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Kid A y Napster, cambiando las reglas del juego

En Música 13 julio, 2020

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

A comienzos de 1999, la banda de rock más importante del momento se reúne en París para comenzar a grabar Kid A, la continuación del disco que muchos consideran la última gran obra maestra del siglo XX, Ok Computer, el heredero de mitos como Sgt. Pepper’s o Dark Side Of The Moon.

Retrocedemos a un momento  en que la industria musical disfruta del mejor año de su historia, con unas ganancias cercanas a los 40 mil millones de dólares, el mundo se prepara para el efecto 2000 y el rock sigue siendo la música más popular, como viene siendo habitual desde la aparición de Elvis Presley. Radiohead era la banda que iba a reconquistar el mundo para el rock de guitarras, juntando en un mismo equipo a los fans de Nirvana con los de Pink Floyd, el rock clásico y el alternativo, al fin, habían encontrado su nexo común.

Pero el líder de la banda, Thom Yorke, estaba harto de las guitarras y de su propia voz, una voz que cada vez era imitada con más frecuencia. El problema era que las guitarras y la voz de Yorke eran básicamente el santo y seña de la banda. Harto de adulaciones, y de una fama que le agobiaba sobremanera, Yorke no quería saber nada de la música rock, encantado con escuchar una y otra vez a Autechre y Aphex Twin.

Radiohead

Mientras, Jonny Greenwood, el otro puntal de la banda, el nuevo guitar hero, había perdido interés en la guitarra y andaba trasteando con las ondas Martenot. Ed O’Brien no se lo podía creer, pensaba que el siguiente disco sería una vuelta a la melodía y al formato de canciones de tres minutos. La sección rítmica, formada por Colin Greenwood, el hermano mayor de Jonny, y el batería Phil Selway, tampoco lo veía claro. La banda casi no se hablaba y había continuas discusiones. O’Brien lo dejaba claro, Daba miedo, y todo el mundo se sentía inseguro. Yo soy guitarrista y, de repente, era como no hay guitarras en esta canción, o no hay batería.

Jonny Greenwood, el más avanzado musicalmente de la banda, no tenía problema con la visión de Yorke, pero Ed, Colin y Phil se sentían fuera de juego y estuvieron a punto de dar un paso a un lado y dejarlo. Hasta ese momento, Yorke presentaba una canción que había compuesto con su guitarra acústica y el resto añadía bajo, batería y dos partes de guitarra, era un esquema fácil y en el que funcionaban bien.

Ahora Yorke aparecía con samples, ruidos y promesas de sonidos y les decía que allí había enterrada una canción. Nadie lo veía muy claro, tras dos semanas en un estudio de Copenhague lo único que tenían grabado era 15 minutos de música a los que no se les podía llamar una canción.

Accidentes felices

Las cosas empezaron a mejorar en abril, cuando volvieron a Inglaterra, Yorke y el pequeño de los Greenwood seguían siendo los abanderados de este nuevo sonido pero los otros no estaban muy convencidos de que su participación fuera necesaria. Aun así, Yorke tenía claro que quería que este nuevo disco fuera un disco de Radiohead, al final se impuso su visión y toda la banda entró en esa reinvención experimentando con todo lo posible hasta que surgiera un «feliz accidente» que diera forma a una canción. Kid A comenzaba a tomar forma.

Mientras todo esto sucedía, un evento que podría haber pasado desapercibido comenzaba a cambiar para siempre las reglas del juego de la industria musical. El 1 de junio dos jóvenes, Sean Parker y Shawn Fanning, lanzaban Napster, un programa de Internet de intercambio de archivos P2P que iba a suponer una de las mayores revoluciones que iba a vivir la industria discográfica.

Para julio de 2001, la industria ya habría acabado con Napster, pero la cultura de la descarga libre de archivos era imparable y en breve Internet se convirtió en una barra libre para sus usuarios. Eso sí, nadie lo hubiera pensado cuando un día después de la aparición de Napster, el 2 de junio de 1999, los Backstreet Boys batían el récord de ventas en una primera semana con 1’13 millones de copias de su nuevo disco, Millenium.

