipto en 1882. Poco se imaginaba nuestro profesor de gimnasia que era la reencarnación del egipcio más famoso de todos los tiempos: Ramsés II.

Frost descubrió sus conexiones con el ilustre egipcio al leer en un libro que Ramsés II fue el primer faraón que se afeitó la cabeza, como él llevaba haciendo, sin razón aparente, desde hacía años. En consecuencia, recuperó su nombre original, Ramases (en idiosincrático inglés), se vistió con arcaicas túnicas y convenció a su novia (reina del carnaval local de Felixtowe, según las hagiografías) de que era la reencarnación de la diosa Selket. «Ramases y Selket» fue el nombre escogido por la pareja para lanzar una carrera musical desde su hogar en Sheffield, que habían remodelado como una villa romana.

Los dos egipcios reencarnados lanzaron varios singles con inverosímil mala suerte, incluyendo retitular, por error o espíritu comercial, «Quasar One» como «Crazy One», «Screw You» como «Love You» o «Balloon» como «Ballroom». Finalmente, apareció un álbum de bella y trastornada factura, Space Hymns (1971), destinado a predicar el amor sobre la Creación, con los futuros componentes de 10cc como músicos de estudio y portada del maestro Roger Dean.

La repercusión de Space Hymns fue escasa, por decir lo menos, aunque las notas del disco reflejan bien la perspectiva cósmica de Ramases (así como el segundo precepto de Hermes Trismegisto): 

Miras a los cielos a través de un telescopio. Invierte el telescopio y tienes un microscopio a través del cual (si es suficientemente poderoso) verías casi la misma vista. (Electrones en órbita alrededor de sus estrellas.) “En la casa de mi padre hay muchas moradas”. (La Biblia). 

Estamos con toda probabilidad existiendo en una molécula dentro del material de, quizás, una cosa viva del siguiente tamaño. 

La forma de nave espacial de las iglesias probablemente se remonta a la visita de Moisés para hablar a Dios en la montaña y lo que vio allí. 

En efecto, la portada del álbum muestra una especie de iglesia despegando, posible influencia de la Giralda-cohete de los sevillanos Pony Bravo

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Unos años después apareció un segundo y último disco con orquesta, Glass Top Coffin (1975), donde se palpa la desesperación del profeta ante una humanidad que hace oídos sordos a su mensaje. Cambios indeseados en la portada y la producción vendrían a confirmar que todo lo que hacía se le iba de las manos. Poco después se suicidaría, alegando que fue un error haber venido a este mundo.

Selket sobrevivió, pese a los repetidos intentos de su marido de convencerla para acompañarlo en el último viaje. Terminó regresando a casa de su madre, temerosa de que un día vertiera alguna sustancia extraña en su bebida. Se cuenta que su segundo marido, en un ataque de celos, tiró a la basura todo lo que tenía que ver con aquel extraño romance egipcio de su mujer, grabaciones incluidas. Pero nadie puede silenciar para siempre una buena historia. 

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