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Jojo Rabbit: el niño con el pijama de esvásticas

En Cine y Series jueves, 16 de enero de 2020

Aníbal Moltó Barranco

Aníbal Moltó Barranco

PERFIL

Taika Waititi regresa a la comedia negra con Jojo Rabbit, película nominada a seis Óscar, incluyendo el de mejor película y mejor guion adaptado. Esta historia, adaptación de El cielo enjaulado, de Christine Leunens, narra las desventuras de Jojo Rabbit Betzler (Roman Griffin Davis), un solitario niño miembro de las Juventudes Hitlerianas cuya máxima aspiración es convertirse en un buen nazi. Sin embargo, sus ideas ultranacionalistas serán frustradas por su dulce madre, Rosie (Scarlett Johansson) contraria al dictador. Con la única ayuda de su amigo imaginario, el propio Adolf Hitler, el pequeño Jojo deberá replantearse sus principios y tener que empezar a pensar por sí mismo.

Muchos directores antes de Waititi concibieron el humor como una eficaz herramienta para derrocar al fascismo. Chaplin en El gran dictador, tomó todos los elementos de la cultura nazi (el saludo romano, el simbolismo o el carisma de un dictador) y los envolvió de ridiculez e hilaridad. Algo similar haría Disney con su legendario cortometraje El rostro del Führer.

El gran dictador (Charles Chaplin, 1940). Jojo Rabbit

Si bien en este filme vemos influencias de dichas obras, el tono caricaturesco toma un rumbo distinto. Su estilo es más agresivo, gamberro, incluso obsceno. A diferencia de Chaplin o Disney, Waititi busca crear una comedia negra en la línea de su obra Lo que hacemos en las sombras. Sus diálogos cargados de comentarios antisemitas y xenófobos provocan, sin embargo, carcajadas, en vez de indignación. A ello se le añade una estética nacional-socialista muy extravagante elevada deliberadamente a lo vergonzosamente absurdo. Son pocas las veces se ha visto parodiar al III Reich mediante el humor negro, y en este caso, Waititi se aleja más de Chaplin y se acerca más al Tarantino de Malditos Bastardos, una crítica humorística al nazismo con un estilo más bárbaro y violento.

No obstante, la parodia antifascista no es el único tema a tratar en este filme. La crítica se lleva a cabo, además, mediante el retrato de la mente de un niño inocente: Jojo. A lo largo del metraje, vemos cómo el pequeño protagonista va evolucionando, replanteándose sus principios. Poco a poco, a través de sus conversaciones  con Hitler, su amigo imaginario, va desmitificando al ideal y descubriendo al monstruo que esconde.

Al igual que en la obra de Chaplin, asistimos a una caricaturización del dictador austríaco. Sin embargo, el interés de esta versión del líder nazi radica en el hecho de que es un Hitler idealizado, fruto de la inocencia de un niño. El fanatismo de la Alemania nazi le hace creer en un Hitler próximo, tierno, y amable. Es una inteligente reinterpretación del Führer, más orientada a la ridiculez de su ensalzamiento, que a su verdadero ser.

Jojo Rabbit (Taika Waititi, 2019)

A todo ello se añade una atmósfera alejada de los horrores del frente y de los campos de exterminio , siendo su escenario principal una pequeña ciudad alemana, donde reina un ambiente festivo, alegre y feliz. Este marco es ideal para reproducir esa burbuja en la que niños como Jojo se desarrollaron, alejados de la realidad, una atmósfera que resulta un elemento clave para intensificar sus prejuicios. La subtrama de su relación con la niña judía recuerda muchísimo a El niño con el pijama de rayas, donde el  contacto con la realidad, sumado a esa mentalidad inocente, hacen a Jojo, al igual que al pequeño Bruno, replantearse aquellas cosas que el régimen les ha enseñado.

Pero no todo es comedia y ternura en este filme. La película también tiene una carga dramática importante, introducida con una magistral sutileza. Indica claramente cuándo hay que sentirse apesadumbrado y cuándo soltar carcajadas, un equilibrio entre risa y llanto muy bien hilado. La combinación entre sátira, drama e inocencia infantil ha hecho a más de uno compararla con La vida es bella (La vita è bella, Roberto Benigni, 1997). Nada más lejos de la realidad. La obra de Benigni fue incapaz de equilibrar humor y drama, y mucho menos hilarlos con la ternura, lo que hizo que su cinta fuera fallida, cayendo en más de una ocasión en el mal gusto y la ñoñería extrema. Jojo Rabbit, por su parte, es plenamente consciente de lo que es, y sabe diferenciar claramente las secuencias de amor, las de comedia negra y las de drama.

Sin embargo, el empeño en mantener este equilibrio ternura-comedia-drama hace que, en varias ocasiones, el ritmo decaiga ligeramente. A ello hay que añadir alguna que otra escena repetitiva que, si bien busca incrementar el desarrollo de la relación de los protagonistas, resulta en muchas ocasiones redundante.

Jojo Rabbit (Taika Waititi, 2019)

Los personajes de Jojo Rabbit están cargados de carisma y los actores que los interpretan cumplen a la perfección. Cabe destacar, por un lado, el papel de Scarlett Johansson, donde por fin la vemos menos como sex symbol en favor de otras facetas que hacía tiempo que había abandonado. Igualmente resaltable es la interpretación de Roman Griffin Davis que, para ser su primera vez en el cine, brinda una interpretación impecable. Waititi, al igual que en otras cintas suyas, participa como actor, interpretando al desatado Hitler imaginario.

Jojo Rabbit satisface plenamente como sátira del nazismo. Su humor descarado y personajes estrafalarios son capaces de arrancar más de una carcajada al espectador. No obstante, adolece de originalidad al criticar la dictadura nazi, prueba de ello son las referencias que se han podido ver en este post. A lo largo de la trama se percibe un cierto abuso de referencias externas y su originalidad radica más en la agresividad de sus chistes que en su capacidad de parodiar. Aunque con un humor más alejado de lo habitual, las referencias son evidentes y resultan algo ya visto.

Lo mejor: la soberbia y delicada introducción de la trama dramática.

Lo peor: la falta de ritmo en algunas escenas.

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