Pero adelantémonos unos meses, concretamente a abril del año 2000: el mundo sobrevivió al efecto 2000 y el milenarismo no llegó, Radiohead ha acabado la grabación de su nuevo disco. Tienen material para uno doble, pero Yorke prefiere dejarlo en uno simple y elige las canciones más rompedoras para él mismo, nadie en la banda está muy seguro sobre el resultado, saben que es un riesgo y no tienen muy claro que no estén a punto de suicidarse comercialmente, pero tienen bien claro que su trabajo merece la pena.

Kid A veía a la banda de rock más importante de ese momento deconstruirse para cimentar una nueva identidad que les separase de la pléyade de imitadores que les han salido en poco tiempo, bandas como Travis, Muse o Coldplay. Thom Yorke estaba harto de poner la radio y escuchar a un montón de tipos intentando cantar como él, en cierto modo, sabía que este disco era la clave para lograr diferenciarse del resto. Lo tenían que cambiar todo para poder volver a sentirse libres, la alargada sombra de The Bends y Ok Computer se cernía sobre ellos.

Mientras tanto, Napster había ido subiendo en popularidad a medida que se emprendían acciones legales contra la plataforma, alcanzando el momento de máxima exposición cuando en marzo de 2000 Metallica presenta una demanda contra la página web. En abril alcanzaron los 10 millones de usuarios, una cifra que se doblaría en los tres meses siguientes. La industria veía horrorizada como se descargaban 10.000 canciones por segundo.

Filtraciones

Por su parte, Radiohead comienza a presentar sus nuevas canciones en directo, se han lanzado a defender con uñas y dientes su nuevo repertorio y el 15 de junio, en el Teatro Tivoli de Barcelona, presentan cinco nuevas canciones de Kid A y otras dos, que aparecerán un año más tarde en Amnesiac. Un día después, alguien sube la actuación completa en Napster. Cuando el 7 de julio tocan en Tel Aviv toda la audiencia canta las nuevas canciones como si fueran clásicos de Ok Computer. La banda lo siente como un triunfo personal y, en vez de protestar y denunciar como habían hecho Metallica o Madonna, la banda aplaude la iniciativa.

Ellos mismos están decididos a promocionar su álbum por medios poco convencionales. Hasta ese momento los discos se promocionaban en la radio, con entrevistas en prensa y con videos musicales, Internet era una herramienta de la que la industria desconfiaba ampliamente, pero Radiohead decidió apostar por ella y Kid A se promocionó en la web mediante blips, pequeñas películas en las que se adelantaba música del disco online.

Fue una estrategia perfecta, porque si algo había quedado claro en el año 2000 es que las personas que más tiempo pasaban frente a un ordenador en esa época tenían muchas probabilidades de ser seguidores de Radiohead. Y es que el prototipo del friki de los ordenadores y del friki de la música de la época llevaba una camiseta de Ok Computer. Era un nuevo tipo de seguidor musical que investigaba más allá del sagrado canon del rock, Beatles, Dylan, Hendrix, Stones, Zeppelin o Pink Foyd, interesado en los vértices más iconoclastas, el krautrock, principalmente Can, el free jazz, Charles Mingus, la No Wave, Gil Scott-Heron, los Sonics, los Sonics, los Sonics…

Perdiendo el toque (Losing my edge)

Y es que, permítaseme el paralelismo, eran los chicos de los que hablaría James Murphy de LCD Soundsystem en “Losing My Edge”, publicada en 2002. Gente que podía decirte Cada miembro de cada buen grupo de 1962 a 1978 (I’m losing my edge to the Internet seekers who can tell me every member of every good group from 1962 to 1978), porque una de las cosas que hizo el advenimiento de Internet fue abrir las compuertas a un montón de material descatalogado o imposible de encontrar, que ahora se encontraba online, a un clic de distancia (bueno, no tanto, habrá que recordar a los más jóvenes que antes se tardaba un buen rato en descargar una canción o que la conexión a Internet se interrumpía cuando llamaban al teléfono).

Lo que está claro es que los usuarios más activos de Napster y redes similares eran también ávidos consumidores de música, uno de los tesoros más buscados era encontrar una versión online de “True Love Waits”, una de las canciones grabadas en las sesiones de Kid A/Amnesiac pero que no se utilizaría hasta que apareció en el EP I Might Be Wrong: Live Recordings, publicado en noviembre de 2001.

Al final, en septiembre de 2000, el disco se filtró en Napster, un mes antes de su fecha de publicación programada, justo en el momento en el que la plataforma alcanzaba su pico de usuarios. Algunos lo vieron como un presagio de un desastre comercial pero Thom Yorke dijo lo siguiente Napster alienta el entusiasmo por la música de una manera que la industria musical se ha olvidado de hacer.

En los foros y en los nacientes fanzines online coincidían en que Kid A hacía lo mismo, alentar su entusiasmo. La expectación era sin precedentes, elevándolo a la categoría de obra maestra antes incluso de su publicación, llegando a su punto culminante con la aparición de la crítica de Brent DiCrescenzo en Pitchfork, en ese momento una naciente revista online, que lo puntuaba con un clarificador 10.

El mismo día en el que se publicaba el disco, el 2 de octubre del 2000, DiCrescenzo escribía: Incluso el aclamado Ok Computer ha sido empujado un lugar abajo en el Valhalla. Kid A hace que el rock and roll suene infantil. Consideraciones sobre sus méritos como «rock» (es decir, su potencial en la radio, sus riffs de guitarra o sus estribillos) no tienen sentido. Comparar esto con otros álbumes es como comparar un acuario con papel maché. Y no porque sea jazz o fusión o ambient o electrónica. Las clasificaciones no vienen a la mente una vez en lo profundo de este mundo expansivo e hipnótico. Ransom, el héroe filólogo de «Out of the Silent Planet» de C.S. Lewis, que es secuestrado y llevado a otro planeta, inicialmente encuentra que su beca es inútil en su nuevo entorno, y sólo intenta sobrevivir al hermoso nuevo mundo.

La crítica rock también encontraba nuevas formas de escribir y expresarse. Pero la prensa tradicional rock, como era de esperar, masacró al disco, la crítica más conocida fue la del escritor Nick Hornby en la que trataba a los que les gustaba el disco con una condescendencia absoluta, diciendo que tenías que tener 16 años, o pensar como un adolescente, para que te gustara el disco.

Hornby también destacaba la ausencia de las dos características principales de la banda Lo que es peculiar de este álbum es que nos niega los dos elementos de la música de Radiohead que ha hecho a la banda tan distintiva y fascinante. En su mayor parte, la voz de Thom Yorke es borrosa y está distorsionada más allá del reconocimiento, o de lo contrario no se le permite cantar, y la guitarra de Jonny Greenwood, que antes era totalmente revolucionaria, ha sido reemplazado en gran parte por los sintes. También se quejaba de que las nuevas influencias no sonaban como “Creep”…

Una nueva era

Si hacemos caso de la respuesta posterior parece claro que DiCrescenzo impuso su narrativa y Hornby había “perdido su toque”. A pesar de la filtración de Napster, puede que incluso gracias a ella, el disco debutó en el número 1 de las listas de Reino Unido y EEUU. Era la primera vez que Radiohead colaba un disco en el Top 20 norteamericano y la primera vez en tres años que un artista británico subía a lo más alto de las listas de la ex colonia.

Para el momento en el que Napster decía definitivamente adiós (en su prestación original), el 11 de julio del 2001, Kid A ya era considerado ampliamente una obra maestra y los que habían dudado inicialmente de él, se comenzaban a dar cuenta de su error. La manera de consumir música y la narrativa del disco habían cambiado totalmente la cultura musical. Una nueva generación había descubierto su Rolling Stone, su nueva Creem, en Pitchfork y ya tenían unos nuevos Beatles, Radiohead.

Pero esto tiene un pequeño epílogo, en la actualidad Pitchfork es ahora tan parte del establishment como en su momento lo fue la Rolling Stone y ha sido comprada por Condé Nast por una millonada. Por su parte, el MP3, el formato estrella del P2P, ha caído en desgracia como el formato al que sustituyó, el CD. Ha sido sustituido a su vez por plataformas de streaming como Spotify. Hay gente que ya ni siquiera tiene un reproductor de música en casa, siendo el vinilo, un formato que ya parecía obsoleto en los 90, el único medio físico que resiste al imparable avance del streaming, que es la principal medición para las ventas.

Y es que, al final, la industria se adaptó a los nuevos tiempos y volvió a sacar tajada. Por cierto, ¿saben quién es uno de los principales inversores de Spotify y el hombre que lo introdujo en EEUU? Sí, el mismísimo Sean Parker creador de Napster, el hombre que iba a acabar con la industria discográfica y terminó convirtiéndose en su mayor aliado, firmando millonarios acuerdos con Warner y Universal en beneficio de Spotify. Todo está en su sitio, al final, los únicos que resultaron timados fueron los protagonistas de todo, los creadores de música, que se llevan las migajas de un negocio millonario. Pero, como todo el mundo sabe, y Patrick Carney de los Black Keys puso en palabras, nos queda el triste consuelo de saber que Parker es un capullo

¡Judas!

Por otra parte, en 2020 ya casi nadie duda de que Kid A sea una obra maestra, como dice Rob Sheffield Nadie admite ahora que odiaba a Kid A en ese momento, de la misma manera que la gente nunca admite que abuchearon a Dylan al volverse eléctrico. Nadie quiere ser el idiota que no lo entendió. Permítanme ser el idiota que lo reconozca, yo estuve entre ellos y no hice las paces con Kid A y Radiohead hasta la aparición de In Rainbows.

Aunque sigo pensando que este es un disco sobre el que es más fácil escribir que escuchar, es evidente que su huella es indeleble en la mayoría de música que se ha hecho desde entonces y ha ampliado de manera substancial las puertas y caminos por los que puede transitar la música popular. Dicho de otra forma, puede que Ok Computer sea mejor disco, pero Kid A es el disco más importante de la carrera de Radiohead, posiblemente el disco más importante del siglo XXI.

Hay álbumes en los que lo importante son las canciones y hay otros en los que es el sonido, la invención. Kid A, posiblemente, sea el ejemplo más importante de estos últimos. Nunca antes un artista había desafiado tanto las expectativas de su propio público como hicieron los de Thom Yorke con este disco, si Ok Computer era El disco que el mundo necesitaba, Kid A fue el disco que necesitaba Radiohead. Un disco que comenzaba con una canción en la que sonaban sintetizadores, había samples, voces tratadas, luego entraba Yorke y cantaba todo está en su sitio.

Pero el público rock, yo entre ellos, no podía estar más en desacuerdo, nada estaba en su sitio ¿Dónde estaban las guitarras? Evidentemente, la pregunta no era esa, sino ¿por qué son necesarias las guitarras o los sintetizadores o las flautas? Lo importante es la canción, no con lo que esté hecha, siempre me parecieron ridículos esos folkies que llamaban Judas a Dylan por no tocar sus canciones con una guitarra acústica, y aquí estaba yo haciendo lo mismo, porque un tipo decidió cambiar las seis cuerdas por los extraños sonidos de las Ondas Martenot.

Lo que parece claro es que no se puede entender la música del siglo XXI sin Kid A, no es que Radiohead abriera nuevos caminos, es que derribaron todos los muros y permitieron al rock abrirse como nunca a todo tipo de músicas. Ahora en la ecuación cabía de todo, desde la electrónica inteligente al hip hop, desde el jazz abstracto de Mingus o Alice Coltrane a la música clásica contemporánea, Kid A era un todo en el que lo importante no eran las canciones, sino las texturas, los descubrimientos, el viaje en el que te encerraba. Después de su aparición nada fue lo mismo.

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